21 de noviembre de 2017

 

 

 

 

 

Por Pablo Errázuriz Montes


Ricardo Lagos figura señera de la renovación socialista, durante la campaña presidencial se despachó el siguiente apotegma: “El crecimiento económico es lo importante; lo demás es música”.


En la derecha, Sebastián Piñera y las cúpulas partidarias, implícitamente coincidiendo con lo sentenciado por Lagos, centraron su discurso para acceder a la primera magistratura y a la mayoría en el parlamento, en crear las condiciones para retomar la senda del crecimiento, creando más y mejores empleos, tal y como la lógica del crecimiento dicta; mejorando las pensiones, y promoviendo la alegría que el confort y la prosperidad económica de las clases populares les prodiga. La alegría del mall, del automóvil propio, de las vacaciones en Miami. Arriba los corazones porque vienen tiempos mejores.

El discurso de José Antonio Kast, centrado en el derecho a creer en Dios y profesar esa creencia, en la justicia hacia los militares presos o en vías de estarlo a quienes se les ha negado ella sin fundamento, en la defensa del que está por nacer, en los contenidos valóricos de la educación, en la protección y promoción de la familia – la única que existe – formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer, en enfrentar a quienes propician la descomposición de aquellos valores; fue calificada por varios personeros de la campaña de Piñera, como “darse un gustito”. La derecha debe ser inclusiva, declaraba el piñerismo. ¿Quieren casarse los homosexuales? Pues en que afecta eso el crecimiento económico. En nada y por ende ¿para qué oponerse? ¿En que afecta el crecimiento económico que la mayoría quiera el aborto y el homicidio del que está por nacer? En nada, pues hagámosle una verónica al tema a través de la principal funcionaria de Piñera, ahora en el Tribunal Constitucional, de manera de hacer posible que se legisle sobre esta modernización. ¿En que afecta al crecimiento económico que a los militares que participaron en la guerra subversiva hace más de cuarenta años se les persiga políticamente y se le niegue lo que todas las convenciones de derechos humanos le conceden a todos los habitantes del planeta? En nada. Por el contrario, el people meter apunta que la chusma aún quiere venganza, de manera que es funcional a ganar las elecciones, no solo aceptar esta miserable iniquidad, sino que promoverla con discursos superficiales y medias frases.

Todas esas banderías son música. No hay tiempo de convencer sobre la justicia de esos temas, al pueblo preocupado del auto propio, del mall, del acceso a las clínicas luminosas cuando se enferman y de la pensión de jubilación. Aquella que el oráculo, Carlos Peña, identificó como mayoría incontrastable. No hay tiempo para la música ni darse gustitos. Centrarse en lo importante: el crecimiento económico.

La izquierda laguista por su parte, prisionera del pragmatismo y con discursos desgastados, agoniza. La democracia cristiana en la UCI. ¿Por qué? Pues porque irrumpe la tercera fuerza que extrae adeptos principalmente de esos sectores. El Frente Amplio. Un movimiento heterogéneo y disruptivo de los valores y procedimientos de la izquierda convencional. Una heterogénea conjunción de voluntades que quieren cambios no está muy claro de qué y hacia que lugar. Los partidarios del pearcing, de la estética confrontacional, de los grafitis chocantes, del feísmo, de la permisividad sexual sin límites; aquella que en España ha dicho podemos; la izquierda de los derechos sociales sin límites, aquella que apela a la letra de la música de Queen; “I want it all; and i want it now”. ¿Qué su relato no funciona porque la sociedad rápidamente se arruinaría? No señor; si se puede es su lema de combate. Es cosa de quitarle a los ricos para darle derechos a los que resienten de los valores de los ricos. ¿Es que los ricos ya no serán ricos o se llevarán su riqueza? Nada. ¡Vamos no más! Las cosas se arreglarán en el camino. Vivan las chicharras. Mueran las hormigas pareciera ser su lema. ¿Qué fue del proletariado y sus ansias de redención a través de la revolución socialista popular y proletaria? Son cosas del pasado. Ahora todos apelamos a derechos de hacer lo que se nos antoje. La política es música y no crecimiento económico. Una música harto disruptiva e inarmónica por lo que se puede apreciar.

¿Dónde está el error de Lagos, de Piñera y de Carlos Peña para interpretar este fenómeno? ¿Cuál es la o las emociones fundantes del español Podemos y del chileno Frente Amplio? ¿Por qué el activismo tipo lavinista y el aburrido, repetido y alegremente falso, discurso de Piñera, no concita apoyo ni el interés siquiera de quienes lo apoyan? ¿Por qué el dedo de Lagos ya no tiene efecto de emocionar a nadie? ¿por qué el partido socialista democráticamente se hizo el haraquiri privándose de su carta para ganar las elecciones presidenciales en primera vuelta con el apoyo incluso de toda la derecha económica?

