Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh


Supongo que los sueños de niños se someten a realidades generacionales. Así, por ejemplo, mi generación soñaba también con lo que seríamos cuando “fuéramos grandes”, aun cuando el sentido de grandeza pueda tener varias formas de interpretarse, aplicarse, verse o definirse.

Recuerdo muy bien que nuestros padres, hace ya varias décadas, inducían y estimulaban en nosotros actividades y comportamientos humanos que, de una u otra forma, convergían en el bien común. De una manera muy campechana, simple y directa, a vista de hoy muy “rústica”, nos transmitían sus pensamientos y emocionalidades heredadas también de sus padres y abuelos, es decir su propia historia, vivida y sufrida. En esa realidad generacional, cuando nos preguntaban qué nos gustaría ser cuando “fuéramos grandes”, las respuestas habituales eran doctor, bombero, Carabinero, soldado, astronauta o profesor, con excepciones divergentes, respetadas y respetables, cuyo origen era generalmente por razones de historia o actividad laboral familiar y que comúnmente se heredaban de padre a hijo.

Al ser testigo de la última cuenta pública, en un maratónico y extraordinario acto de desafío a la paciencia, a la cordura y al sentido común, no pude dejar de pensar en cuáles fueron los sueños de la generación del Presidente. Me pregunté, también, cuáles fueron los aportes de sus padres en lo valórico, emocional e intelectual, al en ese entonces niño, para cuando “fuera grande”. Es sabida la participación de su padre en oscuros o cuestionables negocios con el Estado y sindicatos, también en una empresa del Estado. Por otro lado, su madre es reconocida, desgraciadamente, no por hechos loables o de filantropía que, eventualmente, pudiera desarrollar, sino por hechos reñidos con la justicia no en su etapa de juventud, sino de adulto. En ese escenario sueños y ejemplos deben haber sido mala mezcla.

Evidentemente no puedo pedir ni esperar respuesta de los mencionados pero, a la oscura luz de los hechos presenciados durante un pisoteado acto republicano, lo que practica hoy ese “niño”, ya adulto, se encuentra muy alejado de la verdad, de la bondad y de la belleza. El ser humano, necesariamente, debe centrar su integración y participación social en esos tres términos, de lo contrario caerá, por antítesis, en lo que se denomina un “antisocial”. Las mentiras sin desparpajo que pronunció en forma ininterrumpida durante 3,4 horas lo ubican, por sí solas, dentro de la calificación de “cuentero”. Por su parte, el contexto se vio envuelto de una falta absoluta de solemnidad. Ello implicó que el acto fue despojado de la “belleza” que requiere, con gesticulaciones desprovistas de prolijidad y respeto. Por último, la bondad estuvo muy lejos de estar presente. Incitar a otros con gestos feos, subalternos, a aprobar sus mentiras es el peor acto de abuso contra quien no puede manifestarse en contra. La bondad hacia quienes le deben obediencia es una virtud que el joven Presidente no tiene en absoluto.

En el acto quedó de manifiesto que lo que rige hoy en nuestro país no es un gobierno, sino un ejercicio del poder. Y lo hace porque puede hacerlo, es decir, tiene el poder. Desgraciadamente estamos sometidos a dictaduras por todos lados. El Ejecutivo indulta contra lo estipulado en la ley y nadie le dice nada. La garantía de impunidad le dice que puede hacerlo. El Legislativo hace o modifica leyes a su antojo, especialmente si no les gusta a los partidos políticos. Así, también nos encontramos sometidos a una dictadura Partidista-Parlamentaria. El Poder Judicial, con su brazo ejecutor el Ministerio Público, resuelve en demasiadas oportunidades bajo “criterio” abiertamente político, errático y con falta de claridad, muchas incomprensibles, generando una tremenda incertidumbre y desesperanza en quienes buscan en ese “autoservicio público” respuesta a sus penurias.

La conclusión de esas interminables horas fue falta de bondad, sin belleza y sin verdad. Cuesta pensar que un niño haya sido inducido a ser eso, un “antisocial”, para cuando “fuera grande”.

A propósito, ¿cómo te fue a ti con tus propios sueños???

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