12 de septiembre de 2020 

 

 

 

 

Por Pablo Errázuriz Montes


Los gestores del 11 de septiembre de 1973, todos oficiales de estado mayor, expertos en teorías y praxis del conflicto, se encontraron con una sorpresa imprevista. Toda su prospectiva apuntaba a que el llamado “Mundo Libre” que era el bando de naciones que se alineaban en la OTAN, reconocería rápidamente y apoyaría al gobierno de las fuerzas armadas que derrocaba a Allende. Este había dado examen de sumisión al comunismo internacional cuando en su visita a Moscú había humillado la dignidad nacional implorando ayuda a la URSS, llamándola el hermano mayor.

Pero ese apoyo al derrocamiento de Allende no sucedió. El reconocimiento del nuevo gobierno por parte de regímenes “amigos” fue tibia y lenta. El apoyo dentro del bando de la OTAN a ONGs abiertamente hostiles al gobierno militar, fue manifiesto y a veces explícito. Los medios de prensa occidental se cebaron relatando falsedades y supuestos horrores cometidos por militares que más parecían hienas sangrientas, que soldados honorables actuando en defensa de su patria. El mismo gobierno de EEUU encabezado por el contumaz anticomunista Richard Nixon, fue débil y contradictorio al respecto. La leyenda de la CIA como gestora del golpe militar, es totalmente mañosa exagerada y literaria. Efectivamente los servicios secretos de EEUU conspiraban contra Allende, apoyando tibiamente movimientos sociales como el paro de octubre y otros. La preparación militar que las FFAA de Chile, junto a las de toda latinoamérica, recibió en la Escuela de las Américas en Panamá por parte de las FFAA de la OTAN, no fue causa ni suficiente ni necesaria del movimiento del 11 de septiembre.

Obviamente los países miembros del pacto de Varsovia, acostumbrados a la mentira sistemática iniciaron una orquesta de ataques intensos, pero menos eficaz y dañino que el de los medios occidentales. Con mis propios oídos escuché la Radio Moscú que relataba los combates entre las huestes del general Prats atrincherado en Rancagua y los facciosos fascistas y golpistas. Las mentiras de Moscú eran grotescas y por ello no dañaban. Las de la prensa occidental eran bien montadas y diseñadas. El New York Times relataba que el rio Mapocho fluía con sus aguas ensangrentadas por las miles y miles de víctimas acribilladas en sus riberas por los golpistas, hienas sedientas de sangre. Los jóvenes de hoy pueden revisar esos medios de la llamada prensa libre, que generaron y cimentaron el mentiroso relato trágico, injusto, salvaje e inhumano del gobierno de las FFAA. Relato que hoy día forma parte de la memoria colectiva de occidente.

¿Por qué un mundo supuestamente en guerra contra el comunismo internacional reaccionaba con tan manifiesta hostilidad hacia un régimen que de manera eficaz y en términos comparativos, casi de manera incruenta, había extirpado un régimen que explícitamente pretendía instalar un nuevo satélite de la URSS en Latinoamérica? Hasta ahora no hay respuestas plausibles a esta pregunta.

En el año 1982, conocí a un ciudadano francés radicado en España. Era un anticomunista muy fundamentado en sus convicciones, culto y muy bien informado de la contingencia. Cultivaba una amistad personal con Vernon Walter, ex oficial norteamericano entonces retirado luego de ejercer como director adjunto de la CIA en el gobierno de Nixon. Pretendía mi amigo radicarse en Chile por cuanto, según él, España estaba trizada luego de la muerte de Franco. A él le escuche por primera vez que el comunismo internacional estaba quebrado por adentro y que en breves años la URSS colapsaría junto a sus satélites. Mi pregunta entonces no se hizo esperar ¿Si está tan cercado y debilitado el comunismo como dices, como se explica que tenga arrinconado al régimen militar con millones de dólares anualmente invertidos en su desestabilización? Su respuesta me dejó más atónito que su afirmación: La URSS y el Pacto de Varsovia, nunca ha desarrollado acción alguna para destruir al régimen de Pinochet. A la URSS nunca le interesó el gobierno de Allende. El pasivo que les significaba el régimen cubano, no querían duplicarlo por ningún motivo. Lo de Allende y su defenestración para los comunistas rusos fue un accidente de nula importancia. Los enemigos del gobierno militar siempre han estado en occidente. Es la independencia política y mental que demuestra Chile el 11 de septiembre de 1973 la que debe ser derrotada por el globalismo. Los enemigos de Chile son el Gobierno Globalista que entonces se ordenaba a una estrategia que él denominaba La Trilateral.

Sus opiniones entonces me parecieron más bien una entelequia sin base. Seguí creyendo que el ejército rojo llegaría a Gibraltar más temprano que tarde y que era el comunismo internacional el que articulaba la campaña internacional de mentiras y desprestigio del gobierno de las FFAA. Pensaba yo que el liderazgo de los EEUU tenía sus días contados. Los helicópteros huyendo de Saigón se repetirían en todo Europa y por ende en Latinoamérica. Después de Teherán, EEUU sumaba y sumaba derrota tras derrota.

