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 - El profesor Damodaran abandona el tren de la RSE

 

 

 

 

 

 

Traducido del Inglés por Alejandro Rogers


Cuestionar las inversiones RSE es casi tan herético como cuestionar las cuarentenas, el uso de máscaras y el genio de Elon Musk; es por eso que nos hemos sentido algo solos aquí en nuestra rama de escépticos de la RSE.

Si bien las inversiones en RSE y el “postureo ético” siguen fluyendo, el desempeño ex post de la RSE simplemente no ha estado a la altura de las expectativas. Y ahora, nada menos que el profesor de valoraciones, Aswath Damodaran de NYU Stern, ha sido lo suficientemente valiente como para escribir un artículo (con Brad Cornell) atreviéndose a cuestionar el "valor" de la inversión RSE.

En la última década, las empresas se han visto sometidas a presiones para que sean socialmente conscientes y ambientalmente responsables, con la presión a veces proveniente de políticos, reguladores y grupos de interés, y otras veces de inversores. Se ha instalado la idea de que los gerentes corporativos deben reemplazar su enfoque en servir a los accionistas por una visión más amplia, donde también sirven a otras partes interesadas, incluidos los clientes, los empleados y la sociedad. Este argumento ha encontrado una audiencia receptiva entre los presidentes ejecutivos corporativos e inversores institucionales. El argumento de que las empresas deben centrarse en "hacer el bien" se endulza con la promesa de que eso será bueno para sus resultados y finalmente para los accionistas. En este documento, construimos un marco que nos permitirá examinar cómo la RSE puede manifestarse en ingredientes tangibles del valor para que podamos observar la evidencia de si ser socialmente responsable crea valor para las empresas y los inversores.

En mi tiempo en finanzas corporativas y valoración, he visto surgir muchas ideas "nuevas y revolucionarias", cada una de las cuales se comercializa como la solución a todos los problemas que enfrentan las empresas.

La mayoría de las veces, estas ideas comienzan reempaquetado un concepto existente y agregando un par de ajustes patentados que son menos mejoras y más ruido, luego obtienen acrónimos y finalmente se venden sin descanso. Con cada uno, la magia se desvanece una vez que las limitaciones salen a la superficie, como es inevitable, pero no antes de que los consultores y los banqueros se hayan enriquecido.

Entonces, perdóneme por ser cínico cuando se trata del último participante en este juego, la RSE (Responsabilidad Social Empresarial), una medida del impacto ambiental y social de las empresas que se ha convertido en uno de los movimientos de más rápido crecimiento en los negocios y en las inversiones y esta vez, el argumento de venta es más amplio y profundo.

Las empresas que mejoran su posición de bondad social no solo se volverán más rentables y valiosas con el tiempo, se nos dice, sino que también promoverán los mejores intereses de la sociedad, resolviendo así uno de los conflictos fundamentales de la empresa privada y, al mismo tiempo, enriqueciendo a los inversores.

Esta semana, el debate ESG ha vuelto a ocupar un lugar central, por tres razones:

En aras de transparencia, discrepé con el Conference Board el año pasado sobre los intereses de los stakeholders, y tiendo a ser escéptico cuando se me presentan "nuevas" formas de pensar la empresa.

Si el debate sobre la RSE hubiera sido sobre hechos, datos y sentido común, y la RSE hubiera ganado, con mucho gusto incorporaría ese pensamiento en mis puntos de vista sobre finanzas corporativas, inversión y valoración. Pero ese no ha sido el caso, al menos hasta ahora, lo que ha sucedido es que los defensores de la RSE han sido postulados como buenos, y cualquier desacuerdo (que es bueno para las empresas, los inversores y la sociedad) se considera un problema y signo de deficiencia moral. A riesgo de que me etiqueten como un troglodita, argumentaré que muchas preguntas fundamentales sobre la RSE han quedado sin respuesta o se han respondido de manera descuidada, y que lo mejor para sus defensores es dejar de exagerar su moralidad y tener una discusión honesta sobre si la RSE son un bien neto para las empresas, los inversores y la sociedad.

Incluso si pasa por alto los desacuerdos sobre la RSE, como problemas de crecimiento, hay un componente adicional que genera ruido, y se trata de la dirección de la causalidad:

¿Las empresas se desempeñan mejor porque son empresas con conciencia social (buenas), o las empresas que están bien encuentran más fácil hacerlo?

En pocas palabras, si las métricas de RSE se basan en medidas de que las empresas a las que les está yendo mejor pueden realizar con más facilidad que las empresas a las que les va mal, los investigadores encontrarán que la RSE y el rendimiento se mueven juntos, pero no es la RSE lo que está generando un buen desempeño, sino que es un buen desempeño lo que le permite a las empresas ser socialmente buenas.

En muchos círculos, las RSE se comercializan no solo como buenas para la sociedad, sino también para las empresas y los inversores. En mi opinión, la exageración con respecto a ESG ha superado ampliamente la realidad tanto de lo que es como de lo que puede ofrecer, y las palabras de moda no son útiles. Esa es la razón por la que he intentado infrautilizar palabras como sostenibilidad y resiliencia, dos puntos destacados en el léxico de los defensores de la RSE, al escribir este artículo. Creo que el potencial de ganar dinero con la RSE para consultores, banqueros y gestores de inversiones ha convertido al menos a algunos de ellos en animadores del concepto, con afirmaciones de las recompensas basadas en investigaciones ambiguas y no concluyentes, para no decir totalmente inconsistentes. La evidencia, tal como la veo, está matizada y se puede resumir de la siguiente manera:

Gran parte de la literatura RSE comienza con un rechazo casi superficial de la tesis de Milton Friedman de que las empresas deberían centrarse en ofrecer beneficios y valor para sus accionistas, en lugar de desempeñar el papel de responsables de las políticas sociales. Cuanto más examino los argumentos que hacen los defensores de la RSE sobre por qué las empresas deberían ampliar sus misiones y la evidencia que ofrecen para la propuesta, más me inclino a ponerme del lado de Friedman. Después de todo, si los defensores de la RSE tienen razón y ser bueno hace que las empresas sean más rentables y valiosas, están en la misma línea que Friedman. Si, por otro lado, la adopción de prácticas RSE  hace que las empresas sean menos valiosas, entonces son los defensores de la RSE que tienen la responsabilidad de demostrar que los beneficios sociales superan el valor perdido.

El tren de la RSE puede estar ganando velocidad y logrando que empresas e inversores se unan, pero cuando todo esté dicho y hecho, se habrá gastado mucho dinero, algunas personas (consultores, expertos en ESG, medidores de ESG) se habrán beneficiado, pero las empresas no serán más responsables socialmente de lo que eran antes de que la RSE entrara en el léxico empresarial.

Lo que se necesita es un diálogo abierto, franco y detallado sobre las políticas corporativas relacionadas con la RSE, con la aceptación de que ser bueno puede agregar valor en algunas empresas y puede destruir el valor en otras, y que, a largo plazo, invertir en buenas empresas puede amortizar durante los períodos de transición, pero a menudo se traducirá en rendimientos más bajos a largo plazo, en lugar de rendimientos más altos.

Fuente: https://www.zerohedge.com/markets/sounding-good-or-doing-good-prof-damodaran-abandons-esg-bandwagon

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