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Cristián Labbé Galilea


Hace tiempo que se sentía en el ambiente un clamor porque ocurriera algo que nos sacara de ese marasmo donde todo se percibe sombrío y confuso. La respuesta llegó y como reza el refrán… “lo que se pide con decencia llega con solvencia”: con las fiestas patrias llegaron en abundancia destellos de esperanza y optimismo.

Además de lo costumbrista -“el asadito”, el choripán, la empanada, la chicha y el pipeño-, este año descollaron dos hechos que pusieron en valor “la esencia del ser nacional” y que entregaron algunas “luces” a las que hay que prestar atención: la Parada Militar y el Te Deum de la Catedral.

Ambos sucesos despertaron en la comunidad sentimientos de optimismo y expectación, especialmente en los ciudadanos no politizados, aquellos que aspiran a vivir en paz, en armonía y en un ambiente que privilegie la libertad, el orden y el desarrollo.

Dos hechos que marcan conceptos claves para cualquiera sociedad que aspire a dar bienestar y felicidad a sus habitantes, ya que esas tradicionales ceremonias imprimen fuerza a: lo secular y lo espiritual, lo material y lo trascendente, lo pasado y lo futuro.

La Parada Militar, siguiendo el formato clásico, fue presidida por la máxima autoridad republicana, y los batallones que desfilaron estuvieron integrados por las diversas expresiones de nuestra nación, sin distinción social, de sexo, de credo o de pensamiento político, y también por representantes de los pueblos originarios, todos ellos bajo la misma bandera y fundidos en… ¡una sola nación!

¿No es esa la mejor respuesta a quienes quieren transformar al país en un Estado Plurinacional? ¿No es esa la mejor respuesta a quienes quieren cambiar los símbolos patrios e izar banderas sin arraigo en nuestra historia? ¿No es esa la mejor respuesta a quienes dudan de la unidad y profesionalismo de las Fuerzas Armadas y las Policías? ¿No es esa la mejor respuesta a quienes quieren refundarlo todo siguiendo modelos que niegan nuestra trayectoria Republicana?

Si con la Parada Militar no quedó claro el mensaje de estos días, bueno sería recordar la formalidad y el contenido de la Homilía del Cardenal Aós en el Te Deum, donde dejó claro y explícito que los valores que inspiran a la sociedad chilena son la Vida, la Familia, la libertad de enseñanza, en definitiva, la persona y su paz social.

Es de esperar que los “señores políticos”, los analistas, los comentaristas, los activistas y los “influencers”, así como los medios de comunicación, hayan “leído” el mensaje, hayan concluido dónde se encuentran nuestras raíces y hayan aprendido que… por fuertes que sean los vientos de cambio, ellos están destinados al fracaso.

En fin, aunque pareciera que nadie lo esperaba, la Parada y el Te Deum terminaron siendo un bálsamo para muchos que, después de lo visto, han vuelto a creer que “Aún hay Patria Ciudadanos” (Manuel Rodríguez, Cancha Rayada, 1818) y que no será fácil que unos pocos borren la historia de una plumada… “por muy convencional que sea la pluma”.

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