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2 de mayo de 2021 

 

 

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes


La Real Academia de la Lengua denomina epifenómeno a aquel fenómeno accesorio y que acompaña al fenómeno principal y que no tiene influencia en él.

El devenir de la realidad contemporánea es objeto de escrutinio por quienes nos interesamos en entender nuestro mundo y buscamos interpretarlo, basados en ciertas creencias que nos sirven de faro. Interpretamos pues la realidad montados en nuestra perspectiva de lo que entendemos, es el mundo. Algunos lo vemos el mundo como la manifestación de la voluntad de Dios, otros como un encadenamiento de causas y efectos materiales; todos en esta vigilia permanente, tratando de orientarnos sobre el porqué de los acontecimientos, y las proyecciones que el hombre, la sociedad y el mundo, pueden tener hacia el futuro.

De pronto irrumpe un acontecimiento imprevisto: la epidemia del sars2 covid 19 un fenómeno supuestamente natural[1] que desencadena un fenómeno político-social: la reacción del poder de los estados nacionales y del orden jurídico internacional ante el evento indeseado. No analizo la cuestión clínica ni epidemiológica directamente Solo me enfoco a analizar solo el fenómeno social y político.

¿Cuál es la actitud intelectual de la gran mayoría de quienes se encuentran en esta vigilia escrutadora del mundo frente a la reacción del poder político mundial ante el virus Sars2 covid 19? La gran mayoría interpretan este evento como un epifenómeno, es decir algo que está descolgado y que no tiene por causa ni efecto, los acontecimientos contemporáneos. Es este un colosal error que con la elocuencia de que soy capaz, pretendo desvirtuar. La forma en que el poder político ha reaccionado ante la supuesta pandemia, es parte indesligable del fenómeno político.

En el arte de crear opinión, la modernidad contemporánea no tiene competidores al través de la historia. La Iglesia católica por siglos buscó evangelizar a la humanidad; esto es librar a los hombres de lo que en su perspectiva eran las cadenas del error. Pero sus medios técnicos para ello fueron antes de la modernidad, muy limitados: el púlpito, la misa dominical, la estructura administrativa de la iglesia, etc. En la modernidad, la mayor eficacia para formar opinión se funda en los medios de difusión masivo. Dichos medios están íntimamente ligados al surgimiento de la sociedad de masas[2]. ¿Qué es la sociedad de masas? Aquella donde muy pocos son los que administran su conciencia personal, y la mayoría se forma opiniones envasadas por quienes les entregan las interpretaciones del devenir del mundo y en el extremo, les prescriben cuales deben ser sus deseos vitales. Incluso entre quienes se perciben como ilustrados y se esforzaban por administrar su conciencia individual, la enorme complejidad del mundo derivada de la irrupción de la tecnología que rodea nuestra vida los va empujando a la categoría de hombres masa, esto es, quienes buscan en el supermercado de las interpretaciones del devenir del mundo, aquella que mejor cuadre con lo que consideran lo correcto. Los dispuestos a formarse un juicio propio con esfuerzo, los lectores de las obras de la literatura y de la sabiduría tradicional (teología, filosofía, ética, etc.) van escaseando, y se impone la figura del ilustrado light. Incluso el culto religioso va despojándose progresivamente de la piedad y del santo temor de Dios como lo definía la teología tradicional, fácticamente lo que le daba sentido al culto, y se transforma en una religiosidad sentimental y emocional.

Así las cosas, el devenir de los acontecimientos humanos queda al albedrío de los pocos que forman opinión y que la suministran con la mamadera al bebe, sosteniendo el joiztick de la historia. Así sucede por cuanto, dentro de otras razones, los medios de difusión y de formación de opinión quedan en manos de muy pocos; poderosos anónimos y lejanos de nuestra vida colectiva. Y aquello se debe a estas dos causas que se coluden peligrosamente: Debido en primer lugar a que “formar” opinión cerrada que no acepta discusiones, es hoy más simple que antaño, dado los potentes y omnipresentes medios de difusión e imposición de esas interpretaciones; y debido a la debilidad cuantitativa de quienes nos resistimos a las interpretaciones envasadas y mantenemos este vigilante escrutinio del mundo.

