Claudio Moran Ibáñez
Cuando escribo una columna, hago lo posible porque ella llegue a la mayor cantidad posible de lectores. No es fácil, considerando hay temas de suyo complejos, y uno de ellos es lo constitucional, que por mucho que se haya banalizado en los últimos tres años, sigue siendo de comprensión de muy pocos. Y al observar el ultimo esquema de supuestos “expertos”, y ahora de candidatos a consejeros, queda más en evidencia que seguirá siendo como en cualquier área del conocimiento, algo reservado a pocos.
La “cuestión constitucional”, ha sido el velo con que se ha tapado y se sigue haciendo, desde octubre de 2019, la deconstrucción del país, una destrucción del mismo con la finalidad de hacerlo desparecer como tal. Si bien es cierto comenzó mucho antes con la “cuestión cultural” que pocos hemos advertido y combatido, se ha manifestado con incendios, saqueos, delincuencia, fuga de capitales y de personas, invasión inmigratoria, terrorismo, inflación, falta de trabajos, quiebras, y una larga lista que hoy nos tienen estancados no solo en lo económico, se acabó hasta la noción de crecimiento, sino que además desprestigiados ante otros varios países debido al ridículo diplomático ya instalado. De ser un país modelo, somos casi el hazmerreír de Latinoamérica.
Y uno de los elementos que más contribuyen a ese ridículo internacional, es la decisión oscura e impuesta de proseguir con el “cambio constitucional” no obstante el rechazo ciudadano abrumador, es decir, contra la voluntad popular. Como si ella tuviera mucha importancia.
Honestamente, ¿cree Ud. que una nueva constitución y sin hablar de su contenido, va a solucionar alguno de esos esbozados problemas gravísimos? Escuchaba hace unos días a un economista “neoliberal” de claro corte piñerista, que decía que el proceso constitucional debería permitir “desacoplar” la cuestión cambiaria que ha debilitado nuestra economía, de lo institucional, es decir, pretende se generaría estabilidad al menos en lo económico, y repito, sin saber aún siquiera el contenido de la nueva Carta (¿o será que algunos ya la conocen?). Ese es un razonamiento economicista espurio, y nos devuelve al mismo error esencial que nos destruyó como país, “es la economía, imbécil”, pretender que el sentido de una nación y de un país es la economía y que ella determina todo lo demás. Entonces, los “neo liberales” son igual que los marxistas, Marx decía que las bases de la sociedad están determinadas por las relaciones de producción. Es sencillamente, no entender nada de nada, es una posición mercenaria, no encuentro otro termino para definir la posición de eso llamado “Chile Vamos” y su dueño, el tal Piñera, la posición cómoda del cobarde, el “y qué importa” que por más de tres décadas permitió que el neocomunismo globalista se nos metiera hasta debajo de las piedras con la definición de “progresismo”. Rotundo error: la economía, y antes el Derecho, son derivados de la cultura y los valores en que esta se sustenta, y no al revés. Una supuesta nueva constitución, aun con esa falacia de los “bordes”, será en esencia copia de la actual, claro que, con sumisión al globalismo, y si entraba a la revolución en marcha, será nuevamente resistida por la ultraizquierda dominante, y el conflicto permanecerá. Lo sufrirán dos y tres generaciones en adelante. Pero eso es teórico, entre la inmigración, el terrorismo, incendios incluidos, y el crimen organizado nos harán desaparecer como país mucho antes. Sí, se han asegurado, si tienen el papel mejor, pero de facto están imponiendo sus términos. Por tanto, una nueva constitución en este estado de cosas, será siempre inviable, por una u otra causa. ¿Hasta dónde seguirá la mentira?
Los deconstruccionistas del país capitaneados por Boric, trataron de establecer una nueva constitución que borraba nuestra Historia y cultura. Sabían no iba a funcionar porque la constitución funciona solo concordantemente con la legislación. Les importaba el régimen político “chavista” que imponía, porque en ese régimen podían tomar oficialmente el control total del país. Ya habría tiempo para después borrar esos códigos del siglo XIX y otras cosas importantes. Eso se frustró, tropiezo democrático lo llamo Boric en claro desprecio por la mayoría, pero como se creen mesías siguieron adelante-y no paran-con la construcción de un nuevo régimen, con la gentil ayuda del piñerismo. Si la nueva constitución que majaderamente tratan de establecer, cambia instituciones esenciales, demorarán años de cambios legislativos. Si establece esa versión asistencialista del Estado social de derecho, en un país sumido en crisis total, ese Estado reventará de seguro. Como sea, el cambio constitucional no va a funcionar, seguirán las presiones a una nueva derechamente socialista. Entretanto, cual casta sacerdotal, la mediocre y deshonesta clase política seguirá estrujando el monopolio que posee del poder político, contra el interés nacional. Más que nueva constitución, nueva frustración.
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