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Mario Marcel Cullell (54) es hijo de una española que junto a su padre llegó a Chile, huyendo del triunfo franquista sobre el comunismo en la Guerra Civil, y fue fundador, con Nicolás Eyzaguirre, del Comité de Economistas Socialistas. Es ingeniero comercial de la Universidad de Chile, con un master en la Universidad de Cambridge, ello antes de ser Director de Presupuesto, funcionario del FMI y del BID y, más tarde, consejero y, luego, presidente, por un período y medio, del Banco Central, al cual dejó -en una decisión que sólo él la entendió[1]para asumir como ministro de Hacienda de este Gobierno.

Por su larga trayectoria en un ámbito aparentemente distante de la política de ring que impera en el país, nadie hubiera imaginado que, más temprano que tarde, llegaría el día en que un prestigioso economista y académico como él, con la templanza y visión global que identifica a los presidentes del Banco Central, terminaría cayendo en el mismo vicio de los activistas termocéfalos que habitan La Moneda. Resultó contraproducente, y hasta asombroso, escuchar de él tan estúpida extorsión de que “sin reforma tributaria se vendrá otro estallido”, en alusión a la negativa del mundo empresarial a tolerar más carga impositiva.

En declaraciones, y no al pasar, a un canal de TV, Marcel manifestó textualmente que “si no se logra un acuerdo, va a ser una gran frustración para el país y significa un riesgo de gran magnitud. Si creemos que después del estallido social, Chile puede seguir adelante sin cambios en materia de gastos, sin mayor esfuerzo tributario y, para algunos, sin una nueva Constitución, creo que es una receta para que volvamos a repetir esa experiencia“.

Un economista de su talla sabe que para que un país logre equilibrio y prosperidad necesariamente debe garantizar, antes que todo, estabilidad. Fue exactamente lo contrario lo que ocurrió con la revuelta del 2019, con pérdidas para el Estado de US$ 3.000 millones, además de grandes daños a la infraestructura pública y privada, destrucción de 22 comisarías y reparaciones de alto costo que recién, y lentamente, se están haciendo. Marcel sabe, y perfectamente, que tras el Golpe extremista de octubre, un 78% de la ciudadanía concluyó que de nada sirvió y un 37% de sus propios protagonistas aseguró que no volvería a involucrarse en una experiencia similar. Aún más, en la actualidad, un 56% justifica el uso de la fuerza para reprimir cualquier levantamiento popular.

Como experto en el tema, el ministro de Hacienda conoce la negra experiencia vivida por Bachelet cuando, valiéndose de una mayoría en el Congreso, oficializó una reforma tributaria: trancó de inmediato la inversión, con el consiguiente aumento del desempleo.

Molestos por la torpe extorsión de Marcel, el empresariado y las pymes le cerraron definitivamente la puerta y rechazan cualquier nuevo impuesto. Idéntica postura tienen Chile Vamos y Republicanos.

Lo sorprendente es que la del ministro de Hacienda no se puede considerar un arrebato o una ‘metida de patas’, pues su afirmación es correlativa al sentimiento generalizado del régimen. Qué más distante de las barricadas y de las bombas Molotov que un estudioso e investigador economista como él, por lo que se deduce que su referencia subversiva es un tema recurrente en el Comité Político de La Moneda.

Señales al respecto, las hay y en abundancia, y no sólo las amenazantes advertencias en tal sentido del Presidente Boric, del alcalde Daniel Jadue, del secretario general del PS, Camilo Escalona, y del PC en cuanto a que “hay que culminar la obra inconclusa de Salvador Allende”.

Por “alguna razón”, La Moneda se niega a oficializar la facultad de Carabineros para el uso de su fuerza y no da signos de querer modernizarlo en armamento, en tanto se han intensificado las presiones a su Director General para que no facilite funcionarios para combatir el narcotráfico. Se les instruyó no detener a los delincuentes que huyen en autos robados, sino sólo seguirlos “de modo controlado”…hasta que colisionen o escapen a pie. Hace poco, una persecución policial abarcó ¡80 kilómetros!

La negativa gubernamental de extender el Estado de Excepción a otras dos Regiones del sur y la irrevocable decisión presidencial de no combatir frontalmente a los comuneros comunistas de la CAM son la prueba de que, ante una eventualidad de subversión auto organizada, el Gobierno cuenta con escuadrones debidamente armados e instruidos. A estos potentes paramilitares rurales hay que sumar el numeroso contingente político/delictual instalado en la Región Metropolitana, ahora con avezados poseedores de todo tipo de equipo bélico.

La instalación de una Comisión contra la Desinformación mediante inteligencia artificial, es clave para todo totalitarismo, y si a ello se le agrega el permanente y millonario tráfico ilegal de dineros públicos, la logística está asegurada.

El anterior estallido fue para derrocar a un Gobierno con minoría legislativa y faltó apenas una hora para que ello se concretase. No obstante, ¿cuál sería, esta vez, el objetivo, si la oferta de Golpe proviene de los mismos que detentan el poder? El enemigo del totalitarismo no se halla en La Moneda, sino fuera de ella y con una vocación de democracia plena que llega a más de un 70% y con un 79% que define como “pésima” su situación actual.

Tal amenaza autogolpista, por conclusión, se traduciría en una pasada de cuenta a la población por su firme convicción de negarle todo crédito a este Gobierno, acosándola con ataques, vandalismo y despojos de bienes para “ablandarla”. No es posible advertir más objetivos que el de atemorizar aún más a gente ya saturada de miedos y sobresaltos por su falta de resguardo e inseguridades.

En La Moneda continúa imponiéndose el tono extremista de comunistas y frenteamplistas, quienes se resisten a aceptar la realidad. Continúan su intensa campaña/presión -y eso lo reforzará la Comisión contra la Desinformación- en cuanto a que, sí o sí, debe aplicarse ‘el programa’, refundacional y revolucionario, ofrecido por Boric. Como ello no parece accesible vía acuerdos, tan impotente como apasionado empeño puede reventar por cualquier lado y en cualquier momento.

Estos aventureros, comprometidos con la refundación de Chile, con un Estado de Bienestar y con un “nuevo ciclo político” necesitan reivindicarse con su causa y con ellos mismos, incrédulos ante la dimensión de su fracaso.

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