29 junio 2023 

 

 

 

 

 

Tomas Bradanovic


El estado subsidiario fue el Opus Magna de los Chicago Boys, quienes lo inventaron e implementaron con tal éxito, que hoy ni siquiera los merluzos se atreven a tocarlo. 

Para las políticas públicas, la potencia de esta idea es similar a lo que significó la división del trabajo en economía. Hay muchas maneras de explicarlo, yo trataré de dar mi versión -según yo lo entiendo- partamos por:

El estado de bienestar en Chile
Existen gastos e inversiones que no entregan ganancias económicas para el inversionista, no rentan así es que ningún privado estará dispuesto a invertir en ellas como lo hacen en otras actividades comerciales o productivas.

¿Ejemplos? La educación pública para los que quieren estudiar y no pueden costearse un colegio privado, la salud pública para los que tienen enfermedades o carencias y no pueden pagar a un doctor o ir a una clínica privada, las viviendas sociales para los que no tienen capacidad económica para comprar o arrendar una casa, etc.

Notarán que todas estas actividades corresponden a la idea de un estado de bienestar, que se implementó en nuestro país en los años 20 del siglo pasado como pueden leer en mi miniserie La Republica Socialista de Chile, es decir tuvimos una larga tradición de estado de bienestar entre 1924 y 1973, políticas que solo nos dejaron medio siglo de mediocridad, económica y política. 

Cuando llegaron los militares al poder nuestro país tenía un sistema de pensiones totalmente quebrado,  en los próximos 5 años no habría un peso para pagar las jubilaciones y menos financiar las múltiples actividades económicas que hacía el estado.

El fisco era el gran constructor y gestor inmobiliario en Chile, porque todas las escuelas y liceos eran levantados por la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales. 

Las pocas viviendas sociales las construía la Corporación de la Vivienda, los hospitales eran todos estatales, administrados por el Ministerio de Salud y casi toda la educación en el país era manejada por el Ministerio de Educación.

Cada una de esas empresas gigantescas del estado estaba en la ruina. Tuvieron una lenta y dolorosa agonía durante décadas y finalmente colapsaros durante el gobierno de Allende. 

El desastre de la Unidad Popular solo aceleró los problemas graves que se arrastraban desde muchos años en el país.

Raya para la suma: casi 50 años de estados de bienestar terminaron en un país mediocrizado que no solo dejó de crecer sino que colapsó económicamente, quedando en la ruina en 1973.

Mantener beneficios sociales sin irse a la ruina
Los Chicago se dieron cuenta que sería inviable terminar con el estado de bienestar en Chile y dejar que cada cual arregle su situación por sus propios medios, como ocurre en muchos países del mundo, sin ir más lejos en Perú.   

Entonces diseñaron un modelo de dos componentes, que permitía mantener un bienestar muy focalizado en los más pobres financiado con una economía abierta a la inversión que generara crecimiento. Bienestar focalizado y crecimiento, esa fue la receta.

El estado puede financiar, pero no ejecutar
Esta fue la parte genial del diseño. Plantearon "okey, el estado va a subsidiar beneficios focalizados en los más pobres. El fisco pagará por eso pero no ejecutará ni administrará, eso lo harán empresas privadas, porque el estado es un pésimo empresario"

Y así aparecieron los colegios particulares subvencionados, las prestaciones mixtas de salud en caso de emergencias, la licitación de programas de viviendas sociales, aportes del estado para estudiar en universidades privadas, las administradoras privadas de fondos de pensiones, etc.

Al principio estos cambios se vieron con incredulidad y crítica. La gente común en los años ochenta -me incluyo- pensamos que los colegios manejados como negocio o las universidades privadas serían de menor calidad. 

Ocurrió todo lo contrario y la gente rápidamente empezó a preferir lo manejado por privados sobre lo manejado por el estado. 

Los padrea dejaron de mandar a sus hijos a los colegios municipales para cambiar a los particulares subvencionados, las universidades privadas -menospreciadas al principio- se convirtieron en las nuevas universidades de prestigio, la superioridad era clarísima. 

La gente votó con los pies cuando se dieron cuenta que un privado sujeto a competencia siempre lo hacía mucho mejor que cualquier monopolio estatal. 