La reacción del poder político mundial ante el fenómeno de la gripe china ha sido procediendo con una vehemente voluntad de imposición y despreciando la razón científica del evento. ¿Por qué digo esto? Por las siguientes razones: 1) La llamada pandemia se enfoca a una enfermedad menos letal que muchas con las que convivimos actualmente en el mundo. No existe razón para que se reaccione ante el covid 19 como se ha hecho y no se reaccione ante la tuberculosis, por dar un ejemplo; que mata más gente todos los años. Hace cinco años atrás la OMS reemplazó el concepto de pandemia eliminando la parte de la definición que cualificaba como pandemia, enfermedades que causen una letalidad significativa. 2) La identificación de esta gripe se hace a través de un procedimiento científicamente ineficaz para detectarla. En efecto, el examen denominado PCR, está científicamente definido que no detecta siempre la enfermedad y además detecta como positivos a quienes no manifiestan la enfermedad. Además, resulta equivoco conforme distintas formas de practicarlo. En base a este procedimiento de detección, se toman decisiones lesivas a las garantías jurídicas más básicas; libertad de desplazamiento, libertad de trabajo, libertad de culto etc. etc. etc. Las más lesivas de que se tenga memoria incluso cuando se han desencadenado guerras que afectan al territorio afectado. 3) Las medidas que se adoptan no tienen ningún efecto positivo comprobado para disminuir el número de supuestamente contagiados, entre otras cosas porque el PCR detecta un número indeterminado de virus que conviven pacíficamente con el organismo humano. En otras palabras: aunque permanezcamos 20 años encerrados, los llamados “positivos” detectados por el PCR no hay razón científica para esperar que se reduzcan. 4) el paño en la boca y nariz no tiene efecto alguno para combatir la dispersión del virus, fuera de recintos cerrados. Es completamente absurdo e inútil científicamente usar mascarilla fuera de un recinto cerrado por el orden de magnitud de la atmosfera natural que respiramos en los exteriores.

¿Es este mega desatino un epifenómeno? ¿Está desconectado con la fenomenología de la modernidad? La respuesta es no. Los políticos del mundo no se refieren a los cuestionamientos señalados.

Vivimos el colapso por desgaste, de una forma de interpretar el mundo. Este colapso se manifiesta en el sinsentido existencialista con que reacciona la autoridad pública. Nos pretenden convencer qué, se procede para protegernos de un evento excepcional. En verdad, no nos protegen y no es un evento excepcional. La enfermedad y la muerte acompañan a la humanidad y la acompañarán por siempre y la muerte es un hecho individual no social. A través del martilleo cerebral se pretende privar a las personas de su dimensión individual. Si sales a la calle y ejercitas tu libertad personal, matas gente. Eres un homicida”. La buena salud deja de ser un bien, y pasa a ser una virtud personal.

Lo expresado no lo inventé. No lo digo yo. Spengler hace 98 años lo visualizó someramente. Ortega, hace 97 años también lo hizo. El Papa emérito, Benedicto XVI lo ha dicho en sus escritos.

La ilustración y su confianza liberadora, agoniza. Padecemos la beatería de las estructuras, de los protocolos, de los procedimientos previstos en manuales. La vida discurre libremente por afuera, y la burocracia sanitaria, económica, militar, policial, empresarial etc. solo se ajusta a procedimientos previamente establecidos sin tener en cuenta esa vida y su lógica. El comunismo fue precisamente la cúspide de la mentalidad ilustrada. Llevó el racionalismo administrativo al extremo, y colapsó envuelto por las llamas de la completa y total irracionalidad e inutilidad. Le ha tocado la hora a occidente y al llamado “sistema capitalista”. La sociedad moderna carece de sentido trascendental humano. Se pilla la cola permanentemente. El logro de ser “una sociedad plenamente desarrollada” está definida adjetivamente. Es el hombre y el orden social que se dio el que se manifiesta en el mega desatino de la campaña anti pandemia. Se persuade a las masas que este Leviatan los salvará de la muerte y que lo único que deben hacer es someterse a sus dictados. ¿Puede haber una imbecilidad más completa? Se persuade a las masas que la muerte es un evento y no como realmente es: un plazo. Mientras vivo la muerte no existe.

No. No es este un epifenómeno del comportamiento humano en la modernidad. La forma en que los poderosos del mundo han reaccionado ante este evento que sería completamente natural[3], es un fenómeno enganchado estrechamente con la modernidad. Forma parte de la locura ilustrada de querer controlarlo todo, incluso la muerte.

Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2021/05/la-pandemia-como-epifenomeno.html

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