Cristián Labbé Galilea


La historia se repite: la Pascua nos pilló, como siempre, envueltos en una vorágine de locos, en un torbellino de conflictos y en un laberinto de problemas. Con suerte algunos consiguieron armar un “arbolito” por modesto que fuera; el pesebre, que en tiempos pasados era todo un tema, ahora se ha ido reduciendo hasta casi desaparecer; los adornos navideños son mecánicamente instalados, y ni soñar con villancicos o con ver alguna película de las que se veían en otros tiempos.

En el pasado, era lectura obligada “Cuentos de Navidad” (A Christmas Carol, 1843), escrita por Charles Dickens, que daba cuenta de los defectos del ser humano -su egoísmo, frivolidad y egocentrismo-, los que eran encarnados por un viejo avaro y egoísta, Mr. Scrooge, quien odiaba la Navidad, pero que, luego de ser visitado por unos fantasmas, se convierte en un hombre generoso y amable, ávido de celebrar la navidad y mantener su espíritu a lo largo del año.

Hoy las cosas parecieran no haber cambiado tanto desde la época Victoriana, cuando fue escrita la novela de Dickens. Por cierto, nadie cree que puedan existir los fantasmas que convirtieron a Mr. Scrooge en un buen hombre, pero lo grave es que hoy no es sólo “un” viejo el insensible: son muchos para quienes la Navidad no representa más que un frívolo intercambio de regalos.

Sin pretender emular a los fantasmas de Scrooge esta vieja pluma les recuerda a sus jóvenes contertulios que “el arbolito de pascua”, simboliza el amor a la vida y que, hoy arreglado con bolitas, guirnaldas y luces, fue originalmente adornado con manzanas que recordaban el pecado original y con velitas que representaban la luz que trajo el niño Jesús.

Por su parte, la tradición de colgar calcetines en la chimenea tiene su origen en la leyenda de San Nicolás, quien al saber que un hombre pobre no tenía dote para casar a sus hijas, se metió secretamente en su casa y dejó unas monedas de oro en los calcetines que se estaban secando en la chimenea; desde entonces, los calcetines son símbolos de regalos.

Si hoy los niños “alfabetizados digitalmente” viven la navidad jugando con todo tipo de plataformas tecnológicas, hay que perseverar para que escuchen villancicos, esas bellas canciones navideñas compuestas para, a través de la música, evangelizar sobre el nacimiento del niño Jesús a quienes no sabían leer.

Si “el pesebre” simboliza estas festividades porque nos recuerda las humildes circunstancias en que nació Jesús, nos debiera preocupar que hoy esté reducido a una modesta representación de José y María acompañando al niño Jesús.

Es cierto, los tiempos cambian y muchas de estas costumbres también, pero lo que no puede ocurrir es que no hagamos nada por preservarlas. Sepa mi comprometido contertulio que un viejo proverbio nos enseña que… “quien quiere hacer algo siempre encuentra la fórmula, y quien no quiere hacer nada siempre encuentra la excusa”… ¡Todavía estamos a tiempo! ¡Feliz Navidad!

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