Conjeturo dos causas que podrían traer luz sobre estas preguntas. La primera dice relación con el extravío del genuino arte de hacer política. La segunda con la existencia de una crisis de los deseos en el contexto de nuestras sociedades opulentas.

¿Qué es la política? Pues el arte de gobernar de modo que los conducidos hagan lo que la voluntad del conductor quiere. Las elites políticas chilenas -principalmente las de derecha- son culturalmente pobres en sus visiones del hombre abstracto y concreto, ni les ocupa formarse convicciones claras sobre el sentido de la existencia humana. Por eso los liderazgos reales son escasos en Chile y normalmente apabullados por la fronda apegada a sus superficiales aspiraciones. Fue la derecha la que inauguró la doctrina de supresión de liderazgos para ser reemplazados por figuras. Había que conducir el País como una empresa: por un gerente general con un perfil satisfactorio. Refiriéndome a los candidatos presidenciales como ejemplo que se replica hacia abajo; la primera figura fue Büchi. Luego fue Arturo Alessandri. Ambos sin liderazgo real. Seguidamente fue Lavín. Este último fue refinado en cuanto a su perfil de gerente general, se hizo atractivo y locuaz como hacedor de cosas y casi derrotó al líder por excelencia de la izquierda, Ricardo Lagos. La izquierda aprendió la lección y desde entonces solo se casa con figuras; no con liderazgos. Doña Michel se vistió de tanquista con su dulce sonrisa, y gobernó Chile durante 8 años. Ahora levanta al mediático lector de noticias Guiller. ¿Quién es el hombre Guiller? No interesa; conque apunte bien en las encuestas basta. Piñera en tanto, es el gerente general por excelencia. El Lee Giacoca chileno. El que sabe cómo se hacen las cosas en una empresa y un Estado no es más que eso: una empresa grande. ¿su visión del mundo y del hombre? No interesa. Y la que vagamente explicita no es congruente con su trayectoria de vida. Pero da lo mismo. Eso es música solamente como dice Lagos. Y además los temas trascendentes hay que eludirlos porque pueden restar votos. Aquello es ineficiente. Entonces pues, la derecha y la izquierda abandonan la política en sí. El arte de conducir; y lo reemplazan por el arte de ganar las elecciones. En base a matices y recetas más o recetas menos, proponen solo el anhelado crecimiento económico. La música los tiene sin cuidado.

Así las cosas, los dueños de Chile, (como los calificó la candidata del Frente Amplio en la noche de la elección, en un discurso que más pareció confidencias a su psicoanalista), han traicionado la esencia de la política entendida esta como el arte de conducir. ¿Conducir a quién?  No a un hommo economicus, sino a un ser dotado de una existencia trascendente del panne lucrando. ¿Y cuál es la consecuencia de este traicionar la esencia de la política? Pues el desafecto. El que quiere ser conducido a la hora de escoger a su conductor debe identificarle como un líder. Al líder se le tiene afecto porque le devela, le ilumina un camino que a al gobernado le es abstruso u obscuro. Piñera y Guiller no son amables en el sentido exacto de la palabra. Son un recetario de cosas demasiado triviales. Guiller un poco más conectado con la realidad antropológica que señalo, reconoce implícitamente no tener esa lámpara para iluminar el camino. Si fuere honesta su exhortación expresada en su discurso después de la elección de primera vuelta, donde convoca a todos para fijar el derrotero de su futuro gobierno estamos en graves problemas, porque querría decir que no se sabe muy bien hacia dónde va la micro. Todo en su discurso son adjetivos, y obviamente aquella convocatoria viola la ley de gravedad de la política: el líder conduce a los liderados y debe por ende conocer el camino y el objetivo anticipadamente. Lo que está diciendo Guiller a través de su convocatoria implícitamente es; no me importa por donde y a donde vamos, lo relevante es que yo vaya en el puente de mando.

