4 de junio de 2025
Pablo Errázuriz Montes
Conforme al artículo 24 de la Constitución, el 1 de junio Boric debía dar cuenta al país del estado administrativo y político de la Nación ante el Congreso Pleno. Siguiendo la perseverante y coherente política de su gobierno, quien ocupa el cargo de la primera magistratura, incumplió dicha obligación. Su coherencia con lo que ha sido la gestión de su gobierno es total: destruir todas y cada una de las instituciones jurídicas democráticas, destruir todos y cada uno de los consensos morales, y jurídicos y paralizar a través del miedo a quienes se opongan a este proceso de implosión[1] de la sociedad. Para ello, cuando le cabía la obligación constitucional de rendir cuentas, incumple dicha obligación y pronuncia un discurso revolucionario moviendo nuevamente la ventana de Overtone[2] más aun hacia su objetivo político declarado: destruir a la nación.
Por parte de los espíritus light existía una relajada espera en la llamada “oposición” sobre, qué diablos va a decir este prestidigitador de la palabra, si todos sus objetivos explícitos de gobierno han sido incumplidos. Se repartían alegremente memes en las redes sociales haciendo presente sus promesas de crecimiento económico y renovación moral grotescamente incumplidas. Incluso los más obtusos de los opositores y de esa “izquierda democrática” se figurarían que tendríamos a un Boric contrito, haciendo un mea culpa del desastre jurídico-moral que ha sembrado de modo sistémico.
Obvio: no se refirió a ello. En su lugar radicalizó sus propuestas: torturar a los ancianos presos políticos militares, mezclándolos con delincuentes comunes peligrosos y asesinato de niños con catorce meses de gestación bajo el epígrafe interrupción del embarazo. Cuando la oposición se había ya tragado el tarro de tachuelas del llamado “aborto en tres causales” y cuando de manera vergonzosa, esa oposición toleró que inocentes ancianos que participaron directa o indirectamente en la guerra interna para derrocar a la unidad popular hace más de cincuenta años, a condición de que fuesen apresados en una cárcel especial, pues hay que romper ese consenso. Mover la ventana de Overtone una vez más. Patear el avispero cuando las avispas ya se habían sometido a la idea que su nido estuviese en el suelo cortado de la rama. Es una guerra sicológica centrífuga. No hay violencia física. Solo sicológica. Su mayor logro es la dispersión de las fuerzas contendoras, es decir, la división por cuñas verticales y horizontales, del enemigo político. De manual.
¿Quién ha entendido esta mecánica? Solo Johannes Kaiser explicitó su abandono de la sala ante este sarcasmo republicano. Algunos “indignados” diputados de la UDI no asistieron. Algo así como combatir la pornografía como se hacía en los 90, poniendo una bolsa negra sobre las desnudas retratadas en las revistas porno.
Es qué, lo que falta para enderezar a la nación es inteligencia para comprender esta mecánica revolucionaria. No basta con combatir al minúsculo terrorismo físico en la Araucanía. No basta con combatir el narcoterrorismo que controla los barrios de todas las ciudades. No basta con reducir el tamaño o de impedir la tendencia al crecimiento desmesurado del estado y la estatización creciente de la vida cotidiana a través de la burocracia. No basta con poner de pie a la economía para que vuelva la prosperidad y la fe en el futuro para los jóvenes. No basta con reponer las condiciones sociales para que las familias proliferen y nazcan más chilenos. No basta con obligar a respetar a los creyentes en Dios para que profesen sin miedo su fe. No basta con replicar la praxis de Bukele creando enormes cárceles[3] para encerrar a todos los delincuentes. No basta con indultar a los presos políticos militares y perseguir a los jueces que prevaricaron en sus condenas. Todo lo anterior estimado lector es más que necesario: imprescindible. Será una tarea enorme, gigantesca, agotadora y patriótica. Pero no basta.
Para que todo eso sea posible en un perfil de tiempo mucho mayor que cuatro años de un mandato presidencial, es preciso dos cosas: Uno; destruir al enemigo político que busca la disolución de manera explícita y declarada. Dos; hacer rendir cuentas a aquellos que ayudaron, pactaron o se sometieron vergonzosamente a sus dictados pudiendo evitarlo.
Cuando digo “destruir al enemigo político” lo digo en el léxico gramsciano de esta modernidad tardía. No a través del exterminio físico de Boric y su mesnada ni de los comunistas y sus cuadros, al estilo de la Doctrina de Seguridad Nacional que se enseñó en los setenta en la Escuela de las Américas en Panamá. No. Hoy la guerra de exterminio se hace a través de las ideas, al estilo gramsciano. Se trata de coger la ventana de Overtone y moverla en un sentido inverso. Imponer las ideas que hoy son impensables culturalmente en la búsqueda del bien, la justicia y la belleza. Se trata de sembrar el miedo; sí, el miedo, a quienes desean la disolución de la sociedad, la muerte de inocentes en el vientre materno, la demolición de las tradiciones y símbolos de la nacionalidad; el miedo de quienes, desde el gobierno, la judicatura, la legislatura han propiciado esa tarea; el miedo a quienes han ejecutado la destrucción de las ciudades y su sumisión a la fealdad sistémica. Propongo una guerra de exterminio cultural contra las fuerzas centrífugas. Pero para ello hay que ir más allá: buscar a los responsables por omisión de haber concedido por comodidad y cobardía que esta destrucción haya sido posible.
