Imprimir

 

 

 

 

Osvaldo Rivera Riffo

 

En artículos anteriores me he referido al fenómeno cultural nacional y a los enfoques que adquiere, según los gustos y preferencias de la autoridad local.

No falta el buen lector que observe y con razón, que hay ironía y las más de la veces dureza en mis expresiones. Digo con razón, ya que el lenguaje de lo políticamente correcto se ha impuesto casi como un mantra de buenas costumbres y hasta hipócrita caballerosidad.

Lamento desilusionarlos, he optado por el camino contrario: el políticamente incorrecto. Ese en que se habla directo, franco, sujeto en la evidencia de la observación, análisis e interpretación de los hechos que afectan el desarrollo social político y cultural del país.

Esta y no otra, es la contribución que hacen los columnistas que miran con preocupación el devenir de nuestra sociedad.

Es probable que algunos se sientan tocados, porque inconscientemente y por falta de mayor conocimiento han aplaudido ciertas acciones culturales o de otro orden, encontrándolas al menos “novedosas”.

Pero cuando los hechos culturales encierran una política que bordea lo inaceptable, hay que decirlo en el lenguaje que corresponde.

¿Sabían ustedes que con la llegada a una comuna del sector oriente de una autoridad de izquierda, se destruyó todo el complejo cultural que por 50 años marcó hitos en la promoción y difusión del arte? .Pero no sólo eso, destruyeron completamente también una estructura museográfica que permitía albergar colecciones internacionales, con la seguridad que los Facility Report exigen.

Pero eso no es todo, transformaron espacios dedicados al fomento del teatro y la música de cámara en oficinas, sólo para dar trabajo a una serie de operadores políticos disfrazados, entre otras cosas, de conservadores del patrimonio. Pues ahí mismo, donde crearon las oficinas del patrimonio, dieron de baja y quemaron todo lo que albergaban las bodegas del inmueble.

Entre lo destruido estaba la colección de afiches polacos, donados por uno de los grandes afichistas contemporáneos mundiales.

Leí en un artículo de un destacado columnista una frase llena de contenido campechano: “y como éramos pocos parió la abuela”. Bueno, aquí también la aplico ya que dicha autoridad fue duramente sancionada en un informe de la Contraloría General de la República por mal manejo de fondos públicos, pero ¡Oh sorpresa! el informe que debía ser evacuado en el tiempo necesario para iniciar las acciones legales correspondientes, sufrió inesperadamente un largo retraso (aun estando listo y firmado por el Contralor) por lo cual dicha exautoridad se benefició con la prescripción. ¿Si esto no es corrupción, qué es?

Cambiaron de mano los destinos políticos y se supuso que se retomaría un camino acorde con el sentir de los vecinos. Pero una vez más el camino no fue distinto.

Las nuevas autoridades terminaron de demoler todo lo construido en los 50 años anteriores y que, por tiempo o desidia, las autoridades salientes no lograron destruir.

A modo de ilustración, la siguiente historia: el año 2000 se inició un proyecto escultórico cuyo objetivo fue rendir un homenaje a los grandes músicos clásicos de la historia, de tal forma de construir una galería con los bustos de dichos artistas y entregarlos a la Comuna y a la ciudad, contribuyendo con ello a difundir el valor de la música de todos los tiempos. La obra fue encargada a un reconocido escultor, quien a cincel grabó en el mármol los retratos de cada uno de los músicos, seleccionados por su importancia histórica. Una vez reunido el dinero, se compraron los bloques de mármol de Carrara en Italia y se transportaron a Chile, entregándoselos al escultor quien se dio a la tarea de darle vida a la obra descrita.

Se hicieron las consultas pertinentes a los organismos competentes y se procedió a instalarlas una a una durante los 10 años que duró su construcción. Fueron 14 bustos, cada uno de ellos inaugurado tras su instalación por grandes personajes de la música mundial.

Por orden de la autoridad, ejecutada por el izquierdista que estaba a cargo de la Fundación, silenciosamente y sin previo aviso desaparecieron una noche de su lugar sin ni siquiera una consulta al escultor, vulnerando las leyes Nº 17336 de Propiedad Intelectual, que defiende los derechos del artista por el sólo  imperio de la creación de la obra y la ley Nº 17236 de Fomento a las Bellas Artes, ambas leyes protegen las obras como patrimonio de todos los chilenos. Pero la autoridad pasó por sobre las leyes y nadie dijo nada y menos a los vecinos.

¿Que se hizo con las obras? nadie sabe. Dicen que las desperdigaron en colegios locales. ¿Con qué fin? nadie tampoco lo sabe. ¿Que podría hacer Beethoven en un colegio donde se enseña cocina? (nada contra la gastronomía, por cierto), si así fuera el caso.

Entonces mí apreciado lector entiendo que Ud. prefiera un lenguaje políticamente correcto, ¿Pero cómo se dice esto en correcto?:

¿Vandalismo cultural institucional?, tal vez.

¿O acaso lo ocurrido con la escultura del cura Poblete no refleja el mismo estilo de hacer política? Pero con la gran diferencia que los 14 músicos desaparecidos no tenían más cuestionamientos que el emocionado reconocimiento de la crítica y los aplausos de generaciones por la trascendencia de su monumental obra.

Así está Chile... ¡Dios nos pille confesados!!!

 

.

Visto: 1039