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Osvaldo Rivera Riffo
Presidente
Fundación Voz Nacional


Sin duda nos enfrentamos en un campo de batalla en que los ejércitos de voluntades por el Rechazo usan como arma de combate la razón y con ella argumentan y desmenuzan el entramado político ideológico que está plasmado en el mamarracho constitucional a plebiscitar el 4 de septiembre.

Esto que forma  parte de la lógica política, del debate y de la argumentación inteligente, está muy lejos de ser el arma que usa el adversario para defender el engendro constitucional que han parido las minorías anti sistema, aquella fauna atolondrada que dijo ser la representante legítima del pueblo, aquella voz delirante que relegó el valor y dignidad de la persona humana al último rincón de la norma jurídica. Sus manipuladores están apelando profesionalmente al uso del arma de las emociones.

A finales del siglo XX, precisamente en 1995, el psicólogo, periodista y escritor Daniel Coleman adquirió renombre mundial cuando publicó su libro Emotional Intelligence y con ello abrió las ventanas para darnos cuenta de la trascendencia que adquiere en nuestras vidas la inteligencia emocional.

Esta teoría muchos la ponen en duda,  pero yo creo que es verdad y como ejemplo centrémonos en la política.

Desde hace algún tiempo la mayor parte de los seres humanos nos movemos inmersos en las turbulencias afectivas que suscitan las identidades políticas y sobre todo quienes son sus líderes, ya que con ello persiguen nuestra adhesión más irracional a sus postulados.

La gestión de la política se ha convertido en un altavoz de emociones regadas de mentiras y ofertones que pugnan por seducir mejor y llegar con mayor éxito al corazón de una ciudadanía a flor de piel, debilitada desde hace ya tiempo por el individualismo.

Camila Vallejos y otras de su especie cautivan a electores con diatribas lanzadas a sus instintos más primarios. Boric recurre a su manejo oratorio para entusiasmar a su auditorio con sus proclamas “se abrirán las grandes alamedas” rememorando al suicida Allende. Otros, de distintos colores, provocan a las masas enfervorizándolas con su aburrimiento del statu quo… Ossandón, por ejemplo.

Es que está imperando en todo su esplendor el capitalismo de seducción como nos lo describiera el filósofo y sociólogo  francés Gilles Lipovetsky. En sus principales obras (en particular, La era del vacío) analiza lo que se ha considerado la sociedad posmoderna, con temas recurrentes como el narcisismo apático, el consumismo, el híper individualismo psicologista, la deserción de los valores tradicionales, la híper modernidad, la cultura de masas y su indiferencia, la abolición de lo trágico, el hedonismo instanteneista, la pérdida de la conciencia histórica y el descrédito del futuro, la moda y lo efímero, los mass media, el culto al ocio, la cultura como mercancía, el ecologismo como disfraz y pose social, las teorías de género y el feminismo, entre otras.

Sin embargo es en su obra Gustar y Emocionar: ensayo sobre la sociedad de seducción ,la “abducción de los consumidores” se produce a través de la “invasión tentacular de las estrategias de seducción comercial” pero como denuncia el filósofo francés esto sucede en todos los ámbitos de nuestra vida y por tanto también en Política: “ya no se trata de constreñir, mandar, disciplinar, reprimir, sino de gustar y emocionar” El Poder, el prestigio y la legitimidad ya no se logran a través de la coacción, sino por el arte de la seducción. Para el autor francés es más efectivo “seducir con suavidad, mostrarse sonriente y parecer amigable y abierto al diálogo”

Pero vivimos en un mundo como ya lo dijera líneas arriba que encumbra la vivencia de las emociones como máximo exponente del individualismo y del culto del “yo” pero ojo “no sólo la acción individual precisa el componente emocional que la motiva, también este es imprescindible para la acción política”.

Es evidente que la política reducida a puras emociones ha llevado a su desprestigio y hoy preocupa más la desafección política que la razonabilidad de las decisiones en general de los políticos.

Sin lugar a dudas que la gestión política ha sido prácticamente invadida por la gestión de la comunicación política y así su vez la comunicación política se ha convertido en un instrumento, ya no de control del estado de opinión de la ciudadanía, sino de su estado de ánimo. Otro  autor afirma “sin esa capacidad de arrastre que tiene una comunicación emocional y afectiva, la política ni convence ni conmueve”

Estamos enfrentados a una recreación de la realidad que ignora la argumentación razonada del pensamiento y somete su mensaje a un constante enfrentamiento visceral manipulado por la izquierda progresista y por cierto con el alto auspicio de la derecha política inconsciente e inculta. Esto, así descrito, no resultará positivo para nuestra sociedad. La razón transmitida sin pasión es poco convincente, pero los sentimientos alentados en solitario, sin el acompañamiento de lo racional se tornará peligroso y de consecuencias impredecibles ya que la utilización de los sentimientos se vuelve vacía y negativa cuando se explota de forma populista, demagógica y mentirosa, potenciando la lucha antagónica y polarizada en la que nos han metido con esta propuesta constitucional.

Razone, no se deje llevar por el engañoso mensaje emocional de la izquierda y recuerde el cuento de la Caperucita Roja que de niño escuchó para quedarse dormido. Bueno, llegó la hora de descubrir que el Mamarracho no es la abuelita de la Caperucita, es el lobo que se devorará la República.

(El artículo de hoy está basado en un documento elaborado por Juan Pagola C.de la Universidad de Deusto Bilbao España)

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