“Después de mí, el diluvio”

 

 

 

 

 

 

 

Gonzalo Ibáñez Santamaría


 

Alguna vez comparé a Sebastián Piñera con Luis XVI, el rey que sucumbió durante la revolución iniciada en Francia en 1789. Pero, sin duda, el símil que más le calza es el del rey inmediatamente anterior, Luis XV. Fue durante el reinado de éste, sobre todo entre 1740 y 1770, que se elaboraron las ideologías que provocarían esa revolución y las matanzas que entonces tuvieron lugar. Con ella, como se sabe, vino la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero lo hizo de la mano de los años del Terror y de la Guillotina bajo la cual decenas de miles de franceses perdieron sus cabezas, sin perjuicio de cifras mucho mayores de los que cayeron ultimados por las balas o por otras formas, como el ser transportados atados en embarcaciones que eran hundidas en medio de los ríos y de los mares aledaños. Fue un verdadero genocidio franco-francés. . . Una de las víctimas fue Madame Roland, al comienzo muy revolucionaria, pero que, en las luchas intestinas por quedarse con el poder, perdió y debió encaminarse a la guillotina. Al pasar frente a la estatua que se había erigido a la Libertad en Paris, pronunció la frase que reflejó con exactitud lo que sucedía. “Libertad, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”

Y toda esa situación se preparó durante los años del reinado de Luis XV. Él se daba cuenta perfectamente del volcán en que se estaba convirtiendo la Francia de la época. Nunca quiso reconocerlo; al contrario, pasaba sus días dedicado a la caza y a. . . sus amantes. Por principio, miraba para el lado cada vez que se suscitaba un problema cuya solución hubiera exigido una dosis de firmeza de su parte. Al final, casi al despedirse de esta vida y advirtiendo el carácter explosivo de la situación en que quedaba Francia, pronunció la frase que lo haría famoso: “después de mí, el diluvio” (après moi, le déluge).

Sebastián Piñera ha seguido un camino similar. La rebelión del 18 de octubre de 2019 le estalló en la cara, cuando consideraba que Chile era el oasis de América. Enfrentarla, le hubiera exigido renunciar a muchas posiciones que le eran muy queridas y adoptar otras que él antes había repudiado. No fue capaz. Por eso, decidió entrar en una política de concesiones que, sobre todo, le permitieran llegar al final de su período. Lo primero, fue entregar la constitución del país sin que le importara lo más mínimo embarcar a Chile en un camino de incertidumbre que nadie sabe a dónde nos va a llevar. Después, en esta política de concesiones, siguieron el orden público y la seguridad ciudadana para lo cual no ha vacilado en atar de manos y pies a Carabineros de Chile. A continuación, la Araucanía donde se ha perdido toda noción de estado de derecho, de paz ciudadana y de respeto a la vida y a la dignidad de las personas. El siguiente paso, fue la entrega del sistema de pensiones y con él, el futuro de nuestros pensionados y el del país. Ahora, le llegó el turno al monumento del General Manuel Baquedano, con cuya entrega, además, Piñera entrega la historia de Chile.

Pero, como todavía le queda un año para terminar su período, vendrán sin duda otras entregas y concesiones. ¿Qué va a quedar de Chile? Parece que no es tema que le preocupe a nuestro presidente. La cuestión es salir de La Moneda como si aquí no hubiera pasado nada. Es indudable que Piñera, como Luis XV en su época, también al mirar al futuro, pronuncia para sus adentros la famosa frase: “después de mí, el diluvio”.

Preparémonos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

.