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Gonzalo Ibáñez Santamaría


Al cumplirse un nuevo año desde el nacimiento de Salvador Allende, la diputada comunista Carmen Hertz le hizo por tweeter un homenaje en el cual le atribuyó la cualidad de “inquebrantable lealtad con su pueblo”. No soy yo quién para calificar las intenciones de un personaje como Allende; ni siquiera para dudar de que eran excelentes. Pero, si a alguien Allende no le respondió con lealtad fue al pueblo. Por cierto, como marxista convencido que era, se llenaba la boca hablando del “pueblo”, pero no era para resolver los problemas que podían aquejarlo, sino para embarcarlo como carne de cañón en la lucha por conquistar el poder. La suerte del pueblo una vez que los marxistas conquistaban el poder quedó muy clara en todos aquellos países que tuvieron la desgracia de caer bajo su dominación: Rusia, China, Cuba, Europa del Este y tantos otros. La guerra por el poder siempre la llevaron adelante con la promesa de instaurar la “dictadura del proletariado”, pero no más se hicieron de él, el régimen que levantaron fue el de una auténtica dictadura “contra” el proletariado, hasta aplastar a éste. Nunca el proletariado ha sufrido más que bajo la dictadura que llevaba su nombre. Del centenar de millones de víctimas que produjo el marxismo allá donde llegó a dominar, una proporción altísima fueron proletarios.

En Chile las cosas no iban por camino diferente entre 1970 y 1973: de las centenares de empresas que el régimen de esos años requisó, ninguna llegó a manos de sus trabajadores y tampoco llegaron a manos de ellos los miles de campos expropiados por la reforma agraria. Esta se hizo bajo el lema “La tierra para el que la trabaja” y ni un metro cuadrado fue asignado en propiedad a los verdaderos campesinos. Toda era una ficción. Los obreros y los campesinos de los cuales hablaba la propaganda no eran los que efectivamente cumplían las funciones de tales, sino los militantes de los partidos en el gobierno. Ellos entraban a esas empresas y a esos campos y pasaban a dominar a quienes efectivamente trabajaban ahí. ¡Ay de aquellos que osaran levantar la voz!

Salvador Allende y sus compañeros de aventura, como buenos comunistas, le pedían lealtad a los trabajadores, pero nunca fueron leales con ellos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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