Se trata estimado lector, de combatir la guerra sicológica centrífuga de Boric con una guerra sicológica centrípeta. No se trata solo de crear muros de contención, se trata de construir gigantescos transatlánticos que derroten las corrientes que pretenden contener esos muros, que cual línea de Maginot, siempre fracasan. Mover la aguja de la historia. No contener solamente. No habrá espacio para la molicie si no nos preparamos activamente para la guerra sicológica centrípeta para devolver a lo colectivo a su eje de convivencia en paz y justicia. He ahí la gran dificultad. Movilizar una sociedad cloroformada por el bienestar.
Me parece que Donald Trump, chocante por su extravagancia, es un adelantado en esta doctrina de guerra sicológica centrípeta. Símbolos como la ceniza en la frente de Marco Rubio luego del miércoles de Ceniza o los discursos de J. D. Vance, hablan de guerreros del espíritu.
Pero el título de estas letras va más allá de lo arriba expresado. Creo que en el seudo mensaje presidencial de Boric, se desliza implícita una amenaza derechamente terrorista. Me explico: He escuchado una larga entrevista en el canal YouTube Aladetres[4], a Jaime Mayor Oreja, ex ministro de interior del gobierno de José María Aznar que recomiendo. El entrevistador le interrogó exhaustivamente sobre la campaña terrorista de ETA que él sufrió en carne propia. La tesis de Mayor Orejas es que ETA, no obstante estar sus secuaces en prisión, venció la guerra. España cambió debido a la influencia nefasta del terror cuya manifestación más reciente – no la última, que nadie se ilusione - fue el atentado de la Estación de Atocha.
En síntesis: si las estructuras culturales de un Estado Nación se resisten en la guerra sicológica, si se resisten por el miedo, pues pasemos al terror. Pasemos pues a la fase directamente terrorista, pero terrorista con mayúsculas. No una bombita de pólvora negra dentro de un extintor o algo rasca parecido. No un grupo de patipelados que envían por WhatsApp retratos, escondidos en un bosque de pinos en medio de la cordillera, sosteniendo AK 47 facilitados por los comunistas de barretines del desembarco de Carrizal. No. Me refiero a sofisticadas máquinas de asesinar selectivamente al estilo ETA.
Para evitar aquello, la guerra cultural debe ser implacable. Si no presentamos batalla en aquella guerra cultural y jurídica o permitimos ser lánguidamente derrotados como hasta ahora lo hemos sido (en un eventual gobierno de Matthei eso se da por descontado), la revolución pasará a la fase ETA. ¿Por qué? Pues porque las estrategias de la constitución indigenista propiciadas por revolucionarios de academia y la “nueva y buena constitución” propiciada por quienes deseaban ceder y conceder para no perder, han sido ampliamente derrotadas por la sociedad civil. Porque el pueblo chileno está demasiado sano para tragarse sapos de cesiones de soberanía, indigenismos de academia y sexismos depravados.
¿Qué hacer en tal caso? ¿qué hacer cuando Boric y sus secuaces paguen (porque ellos no lo harán porque son burguesitos cobardes) para que empiecen los asesinatos selectivos? ¿Habrá que desempolvar en tal caso los manuales de contrainsurgencia de las Escuelas de las Américas con la consiguiente secuela de dolores y karma que ella nos legó?
Hala pues sociedad civil. Si quedáis cloroformados como lo habéis hecho hasta ahora con el bienestar económico, la derrota está garantizada.
[1] Explosión hacia dentro.
[2] Estrategia dialéctica consistente en no permitir el consenso político, jurídico o moral, sobre lo que “debe ser” el mundo, combatiendo al contendor dialectico cada vez que acepta lo que antes era inaceptable hacia posturas más y más radicales. Si la derecha política aceptó que hubiese prisioneros políticos militares, pues hay que ir por más: torturarlos privándolos del estatus que se “concedió” para que esa idea fuese tolerable. Esto mezclado siempre con sembrar el miedo a un mal mayor.
[3] De lo que se mofaba sarcásticamente el director del museo de la “desmemoria” Carlos Peña. Ver https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2025/04/intelectuales-payasos-demagogos-y.html
[4] https://www.youtube.com/watch?v=eodIaPlUOXM
Fuente: https://pabloerrazurizmontes.blogspot.com/2025/06/el-mensaje-terrorista-de-boric-la-nacion.html
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