19 agosto, 2025
Por Magdalena Merbilháa
En la izquierda simplifican y unen a los adversarios como en un solo individuo, responden al ataque con ataque, bajo la premisa: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Desde la semana pasada hemos visto cómo la “minuta” ha sido que José Antonio Kast quiere gobernar por decretos, saltarse el Parlamento y ser un dictador. Una frase simple e incendiaria. Kast no dijo eso, no busca eliminar el parlamento, sólo se ajustó a la ley y al cómo se gobierna democráticamente. No podemos olvidar que “los indultos” y “las pensiones de gracia” políticas del gobierno de Boric no se hicieron desde ley del Congreso, sino que por decreto presidencial. Hay muchas cosas que no necesitan ley.
Dicen que en el amor y en la guerra, “todo vale”. Hoy es evidente que a esta frase hay que agregarle la política. Muchos deciden hacer el mal y lo incorrecto para lograr hacerse del poder. La gran pregunta es si eso debe ser así, si no hay opciones. Lo cierto es que el “deber ser”, eso a lo que moralmente debemos aspirar para ser mejores personas y por ende más felices, ciertamente, niega esa falsa premisa. El ser humano puede siempre elegir el bien o el mal. Son las personas individuales las que actúan de modo correcto o incorrecto. En todos los casos, se debe siempre asumir las consecuencias de las acciones. La visión general es que muchos políticos hacen lo incorrecto. Deciden desde ya mentir, escandalizar y amplificar lo que no es verdadero para lograr engañar y hacerse del poder. La política es una “Arena Sucia” en la que es aceptado que todo vale. Está llena de propaganda, cuyo objetivo es engañar al electorado para pasar “gato por liebre” y para ensuciar al que pretende ser correcto. Se “camuflan” las ideas para ajustarse a lo que la gente quiere escuchar y no a la realidad. Los políticos prometen todo y saben que no pueden cumplir. El electorado no deja de tener culpa en esto, ya que la falta de realismo, el creer que lo imposible se puede lograr de modo inmediato, es al menos iluso y poco inteligente. Ciertamente el deseo no hace la realidad.
La campaña está recién comenzando y ya hemos visto mentiras escandalosas respecto a lo que se es. La candidata comunista ha dicho ser “socialdemócrata”, que “no quiere expropiar”, que “jamás en su programa estuvo nacionalizar el cobre”, que “no apoyó el tercer retiro”. Sin pudor ha dicho que es lo que nunca ha sido. El disfraz comenzó a caerse, por lo que decide entonces, no participar más en foros para ir a hablarle al “pueblo”, porque los otros son “no pueblo”. Los demócratas cristianos, para no perder las pocas cuotas de poder que les quedan, decidieron dejar de ser demócratas y cristianos al apoyar a la candidata comunista que, en visión, supuestamente representa lo contrario al ideario humanista cristiano. Ayudan a vestirla de lo que no es. La amplia y transversal “cantinga” que Kaiser y Kast son “fascistas” y “nazi” se multiplica con una minuta que parece “coro”, cuando ideológicamente las ideas que proponen ambos son opuestas a las de Mussolini o Hitler. Pero eso no importa, ya que la izquierda, usando la premisa de Goebbels “miente, miente que algo queda”, es fiel a los principios de la propaganda nazi. Simplifican y unen a los adversarios como en un solo individuo, responden al ataque con ataque, bajo la premisa: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Convierten las anécdotas en amenazas. Miran en menos a los electores siguiendo fielmente la idea: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Ciertamente, la memoria es frágil y la ignorancia atrevida. Se ajustan a “la minuta” y los vemos, frente a un ataque contra el contendor, a todos repitiendo la misma idea simple, ya que “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Eso lo planifican, sin duda y es evidente. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Renuevan los argumentos y la información constantemente para que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Construyen argumentos de fuentes diversas como collage, los llamados “globos o sondas de fragmentos”. Callan sobre lo que no tienen argumentos, por eso la candidata no irá más a foros y disimulan las noticias que favorecen a su adversario, como desdramatizar el caos del desempleo, que a todas luces es un drama. Levantan el contraprograma con la complicidad y ayuda de medios de comunicación afines. Buscan alentar actitudes arraigadas primitivas, ya que la propaganda parte de un sustrato persistente, de odios y prejuicios tradicionales, de ahí los “guiños” permanentes a la lucha de clase con “la cuna de mimbre” y “el derecho a iPhone”, entre otros. Buscan convencer a mucha gente, la idea de piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.
Frente a estos puntos de la propaganda, concluya usted quién es fascista y nazi. Desde ya el fascismo, el nazismo y el comunismo tienen más cosas en común que diferencias. La minuta es mentira y busca engañar, cuidado.
Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/la-minuta-las-mentiras-y-el-engano/