¿Cuál es la emoción que anima a los podemistas y frenteamplistas? Está descrita hace más de 90 años en los capítulos VI, VII y VIII de “La Rebelión de las Masas” por Ortega. Esa emoción no es inédita; fue la que animó París del 68. La perfección misma con que la modernidad ha dado una organización a ciertos órdenes de la vida, es origen de que las masas beneficiarias no la consideren como organización, sino como naturaleza. Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar, y, al mismo tiempo, son insolidarias de las causas de ese bienestar[1] 

El reformismo frenteamplista no arranca de una épica destructora y necesariamente de reemplazo como lo fuera el marxismo leninismo. Se trata de apropiarse, ojalá pacíficamente, de los frutos edénicos que la modernidad ofrece. No hay una querella contra la modernidad ni necesariamente contra el capitalismo. Se trata de disfrutar la modernidad sin el tedioso y fatigoso camino de ganarse sus frutos. Y su eslogan no es absurdo ni imposible como creía Ortega. La modernidad y su técnica ha hecho posible la gratuidad del bienestar. La técnica del facilismo hace posible aquello. Por eso creo, el frenteamlismo y el podemismo español concita tanta adhesión. Cuando Ortega escribió La Rebelión, aquello era efectivamente un absurdo.

¿Pero cuál es a mi juicio el problema? Que la gratuidad, aunque hoy pudiera ser posible, afecta dos aspectos profundos de la arquitectura de la sociedad y de la interioridad del espíritu humano; hace necesaria la expoliación de algunos; y aquello, pónganle el nombre o el adorno que quieran, es coerción y violencia. Y según nos enseña Machiavello, causa de resentimiento imprescriptible. Y lo segundo, la gratuidad viola el principio básico que hace posible la mejora personal del hombre: ser gestor de su destino y amo de sus frutos. Hace dependiente e impotente al hombre para manejar su destino. No hay precedente de la utopía de la gratuidad universal, porque nunca fue posible a través de la historia. Hoy, si bien es posible, debe mirarse su posibilidad con recelo y evaluarse sus consecuencias que yo las creo antropológicamente devastadoras.[2]

Con relación a la crisis de los deseos, se conjuran dos vertientes para hacer que este fenómeno sea particularmente grave en nuestra cultura chilena: por una parte, una densidad culturar débil, fruto de una nación joven que nace como una sumatoria de mundos culturales diversos, como todas las naciones latinoamericanas; pero que en el caso particular nuestro, al ser nuestra colectividad algo más metódica que el resto de nuestros pares continentales, nos rodea una prosperidad que nos encumbra casi al nivel de nación “rica”. Entonces la crisis de los deseos se manifiesta como la describe a quien cito nuevamente; José Ortega y Gasset: Desear no es faena fácil. El nuevo rico no sabe tener deseos. En su secreto fondo advierte que por sí mismo es incapaz de orientar su apetito y por eso busca un intermediario que le oriente, y lo halla en los deseos predominantes de los demás.[3] Este fenómeno afecta vistosamente al mundo contemporáneo y en mayor medida de nuestro país por la señalada fragilidad cultural. La sociedad de consumo no representa para sus afectos una emancipación como pretenden sus inductores; es una esclavitud, no propiamente hedonista según la definición de Epicuro. Es la esclavitud de los deseos obligados por la carencia vital de deseos propios. Ortega va más allá: Si eso esto acontece en la órbita del desear que se refiere a lo que ya hay, imagínese hasta qué punto será difícil el deseo propiamente creador, el que postula desear lo inexistente, el que anticipa lo que aún es irreal.[4] En este punto es donde radica el desafecto hacia los liderazgos tradicionales de la política chilena: no hay convocatorias a deseos creadores de cosas y situaciones no existentes. Solo invitar a la prosperidad económica. Y eso obviamente no basta.

En síntesis, la rebelión de los necios -como se la ha motejado despectivamente en España- que representa la irrupción de los frenteamplistas, se explica fundamentalmente por carencias de los liderazgos tradicionales. Quienes lean la altura de los tiempos y propongan una misión congruente con nuestra condición de chilenos del siglo XXI, harán desaparecer estos liderazgos por omisión, que a mi juicio es la condición del Frente Amplio y de Podemos en España. La convocatoria y los niveles de adhesión de los cuadros frenteamplistas son muchísimo más débiles que la de los comunistas de los años 60, cuando aun la utopía de los socialismos reales estaba vigente.

Así pues, se equivocan Lagos, Piñera y Peña; lo que importa en política y concita adhesiones reales es precisamente aquello que despectivamente se le motejó como la música. Una música que concitare adhesiones que hagan desaparecer el feísmo frenteamplista y podemista, será una llena de armonía, que ponga en el centro, el verdadero ser del hombre y su relación con la armonía del universo, que creo yo, crea, inspira y permite Dios.


Noviembre 2017

[1] Capítulo VI “La Rebelión de las Masas” José Ortega y Gasset

[2] Reconozco que esta afirmación requiere dar razón para fundarla, pero es de tal extensión y complejidad que demanda un estudio aparte.

[3] “Que es la técnica” José Ortega y Gasset

[4] Ibidem 2

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