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Cristián Labbé Galilea


Es “un hecho de la causa” que, en campaña, los candidatos prefieren eludir temas complejos, y para ello nada mejor que recurrir al silencio estratégico, la promesa fácil y los “slogans marketeros”. Sus adláteres los convencerán que no es cobardía, sino simplemente “una táctica”. Ellos saben que la verdad, cuando incomoda, “cuesta votos”, pero lo que no saben es que para gobernar, y gobernar bien, un líder debe atreverse a enfrentar la verdad por incomoda que sea.

Escuchar a la candidata comunista decir, con toda desfachatez, “yo no provengo de una cultura que promueve el odio” da entre risa e irritación, y cómo no, si ella pertenece a una ideología que, promoviendo la lucha de clases, ha causado millones de muertos y además, fue rostro del octubrismo… ¿A quién quiere engañar “miss simpatía”?

Por lo mismo, esta inquisidora pluma está convencida que “el país ya dio la vuelta” y ha llegado la hora de sacar a la luz aquellas circunstancias que, por razones tácticas o estratégicas, han sido silenciadas e invisibilizadas…

En los años 70 cayó en el marxismo más extremo, estuvo al borde de una guerra civil, nuestra democracia republicana estaba moribunda y, por llamado de la sociedad civil, política, económica y religiosa, los militares intervinieron para restablecer el orden institucional. Sin embargo, en los últimos años hemos vivido lo más nefasto que puede vivir una sociedad: violencia, crimen, terrorismo, narco delincuencia; ni qué hablar de corrupción, nepotismo, decrecimiento, pobreza, cesantía…. Sólo bastaría decir que hemos tenido un gobierno de izquierda, y particularmente de incapaces, que no ha estado a la altura de los tiempos.

Pues bien, ahora tenemos la posibilidad de retomar el rumbo perdido. Dejamos de ser un faro en el mundo occidental para convertirnos en un estado fallido, donde no existe orden, progreso, expectativas de bienestar, ni mucho menos justicia. Ha llegado el momento de defender la libertad, hablar con la verdad y desenmascarar, sin miedo ni cálculos electorales, lo que ha vivido nuestro país en estos 50 años.

Por eso resulta difícil entender qué nadie, en plena campaña, se atreva a levantar su voz con firmeza, para denunciar la realidad de esos “viejos soldados” que hace medio siglo nos dieron libertad y prosperidad, y que hoy viven olvidados, esperando dignamente la muerte, como “prisioneros del pasado, del odio y de la venganza”, en circunstancias que, según el derecho y los tratados internacionales firmados por nuestros país, deberían tener la posibilidad que, al final de sus vidas, se les respeten sus derechos humanos… Borges sostenía que: “el olvido es la más cruel de las venganzas”.

Por último, frente a las pocas expectativas que esos viejos soldados tienen en la política y en la justicia, ante tanto odio y venganza, esta creyente pluma reclama que sea la caridad cristiana y, puntualmente, el propio Cardenal quien abogue por los derechos y la dignidad de esos “batallones olvidados”, porque la fe nos enseña que…  ¡La caridad, ante la injusticia, no humilla… sublima!

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