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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Voz Nacional


Lo ocurrido en el mal llamado debate presidencial deja una gran lección al ciudadano que debe considerar al tomar su decisión electoral el próximo 21 de noviembre.

En dicho programa ha quedado demostrado que su formato obedece al interés político de los “periodistas” y a la línea editorial trazada por quienes son responsables de la transmisión, quienes usando herramientas que podrían llegar a ser constitutivas de delito, se dan el lujo de dirigir a un lote de desesperados rabiosos contra un solo candidato.

Entramos así en un área tremendamente sensible para la democracia y por ende, la supervivencia del periodismo depende de la responsabilidad ética que los medios asuman respecto a los derechos de los ciudadanos a recibir una información veraz mediante una buena praxis de la profesión. La ética periodística es una herramienta fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier sociedad, sostenía hace algunos años María Dolores Masana, miembro de la comisión de Quejas y Deontología de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España y continuaba:

“Perder credibilidad es lo peor que le puede ocurrir a un medio de comunicación. No se puede aceptar que periodistas recurran a medios ilícitos para conseguir propósitos impactantes en aras de una mayor audiencia y mucho menos cuando los métodos empleados son constitutivos de delito.”

Lo ocurrido la noche del lunes es un escándalo de proporciones al que se ve enfrentado la televisión y la prensa en general por la acción sesgada, por la virulencia política de la entrevistadora, teniendo presente que lo más grave es lo que late en el fondo de este odioso episodio, la sospecha que se abate sobre el buen trabajo de un numero respetable de profesionales salpicados hoy por la acción escandalosa de una profesional que se abrió un camino en los distintos medios entre el escándalo, la opacidad, la desinformación, cuando no la transgresión de la ética.

A la periodista en entredicho hay que decirle alto y claro que en periodismo NO todo vale, rotundamente NO, cuando hablamos de prácticas ilícitas que rozan el delito.

Esto que hemos presenciado un gran número de chilenos, debe advertirnos y darnos luz sobre un futuro en que está gente pueda gozar del privilegio de la dictadura que pretenden imponer. Nada peor que la dictadura de la desinformación. Por eso en Voz alta hay que decir Basta con el periodismo al servicio de las ideologías. Basta con los periodistas que abusan de su imagen pagados por empresarios irresponsables que por un rating promueven sus productos emporcando el camino a la Presidencia de Chile. Basta de exacerbar las más bajas pasiones del ser humano. ¡Basta de Mentir!

Y si en esta acción está comprometido uno de los participantes que lo sepa de antemano el país. La lucha por el poder se logra con ideas y proyectos en beneficio del bien común y no coludiéndose con parientes y sacando beneficios de otro tipo de relaciones. Esto simplemente es gansteril y recuerda el grotesco episodio de la radio Kioto.

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