28 de julio de 2021 

 

 

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes


Dostoyevsky en su novela Crimen y Castigo, nos sumerge en los entresijos del alma humana. Su lectura es apasionante no obstante ser un desagrado desde la primera hasta la última línea. El genio del autor es sostener la atención del lector sobre un personaje que pudiera definirse como el arquetipo del mal: Rodión Romanovich Raskólnikov. Rodia (sobrenombre del personaje) ve el mundo a través de sus miserias. Posee una inteligencia superior y es capaz de ver esas miserias humanas donde los otros hombres no lo ven. El mundo para él es un caos que es menester remediar a cualquier costo. Él se autoasigna la condición de corrector de los males del mundo al precio incluso de bajar al infierno para ello. Es así como asesina a una anciana usurera como una forma de “limpiar” al mundo de la basura humana. El autor le ofrece un respiro de fe en el género humano a través de otro personaje también de aguda inteligencia, pero al servicio del sentido común: el juez instructor Porfirio Petrovich. En estas líneas pretendo oficiar de Petrovich en el análisis de nuestro Rodia criollo.

Los anhelos revolucionarios de un porcentaje de la población (más de un millón de votantes) han permitido escoger a un extraño personaje como su líder para que los represente en la contienda presidencial: Gabriel Boric Font. Manifiesta el personaje un carácter complejo. Hijo de una acomodada familia magallánica, ha expresado a través de sus conductas y su aspecto físico, una hostilidad radical hacia el estado de cosas en el mundo que lo rodea. Por su desaliñado aspecto físico, y por sus conductas, el hombre da cuenta de una excitada alteración en la percepción y enjuiciamiento de la realidad. Por conductas similares llevaríamos a nuestros cercanos a tenderse en el sillón de un sicoanalista para desatar los nudos que aprisionan su juicio, tan apartados de los mínimos comunes que permiten la convivencia humana.

En efecto, solo por nombrar las más llamativas; recibió entre carcajadas el obsequio de una polera que vistió, donde aparece una gráfica del asesinado Senador Jaime Guzmán con su cabeza sangrante luego de ser víctima de magnicidio, exhibiéndola como quien exhibe un trofeo. Ratificando su complacencia por este magnicidio, en un viaje a Francia fue a visitar y manifestó su solidaridad al autor del asesinato de Jaime Guzmán, Ricardo Palma Salamanca. En otro extraño y destemplado arranque, amenazó al presidente de la república con certeza propia de un fanático, que él se encargaría de someterlo a prisión sin precisar claramente por qué causa.

Sus soluciones de gobierno proyectadas en su programa son simples; todo él lo ha conseguido a través de las llamadas movilizaciones; “los cambios nacen de la lucha social”. Es la lucha en la calle la que hace encaminarse al mundo hacia una arcadia de felicidad. Entonces hay que eliminar la organización militar de Carabineros de Chile y promover que las masas se “movilicen” para el progreso y bien del país. La pobreza se soluciona de una manera muy simple: se le deben subir los sueldos a todes. Así todes serán más ricos y felices. Existe según él en el orden económico y social una violencia transversal que él se apresta a remediar. No la que asesinó cobardemente a Jaime Guzmán ni la del lumpen que ataca a Carabineros. No; él se refiere a una violencia que nosotros los comunes mortales no vemos. Según expresa, existe abrumadora evidencia científica que el mundo ecológicamente se cae a pedazos, y su gobierno está destinado a salvarlo con todes sus expertes. En resumen: Su programa de gobierno parece salido de la pluma de Rodión Raskolnikov.

La pregunta que me hago en estas letras no es, como los revolucionarios e inadaptados sociales del mundo llegan a las conclusiones que llegan; sino ¿Qué hemos hecho o hemos dejado de hacer para que más de un millón de personas hayan votado a este personaje y sea él una alternativa para ocupar la primera magistratura de la nación? Esa es la pregunta del día. Aquella que nos somete a escrutinio a nosotros; a quienes pensamos desde el sentido común; aquel sentido común que hace posible la convivencia humana.

Para respondérnosla recurro al genio de Dostoievsky quien nos ofrece una clave. El novelista juega con los nombres de la obra y de los personajes. El nombre mismo de Rodión Romanovich Raskólnikov, aquel reformador revolucionario, homicida pero transformador y profiláctico social; a través de un juego de palabras en ruso quiere significar “La Patria de los Romanov ha quebrado”. El nombre de la obra también tiene un doble sentido. El crimen por omisión de la madre Rusia avizora un castigo. ¡Qué profecía más dramáticamente correcta! teniendo presente que el autor precedió la tragedia humana de 1917.

Me objetará el lector; El personaje real Boric y el ficticio Raskólnicov no son puro fruto de sus circunstancias. Su libre albedrio les habría permitido formarse juicios moralmente correctos, ahí donde han llegado a conclusiones moralmente aberrantes como las bondades del asesinato de Jaime Guzmán o el homicidio cometido por propia mano en el personaje de Crimen y Castigo. Somos un yo y unas circunstancias; y objetaría bien el lector: ambos son padres de sus actos y juicios.

Mi pregunta apunta precisamente a las circunstancias que hemos creado en el mundo que nos rodea. El vacío existencial de la vida contemporánea, el centrar el bien en el tener cosas, el hecho que la competencia haya pasado a ser un hecho virtuoso, el haber permitido la destrucción del núcleo familiar, el haber considerado a la mujer madre como un recurso económico que hay que incorporar a macha martillo al “mercado” laboral, el haber convertido el domingo como el día del mall.

Si la Rusia pre revolucionaria que retrata Dostoiesky con sus valores sociales invertidos, se hubiese recuperado el sentido de la religión, de la convivencia, evitar el prurito por las vanidades opulentas, de la justicia y empatía social; los Raskólnicov quizá no hubiesen existido. Si a nuestra juventud le hubiésemos ofrecido una nación chilena unida, una riqueza mejor compartida, una mayor cercanía a las cosas de Dios, una preocupación social porque en los hogares no faltase una madre transmisora de valores y un padre proveedor; quizá Gabriel Boric se horrorizaría -como nosotros- por un crimen atroz como el de Jaime Guzmán.

Dios encarnado pidió perdón a Dios Padre por la banalidad del mal en el mundo; Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.  No podemos traer el reino de Dios al mundo, es verdad. Pero por lo menos buscando salir del hoyo en que estamos, formemos legión para reconstruir una nación más libre de las vanidades humanas.

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