Gonzalo Ibáñez Santamaría


A propósito del fraude ocurrido en Nicaragua en que Daniel Ortega, para asegurar su reelección, simplemente decretó la prisión de los siete eventuales candidatos de la oposición, José Antonio Kast recordó lo que, por el contrario, sucedió en Chile en 1989, cuando Pinochet no tuvo inconveniente en reconocer la victoria de Patricio Aylwin y entregarle pacíficamente el gobierno. Eso bastó para que desde el marxismo se le cubriera de improperios, lo cual era esperable. Pero, después, Sebastián Sichel, el candidato de la denominada “centro derecha”, se sumó a las críticas diciendo que “Kast se había equivocado”. Sichel quiere que, en Chile, nunca más se hable del pasado porque él nos dividiría. Pero, respecto de este episodio, desde luego, el mismo Patricio Aylwin encomió la actitud de Pinochet y nunca tuvo inconveniente en reconocerla. ¿Por qué entonces nos va a dividir? ¿Es que Kast mintió al presentarla como la actitud deseable de cara al fraude en Nicaragua?

Sucede que Sichel, siguiendo la huella de su tocayo Piñera, ha dibujado una imagen de Pinochet y del gobierno militar donde las tintas negras predominan sin contrapeso. Por eso Piñera, que se entusiasma al presentar los éxitos de los últimos treinta años, no puede reconocer que ese éxito se sustentó en la política aplicada por el gobierno militar y tampoco puede reconocer que el regreso a la democracia se debió a la disposición de ese gobierno para actuar conforme al plan y al itinerario que se había fijado previamente. Repitiendo esta actitud, Sichel se demuestra como un clon de Piñera y no puede reconocer nada bueno que haya sucedido en esos años.

Ahora experimentamos las consecuencias de esta actitud haciendo realidad en Chile el viejo aforismo: “los países que olvidan su historia están condenados a repetirla”. En eso estamos. Si no se puede defender la legitimidad de la intervención militar en 1973, entonces lo lógico es volver al régimen de Allende. En definitiva, Sichel, como Piñera, quiere que vivamos mintiéndonos acerca de nuestra historia como condición para la unidad social. La experiencia demuestra, al contrario, que tener presente el pasado constituye una condición necesaria para no repetirlo y para construir una unidad nacional efectiva y duradera y no de mentira como es la que propone Sichel. Esta es la lección que todos debemos extraer de la tragedia que ha vivido nuestro país en estos dos últimos años a partir del 19 de octubre de 2019, en los cuales la violencia se ha transformado en un ingrediente habitual de nuestra vida diaria. Una de sus causas, tal vez la principal, es el olvido en que hemos dejado caer a nuestra historia. No podemos, por lo mismo, aceptar la política que nos propone Sichel. Eso, por lo demás, lo han comprendido bien los chilenos que día a día se alejan más de su candidatura y se acercan a la de Kast que, sin estar obsesionado por la historia, no rehúye el debate sobre los hechos más cruciales que la definen.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

.