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Cristian Labbé Galilea


En política, están pasando cosas y no menores; todo indica que soplan vientos favorables para un giro histórico. Comienzan a repetirse situaciones que hace algún tiempo eran impensables, como por ejemplo: que se acogiera una querella por prevaricación contra un alto magistrado que preside una Corte de Apelaciones; que la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) suspenda a la DC chilena por apoyar a una candidata comunista; que todas las encuestas anticipen que el próximo presidente será quien cree verdaderamente en los principios de la Sociedad Libre...

Son muchos los casos que nos permiten suponer que estamos siendo testigos de un punto de inflexión en materia política, y no de meros episodios aislados. Claramente estamos ante una tendencia que se ha venido configurando en el último tiempo, y la mejor demostración es la decisión de la comuna de San Miguel (R.M) de cambiar el nombre a la avenida Salvador Allende para volver a llamarla “Salesianos”, como se conocía tradicionalmente.

La importancia de esta decisión es que ella fue adoptada democráticamente por el Concejo Municipal, después de una consulta comunal donde el 82% de los vecinos estuvo de acuerdo en que la calle volviera a su antigua denominación, la que, en forma arbitraria, había sido cambiada el año 2023 por el alcalde anterior, sin participación alguna de la comunidad.

Alguien puede pensar que este hecho no tiene mayor trascendencia, pero esta observadora pluma advierte a sus sagaces contertulios que el futuro no siempre se anuncia con clarines, sino con susurros. Y esta es una señal clara que a “la izquierda se le acabó el tiempo”, ya no podrán seguir abusando del pasado ni menos tratando de “deconstruir todo”, incluso “las raíces locales”.

Ignorar estas señales es como navegar sin mirar las nubes. El buen observador sabe que, si esos pequeños gestos se repiten y se multiplican, aunque parezcan nimios, son el faro que marca el rumbo de los grandes cambios. En política, como en todo en la vida, el futuro no siempre llega de golpe; primero se filtra por los intersticios de lo cotidiano, y quien ignora esas señales termina arrastrado por la marea.

Las señales son demasiado evidentes; están en todas partes, en la calle, en las conversaciones, en la actitud de quienes antes callaban, y eso la izquierda lo sabe. Sabe que el reloj de la historia les está dando las últimas campanadas, y la realidad les está indicando que ya no controlan el tablero, sus viejas argucias, sus odiosas patrañas y sus desgastadas consignas, han fracasado.

Definitivamente, hoy soplan vientos favorables… Es la hora de la libertad, del orden y del progreso; es la hora de terminar con el desastre, la corrupción y el desgobierno; es la hora de que las cosas cambien. No estamos para prolongar lo viejo, estamos para inaugurar lo nuevo. ¡A la izquierda le llegó la hora!... El refrán lo dice: “Lo que el diablo da, el diablo se lo lleva”.

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