Claudio Moran Ibáñez


 Gabriela Mistral dijo que el único arte que se ha sublimado en Chile, es el de “hacerse el leso”. Coloquialmente se diría otra cosa. Somos, como resultado, una comunidad hipócrita, en que todo se barre debajo de la alfombra, en que nada se llama por su nombre. Y cuando reviso a diario los conceptos y propagandas de esta campaña electoral, lo corroboro nuevamente.

 Así, la izquierda para no asustar más a la “derecha”, desde octubre de 2019, ha evitado hablar de lo que vivimos y sufrimos: una revolución, es decir, una alteración sustancial y violenta de nuestra evolución como país en claro intento de torcerla hacia fines ideológicos de los “revolucionarios”. A su vez, la derecha se ha prohibido a sí misma la misma palabra, primero porque la asusta y no sabe de qué se trata o prefiere no saber, y además así es más fácil llegar al camino desviado en que están los ahora partidarios del proyecto de nueva constitución que no es, ni más ni menos, que la coronación jurídica de dicha “revolución” de mención prohibida, pero que existe, es real y tangible.

Y es que, además del miedo que paraliza a esa “derecha” que en 2019 se arrodilló frente a la revolución, ahora la complace como brazo “diestro” de aquella, pues se empapó de las ideas revolucionarias. Así, abrazó al rousseauniano concepto del pactismo social, y al globalismo que absorbe la soberanía nacional. Y todo a cambio, ¿de qué?

 Entonces, el centro de la insurrección revolucionaria que es cambiar por la fuerza y el miedo la actual constitución por otra que facilite dicha revolución, ahora es compartido y llevado a cabo por quienes hasta hace solo meses aparecían en una postura contraria, es decir, “entraron al proceso revolucionario”( o al negocio), son los “idiotas útiles” de que hablaba Lenin, que buscando explicaciones sofistas en el mejor de los casos, cuando no simplemente estúpidas, pero que develan las razones de la sinrazón, de lo inexplicable y del miedo propio y el que inoculan  a la población, son hoy la punta de lanza de esa revolución octubrista: RN, UDI, Evopoli, y se sumó oficialmente, Republicanos. Es decir, los que nacieron, crecieron, se enriquecieron y engordaron con el “modelo” derivado de la matriz ideológica de la sociedad libre, y que hoy quieren cambiar a otra socialista y globalista. Lo de “Estado social y democrático de Derecho con derechos progresivos” y muchas otras cosas del texto, no resisten el menor análisis. Pero, cual sofistas de la Grecia clásica, tratan de convencer a muchos que es cuestión de “estrategia”, ¿de qué? Abjuraron de convicciones y declaraciones, de defender a Chile como Estado nacional, y son ellos los porta banderas de la revolución, ¡qué triste espectáculo! El miedo y la falta de principios permite cualquier cosa. Y con otro agravante, que han destrozado a las derechas cualesquiera sean sus orientaciones. Si gana el a favor, pleno total de la izquierda radical, no hay que fijarse en las marcas políticas, sino ver al verdadero ganador y sus logros : echar abajo la constitución de Pinochet, oficializar el globalismo, la igualdad sustantiva contra la igualdad ante la ley, el indigenismo, las fronteras abiertas la imposibilidad de atacar y reprimir el crimen organizado y el terrorismo, el “cambio climático” como dogma de fe, además de errores hasta de redacción que obligaran a inmediatas reformas, con una oposición actual dividida, y el sello de la firma de Boric. Chutear para adelante será el lema y la excusa, ya no solo de cobardía sino de connivencia con el globalismo y la revolución que aparentaban contrariar. Hoy, la tratan de cumplir, ellos. Y deshacerse de todos cuantos les estorbamos por no ser parte de sus “negocios”. Esa “derecha revolucionaria” ni siquiera entendió lo que es la batalla cultural, y al no saber ni como vencer al enemigo, se unió a él. Así de simple.

 Una revolución solo se puede vencer y superar con una contra revolución, y ello parte por una restauración de lo deconstruido, las instituciones comenzando por el reconocimiento a la constitución vigente por más de 40 años que ahora esa “derecha” hasta niega, pero, sobre todo, la cultura, los valores, las creencias, las fronteras, externas e internas. La batalla cultural, que parte por refrendar que la sociedad es producto de la naturaleza humana como explico Aristóteles, y no de un espurio “pacto social” que nunca nadie vio. El 17 de diciembre será un punto de inflexión para Chile, puede ser el comienzo de la restauración necesaria a la contrarrevolución, o el inicio de una era de oscuridad y confusión, de que los culpables se darán cuenta tarde, suponiendo obraron de buena fe. Pero si triunfare el a favor, la revolución no termina y nada mejorara, los criminales no abandonaran el país, las inversiones no van a volver, Chile no será más pacífico, ni seguro ni justo. Perderemos soberanía y sobre todo, la libertad, la que comienza por el pensamiento.

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