Magdalena Merbilháa
Los funcionarios, mayores y menores, cometen errores graves y dan explicaciones sin sentido para algo que es una falta individual, que implica asumir las consecuencias de ésta. Si imperara la decencia, implicaría en muchos casos, dejar el cargo a disposición, renunciar.
Hoy, frente a la política y la cultura imperante, se hace necesario volver a definir la responsabilidad individual, ya que todos son víctimas y nadie es responsable. Todo es culpa de “la sociedad”, “del empedrado” y ciertamente de otros, pero nadie asume las consecuencias de sus acciones. El ser humano es libre, no está determinado por su naturaleza, por lo que es responsable de sus actos. Somos los arquitectos de nuestra propia vida, los que escribimos nuestra biografía, por lo que depende de nuestras acciones y omisiones, el “salvar nuestra alma”. En vista de lo anterior, la responsabilidad es, por tanto, la obligación que cada persona individual tiene de responder ante sus acciones, decisiones y asumir las consecuencias de las mismas. Las acciones individuales tienen impacto en otros y en el entorno, por tanto, cuando estas acciones se alejan de la ética, lo hacen también del bien común.
"Todos son víctimas, nadie es responsable. Nadie hace lo correcto, sino lo conveniente. Etcheberry renunció a la prescripción tributaria y completó el pago de las contribuciones adeudadas, no porque creyera que eso era lo justo, sino para permanecer en el cargo"
Los funcionarios, mayores y menores, cometen errores graves y dan explicaciones sin sentido para algo que es una falta individual, que implica asumir las consecuencias de ésta. Si imperara la decencia, implicaría en muchos casos, dejar el cargo a disposición, renunciar. Los funcionarios mienten y roban desde las licencias falsas. Los “pillan” e intentan explicar lo inexplicable, sin ponerse “ni siquiera colorados”. No sienten vergüenza, porque han confundido el bien y el mal. Algunos renuncian, pero no por cargo de conciencia, como sería lo lógico, sino para asegurarse no quedar fuera del sector público, buscan otra repartición. Las autoridades creen que las leyes son para otros, no para ellos.
El gran escándalo de la semana fue el “numerito” del director del Servicio de Impuestos Internos. Él había sido mandatado por el gobierno para lograr recaudar, de donde fuese, dinero para las arcas fiscales. Por lo mismo y sin mucha lógica, se hizo el reavalúo fiscal de las propiedades, lo que subió arbitrariamente las llamadas “contribuciones”, haciendo que un impuesto injusto e improcedente, fuese un verdadero escándalo. Etcheberry apareció en la prensa “apagando” la polémica con más “fuego”, al decir que era un impuesto que sólo gravaba a los más ricos y que a él le encantaría no pagar, pero sería injusto no hacerlo… El punto es que él, no lo hacía. Tenía adeudado nueve años de contribuciones por una casa en Aculeo que nunca regularizó, por lo que pagaba mucho menos de lo que debía. Sus explicaciones fueron las más impresentables, ya que demostraban que para él las leyes deben cumplirlas otros, no él. Esa actitud de “patrón” que se desliga de su responsabilidad individual y que le entrega a otros la culpa. Según él, hizo lo necesario, pero nada funcionó, ya que debió ser el Servicio de Impuestos Internos el que hiciera “la pega”. Habló como si él fuese un extraño en esa repartición, siendo que es el director y por tanto, si el Servicio en algo no funciona bien es su responsabilidad. Tanto creía no tener culpa alguna, que manifestó que había llegado al puesto por alta dirección pública, por lo que le correspondían al menos tres años y dijo querer quedarse. “El chiste se cuenta sólo”, el “verdugo”, que exprime los bolsillos de los chilenos so pena de remate judicial, no pagaba él sus impuestos territoriales. ¿Qué ejemplo es este? Si él no paga, todos tenemos derecho a no pagar. El escándalo estalló por la prensa y cada explicación fue peor. El ministro de Hacienda Mario Marcel, le “prestó ropa” diciendo que sus explicaciones eran “plausibles”. Cómo no iba a decir algo así, cuando estamos hablando de un ministro que ha cometido enormes errores en los números y en los cálculos y que ha defendido a la que, según él, es la mejor directora de presupuesto de la historia de Chile. Estamos hablando de Javiera Martínez, que ha errado en todo, hasta en el Power Point para presentar en la Comisión de Hacienda. Simplemente son “sin vergüenzas”, nada les da “calor”, son “cara de palo” y claro, justifican lo injustificable.
Ahí teníamos, también, a la alcaldesa de Viña explicando el cómo es posible hacerlo tan mal en la reconstrucción. Las responsabilidades, obvio, de otros, nunca propias. Los ejemplos son abundantes y permanentes. Todos son víctimas, nadie es responsable. Nadie hace lo correcto, sino lo conveniente. Etcheberry renunció a la prescripción tributaria y completó el pago de las contribuciones adeudadas, no porque creyera que eso era lo justo, sino para permanecer en el cargo. Sin embargo, la opinión pública presionó, ya que el caso es impresentable, ante lo que el gobierno pidió su salida, no porque creyera que eso era lo justo, sino para no perder todo el piso. Ciertamente de los Irresponsables no es el reino de los cielos, por lo que deberán pagar, al menos en el Juicio Final; pero antes de eso, pagarán en las próximas elecciones. Basta de abusos, no voten por quienes velan por sus “bigotes” y no por lo correcto. No perpetúe a “los chantas”.
Fuente: https://ellibero.cl/
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