Claudio Moran Ibáñez


Ha transcurrido un año completo desde la entronización del actual gobierno. Absolutamente nadie con mínimo de cordura puede decir que siquiera algo en el país ha mejorado y no empeorado en este periodo, tanto así que muchos  que se consideran “de oposición” lo llaman “un año perdido”. Una vez más, discrepo.

Los índices y estadísticas son elocuentes, y objetivas. A este fracaso en gestión, se deben sumar los sonados fracasos políticos del que el  más fuerte es el plebiscito del 4 de septiembre, pero que este año ya se suma el fracaso de la icónica “reforma tributaria”.

Si nuestro sistema político fuera parlamentario, o al menos semiparlamentario, la porfiada identificación del gobierno y su programa con el mencionado plebiscito, sumado al deterioro interno en todo, simplemente le habría costado la salida anticipada pocos días después. Lo que sostuvo al gobierno en su fracaso y empecinamiento de derribar la actual constitución y reemplazarla por otra de clara inspiración partisana revolucionaria fue… la misma constitución. Y a contar del 5 de septiembre, la voltereta de buena parte de la mal llamada oposición cuyo controlador es el cuestionable Sebastián Piñera. Una y otra vez le ha tendido la mano a los comunistas y ultraizquierda radical violentista, como lo acaban de anunciar tras el fracaso de la reforma tributaria.

El gobierno se sostiene entonces y en estos momentos, en la misma constitución que impide o dificulta mucho su defenestración, y el colaboracionismo indecoroso de los llamados, o varios de ellos, ”partidos de derecha”. Los “argumentos” si es que pueden así llamarse, son tan pueriles como guardar la imagen país que se dañaría por un cambio anticipado de gobierno, lo que a mi juicio es lo único que puede o podría, salvar a Chile de su autodestrucción total. ¿De qué imagen país se habla, si somos el hazmerreír del barrio y del mundo? País fracasado y derrotado, pueblo sin sueños ni esperanzas, que no aspira hoy a más que  comer y no ser asesinado en la calle o en su propia casa por delincuentes o terroristas. No, lo único que puede pasar si en Chile existiera conciencia, valor y decencia y las fuerzas vivas de la nación destituyeran al actual gobierno que como su peor enemigo está destruyendo Chile, es mejorar nuestra imagen país.

Pero es más fácil decirlo que hacerlo. La indignación e impotencia producto de un nuevo mártir de carabineros asesinado ahora por un delincuente inmigrante producto de las fronteras abiertas establecidas por la izquierda y la derechita light, nos demuestra que nuestra patria está perdiendo el mismísimo instinto de conservación. No se puede vivir esperando un milagro. Dios no está disponible tampoco para un país que se ha olvidado de Él.

Los males de que padecemos son de tal envergadura que un mero cambio de personeros aunque tengan la etiqueta de “derecha”, y sabemos hay muchos de aquellos esperando para profitar como en los gobiernos de Piñera 1 y 2, los que sentaron las bases del colaboracionismos derecha ultraizquierda y comunistas. No, para que se produzca realmente un cambio que reanime a un país moribundo se requiere una nueva elite de verdad, organización, equipos y programas, pero sobre todo, ideas, valores, y mística de que se hace lo necesario por la salvación y recuperación de la Patria. Como sea, vienen tiempos muy difíciles, a nivel nacional y mundial, y es más que obvio que esta apariencia de gobierno en que el presidente no sabe ni hablar ni muchas cosas más, es absolutamente incapaz de abordar y enfrentar las vicisitudes. Este gobierno fue puesto artificiosamente por el nuevo orden mundial de la agenda 2030, precisamente para que Chile no corrija rumbos y se convierta en lo que va, un símbolo y modelo a multiplicar, de ese nuevo orden, un país y una nación que eligió siquiera por ignorancia y omisión, dejar de ser y empobrecerse.

NO, no ha sido un año perdido para esto llamado “gobierno de Boric”, todo lo contrario, es un año ganado por su revolución neomarxista. El caos y la muerte se apoderan cada día mas de todo lo posible, han colocado a su gente, autómatas preparados para seguir deconstruyendo. Tienen a los “opositores” comiéndoles en la mano, no han permitido se levante ninguna alternativa. En el país de los ciegos, el tuerto es rey. Son chantas, pero los pretendidos opositores son aún más chantas. En 30 años se destruyó el país, en muy pocos más seremos un “modelo progre”.

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