15 de marzo de 2022 

 

 

 

 

 

Pablo Errázuriz Montes


Ha llegado a mi dispositivo de video, un mensaje creado en la plataforma Instagram en el que habla un individuo que fue creado en base a inteligencia artificial del retrato de una persona real. Los conceptos que expresa, las ideas, las expresiones; todo es creación en base a algoritmos. Nada es real. Así lo revela el hombre del cual se extrajo la cara y el tono de la voz. El fenómeno es azorante y causa perplejidad. ¿Nos aproximamos al fin de la realidad y el inicio de la ficción permanente? Algunos responden entusiasmados que sí.

La Convención Constituyente que debería ser nuestra ágora, esto es, el espacio físico y virtual de diálogo donde los chilenos se encuentran para ponderar sus diferencias y así hacer posible la vida en común, fue cooptado por una mayoría que, como el humanoide del video, viven en una ficción alejada de la realidad.

Una conferencia de Julián Marías Aguilera[1] que circula en internet intitulada La Verdad, nos ofrece luces sobre el particular. En los ámbitos de las comunicaciones, de la política y de los intercambios comerciales, la técnica moderna tiene un efecto sorprendente si se reflexiona un poco en ello: las cosas han sido sustituidas por símbolos. ¿Qué problema tendría aquello? Pues que la verdad o falsedad solo se puede inquirir sobre las cosas reales; sobre los entes. Los símbolos son símbolos de cosas y por ende no tienen valor de verdad o falsedad. Lo que dice el androide del video, no tiene valor de verdad porque no lo dice un hombre con conciencia de sí mismo. Lo mismo pasa con los relatos que esgrime la mayoría constituyente. ¿Qué pasa con la verdad cuando las cosas no son de verdad?

Un viejo adagio jurídico dice; las cosas son lo que son; no lo que se dice de ellas. Pero aquello no impera en el reino de la post verdad. Julián Marías nos advertía la existencia de este hábito moderno, de vivir al margen de la verdad. Eso es lo que vivimos desde hace 30 años en nuestro país. Cuando se levantaron acuerdos de poner un cepo a la verdad, encarcelando soldados por delitos inexistentes, la mayor parte de los casos, por sentencias que desprecian los hechos reales, basándose en un relato ficticio de lo acontecido; sentencias que están a disposición de toda persona que sepa leer y discernir y corroborar lo que estoy diciendo. Hemos durante 30 años tolerado un relato mentiroso sobre nuestra historia reciente, que levantó odiosa y vengativamente la izquierda que incluso erigió museos para consagrar la mentira, y la gente decente no hizo nada. Mutis por el foro como reza el adagio. Los relatos son símbolos de la realidad; no son la realidad. Entonces el que ha tenido conciencia de verdad estima que no tiene por qué enjuiciar los relatos que son meros símbolos de la realidad.

Colosal error fue abandonar por comodidad el ágora y no combatir aquellos relatos. Fuimos cobardemente silenciosos, y entonces operó una segunda degradación que nos relata Marías: en Chile pasamos de vivir al margen de la verdad, a vivir contra la verdad. Por haber vivido cómodamente en nuestras casitas disfrutando del bienestar económico, sustraídos de este fenómeno, quienes odian la verdad porque los somete al escrutinio de sus pobres vidas, pretenden acorralarnos ahora con la anti verdad. Esa es la postura de la mayoría en la Convención Constituyente.

¿Cómo hemos llegado a esto? Si a los miembros de esa mayoría los tendiéramos en un diván de psicoanálisis, el resultado sería el siguiente: Mi vida es un bodrio, no se afrontar mi realidad; la culpa de todo ello no se encuentra en mi mismo. ¿Quién es el culpable?: la realidad. Por tanto, vamos a crear un orden jurídico contra la realidad; vamos a legislar fundados en un relato, inexistente fáctica e históricamente; saldremos de nuestro hoyo existencial, superando la realidad. ¿Cómo?; negándola. ¡Qué importa la historia! ¡qué importa la ciencia! ¡Viva la irrealidad!

Todos los actores políticos que hicieron posible que el país viviese al margen de la verdad, están perplejos con las “realidades” inventadas contra la verdad por la mayoría de la convención constituyente. Esa casta de políticos de derecha e izquierda parpadeará y dirá; han ido demasiado lejos. Hicimos posible hacer que Chile viviese al margen de la verdad, pero esto es ya demasiado.

Pocos reparan que todas esas pseudo realidades inventadas por la convención no son posibles en un contexto de paz social. En efecto; si el mamarracho jurídico que preparan fuese aprobado su legitimidad será nula. No existe la nación mapuche o kahueskar. No puedes inventar una realidad por el solo hecho de desearlo. Se trata de realidades prescriptivas imposibles de cumplirse por la voluntad espontánea de las personas. Es como ordenarles a los ciudadanos que caminen en las manos. Y todos sabemos cómo se imponen los órdenes jurídicos que van contra la naturaleza humana: El viejo método estilo Stalin y Mao. Por la fuerza de las armas.

Me pregunto ¿Tienen los revolucionarios de la irrealidad, que conforman la mayoría de la convención, las armas para imponer su orden jurídico esperpéntico? Es la pregunta que deberemos hacernos tarde o temprano.

[1] Filósofo español (1914 – 2005) prolífico escritor, integrante de la escuela de Madrid fundada por José Ortega y Gasset