En 1989, sorprendentemente para mí, el comunismo internacional se desplomó. Esa no fue mi única sorpresa. La segunda gran sorpresa para la que hasta hoy no hay explicación racional plausible, es que no hubo un ocaso de los dioses como en el caso del nazismo. No hubo ex jerarcas genocidas presos (salvo el de Rumania que fue vilmente asesinado por sus propios camaradas que querían salvar su pellejo). No hubo ajuste de cuentas. No hubo juicio de Nüremberg que en su momento fue una verdadera profilaxis moral de los vencedores de la guerra. Habiendo sido el comunismo una máquina de matar y de opresión, el mundo libre, los vencedores de la guerra fría; no desarrollaron un nuevo juicio de Nüremberg para purgar las aberraciones cometidas en nombre del socialismo. No hubo profilaxis. El mundo quedó infectado. Los crímenes horrendos fueron tapados, olvidados. Existiendo Nüremberg como precedente jurídico que de una superior conciencia moral que debía animar al mundo no se hizo nada. Para el comunismo no hubo memoria en la praxis política. En la cultura sí. La cultura testificó. Solhenitzyn y muchos otros autores dieron testimonio. Hay decálitros de tinta que inunda las páginas de miles de textos que dan testimonio detallado de esos crímenes. El poder mundial triunfante no hizo nada. Habiendo muchísimos más antecedentes criminales que de los nazis, sin embargo no salieron a la luz en juicios formales. ¿Por qué los genocidios comunistas, mucho más trasparentes y documentados que los de los nazis no dieron pie a enjuiciamientos?

Vae Victis; Ay de los vencidos dice el apotegma romanoPero si Tito Livio hubiese nacido en el siglo XX habría quedado sorprendido al comprobar que el desplome de la tiranía no trajo la condena de sus gestores quienes acomodaron sus miserables existencias al nuevo orden de cosas en completa impunidad.

Y en este contexto de manifiesta y abyecta impunidad hacia los enemigos del gobierno militar, el régimen triunfante de las FFAA chilenas, que los derrotó de manera casi incruenta, se transformó en la imagen misma del mal, en el mismo momento que el comunismo quedaba impune.

¿Puede atribuirse esto a obra de el comunismo internacional? Obviamente que no porque este ya no existía. ¿Puede atribuirse a un especial celo moral que ordena imperativamente castigar la tiranía venga de donde venga? Obviamente que no. No hay conciencia moral en quienes no enjuiciaron, investigaron ni condenaron a reconocidos genocidas. ¿Cómo se explica este grotesco doble estándar? Entonces me acordé de mi amigo francés: el enemigo está en occidente.

Un problema matemático, solo se podrá solucionar cuando se formula adecuadamente. El gobierno militar de las FFAA chilenas operó con un profesionalismo militar capaz de vencer a cualquier ejército. Administró el país con una eficacia, honestidad y austeridad completamente atípica entre naciones mediterráneas en general y entre naciones latinoamericanas en particular. ¿En que fracasó? En que no fue capaz de identificar a sus verdaderos enemigos.

Los árboles no dejan ver el bosque y el bosque eran los imperativos urgentes que debió enfrentar al tomar las riendas de una nación empobrecida por un orden social y económico sometido a políticas de desarrollo impuestas desde organismos internacionales como la Cepal; y desde paternalistas estrategias occidentales como la Alianza para el Progreso. Para EEUU había dos estrategias de ayuda: para Japón y Alemania el plan Marshall en que les das cañas, anzuelos y les enseñas a pescar; para Latinoamérica regalarles pescado para que no aprendiesen a pescar y se mantuviesen en una sumisa mediocridad y pobreza. El socialismo de Salvador Allende fue solo el postre de una amarga cena que venía hambreando y sometiendo las libertades de los chilenos desde hacía años.

Los militares chilenos formados en la lógica de la guerra fría solo identificaron como enemigo al comunismo rojo. Creyeron que, emancipando a Chile de toda dependencia, serían aceptados en el club de las naciones libres. Pero esas llamadas naciones libres no habían invitado a la fiesta a naciones pequeñas, de cultura mediterránea, que no hablaban sus idiomas y que podían constituir un amago al orden mundial en construcción.

Los fenómenos políticos tienen una explicación. La hostilidad de EEUU, Canadá y las naciones de Europa occidental a la gesta del 11 de septiembre de 1973, no se explica con el mañoso relato de los derechos humanos. No existe la tal conciencia moral en esas naciones al menos. La explicación se encuentra en otra causa. Las montañas de inexactitudes y mentiras respecto de lo que aconteció en esa fecha y en los 16 años siguientes que se contaron en los medios de prensa occidental, tuvieron la misma motivación que las montañas de mentiras e inexactitudes del relato sobre el ficticio estallido social de octubre de 2019.

Los gobiernos y poderes fácticos de las naciones occidentales no pueden permitir, que en un rincón del mundo exista una fértil provincia señalada de remotas naciones respetada por fuerte principal y poderosa, cuya gente es tan granada, que no ha sido por rey jamás regida, ni a extranjero dominio sometida.

Mientras los chilenos y sudamericanos no identifiquemos quienes y por qué nos son hostiles, seguiremos repitiendo historias de sumisión.

Honor y gloria a los valientes del 11 de septiembre de 1973 que recuperaron nuestra libertad política.

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