Como si fuera poco, los servicios subvencionados a los privados eran rentables, mientras los mismos servicios manejados por el estado acumulaban enormes déficit, pagados por Moya, obviamente.

 En pocas palabras el estado subsidiario consiste en que el estado financia pero los privados administran. Mientras menos empresas tenga el estado, mucho mejor para todos, excepto para los empleados públicos.

El 2000 ocurrió un cambio de paradigma
El primer cambio fue cuando llegó al poder Ricardo Lagos, que tomó esta idea de estado subsidiario y la hizo suya con entusiasmo. A su manera, claro.

Lagos implementó la enorme ola de concesiones en Chile, que en teoría debería funcionar perfectamente bien. Como el estado no tiene plata para hacer grandes inversiones en infraestructura, entonces el capital lo ponen los privados y reciben a cambio los beneficios de la explotación por una cantidad de años.

¿Qué podría salir mal? Lo primero es que esta no era la idea de estado subsidiario original, porque no entregaba bienes o servicios focalizados en los más pobres, esto afectaba a todos por parejo. 

Eso no era tanto problema, pero una segunda diferencia fue la peor: Lagos es un coimero y no entregó las concesiones en concursos abiertos y competitivos, sino en concursos con nombre y apellido. 

Así fue como llegaron desde España, de la mano de su compadre Felipe González un grupo de filibusteros de grandes y corruptísimas empresas, que habían sido apropiadas por gente del PSOE.

Y Chile se empezó a llenar de carreteras concesionadas, hospitales concesionados, cárceles concesionadas, etc. Todos con una característica común: las condiciones de concesión eran leoninas para los usuarios y perjudiciales para el país.

Esta fue la primera distorsión a la idea de estado subsidiario.

El 2007 aparecen las fundaciones y ONGs
Y desde su primer gobierno, Bachelet se dio cuenta que recibir subvenciones podía ser el negocio soñado para cualquiera ¿por qué entonces no entregar las subvenciones a fundaciones y ONGs que eran de ellos mismos en lugar de malgastarlas en empresarios privados?

Esta fue la tercera distorsión de la idea -originalmente estupenda- del estado subsidiario: con el acceso masivo de las fundaciones abrieron un fast track para que cualquier pelagato bien conectado con el gobierno armara una y empezara a parasitar del gobierno: plata dulce, fácil y limpia.

Esto siguió creciendo en el segundo gobierno de Bachelet y en los dos de Piñera, pero al menos guardaron las apariencias y tuvieron cierto decoro para mantener los robos escondidos.

No fue así con los merluzos, que al primer día de tener el gobierno se volvieron loquitos, perdiendo todos los frenos y la decencia, lo que los llevó al feo asunto que están enfrentando ahora.

¿Pagan justos por pecadores?
He escuchado a casi todos los políticos diciendo que con este escándalo pagarán justos por pecadores, que existen miles de fundaciones y la mayoría hacen una labor social valiosa que no podría hacer el estado por si mismo.

Eso es una mentira descarada, que incluso es repetida por casi todos los políticos de derecha. Si el día de mañana se termina el financiamiento fiscal a todas las fundaciones y se usa esa plata para subsidios directos bien focalizados ningún pobre se vería perjudicado, todo lo contrario.

Mienten porque les conviene, porque se están llevando el presupuesto nacional para la casa por esa vía. No es cierto que "desvíen fondos para hacer campañas políticas", eso es mentira, la verdad es que se roban esa plata y todo el mundo lo sabe.

Hoy pocos se acuerdan de los escándalos del Sernam, resulta que esos escándalos siguen hasta hoy porque los operadores son estas famosas fundaciones sin fines de lucro donde importantes políticos de todos los partidos sacan las lucas desde los directorios.

Para que hablar de fundaciones inútiles como Integra, Museo de la Memoria, ambientalistas y las que cobijan a toda clase de fenómenos -en el sentido feo de la palabra- disfrazados de "artistas". Eso no es estado subsidiario, no tiene nada que ver con la idea original.

Si mañana mismo se cierran todos los programas de financiamiento para fundaciones sin fines de lucro nadie se va a ver perjudicado. Y esto incluye el Hogar de Cristo con sus tentáculos como Techo, Servicio Jesuita de Migrantes y cien más. ¡Paren de robar!

Fuente: https://bradanovic.blogspot.com/

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