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Poner las manos en el fuego por alguien es una expresión que se utiliza comúnmente para demostrar que existe plena confianza en la integridad de una persona, y, por tanto, se asume su honradez. No hacerlo significa exactamente lo contrario.

Esto último fue lo que hizo, y dijo, el Presidente Gabriel Boric, al responder qué opinaba del proceder de sus camaradas de Revolución Democrática que se apropiaron indebidamente de casi $500 millones que, sin fiscalización ni control, les pasó el Ministerio de Vivienda para “ayudar a campamentos de emergencia” de Antofagasta.

La irrupción de este escándalo no demoró en tener réplicas en Fundaciones, también de papel, en Maule, Ñuble y Los Lagos, todas, ahora, indagadas por la Contraloría. La liviandad de estas “organizaciones civiles” lo demuestra el hecho que Democracia Viva fue creada, y legalmente, con un capital de… ¡300 mil pesos!, y en su sede, la PDI no halló ni siquiera un modesto mueble.

“Somos (el Frente Amplio) la alternativa a la corrupción” proclamó la oriunda sueca Catalina Pérez (33), el día en que asumió la presidencia de su partido. Hoy, fruto de su “intervención” en el delito de Democracia Viva, se le canceló su militancia y debió renunciar a la vicepresidencia de la Cámara de Diputados.

La expresión poner o no las manos al fuego, tiene su origen en una creencia, muy divulgada en la Edad Media, en cuanto a que el solo hacerlo esclarecía la verdad. Siglos después, por primera vez en la historia republicana de Chile, un Presidente reconoce públicamente que no pone las manos al fuego “por nadie”, refiriéndose a quienes son parte de su Gobierno. Quedó, así, zanjada definitivamente toda duda respecto a la calaña de quienes integran este régimen, y ello de pe a pa, porque así nos lo ha sido informado directamente por el mismísimo Jefe de Estado.

Habían sido, ya, demasiado evidentes las pruebas de ineptitud, ordinariez e inexperiencia de esta gente gobernante, pero nunca nadie, hasta el momento, había auto asumido de modo tan contundente su falta de moral y probidad, como lo hizo el propio Boric. Además de nefasto, ahora sabemos que el suyo es un Gobierno que se reconoce corrupto, falto de honestidad y, claramente, compuesto por un buen número de delincuentes, y no sólo callejeros.

Las conductas del Mandatario así lo avalan. Con un desparpajo increíble decretó que la Corporación Socio/Cultural de La Moneda -cuna y fomento de orquestas juveniles en la administración Lagos- llevase de modo perenne el nombre de Irina Karamanos. Fue tanta la reacción adversa, que ella, irritada, dejó el cargo y se marchó a la residencia presidencial a disfrutar del bienestar que otorga el uso de los fondos reservados que recibe su pareja.

Quien en el pasado tuvo la genialidad de escribir que “la soberbia es una máscara de la ignorancia”, jamás soñó que en ese instante estaba imaginando a Boric y a sus pandilleros. Con qué arrogancia hablan de democracia, siendo que la quisieron, y quieren, demolerla y con qué desfachatez se han jactado de la paja en el ojo ajeno sin mirar la viga en el propio. “Estamos varios peldaños más arriba en cuanto a moral que los políticos tradicionales” sentenció Giorgio Jackson (RD), pese a que su propia madre debió abandonar la dirección de una entidad fiscal por no rendición de fondos.

Con qué desparpajo condena a otros la ministra del Interior, Carolina Tohá (PPD), quien tiene un juicio abierto por no declaración de dineros mientras fue alcaldesa de Santiago; que inmoralidad la de la edil de Santiago, Irací Hassler (PC), al porfiar por concretar una negociación especulativa con fondos fiscales; qué caradura de la ex jefa del Gabinete, Izkia Siches (FA), cuando, mal intencionadamente, ante una Comisión legislativa inventó un vuelo aéreo de inmigrantes; qué vergonzosa la mudez del alcalde Daniel Jadue (PC), enjuiciado por pagar sobreprecio en la compra de alumbrado público para Recoleta; qué impunidad haber sacado del ministerio de Desarrollo a su titular Jeanette Vega por sus nexos con el líder terrorista Héctor Llaitul y, más tarde, haberla compensado con un cargo en el MINSAL; qué bochorno internacional por la indecencia de vocabulario de la (ex) ministra del Exterior, Antonia Urrejola, y qué tamaña deshonestidad del propio Presidente, quien juró no ‘apitutar’ a nadie en su Gobierno y lo ha súper poblado con 52 mil amigos y recomendados, parientes, parejas y activistas callejeros, como su Jefe de Gabinete presidencial. Pero todo lo superó su indulto a delincuentes en medio de la peor crisis de seguridad ciudadana de la historia.

Desde mucho antes de su instalación, este Gobierno dio señales de su total indiferencia ante la moralidad: el líder de los ‘primera línea’, Mauricio Rojas Vade, quien estafó a cándidos vecinos, utilizando para ello una enfermedad que nunca tuvo, fue designado vicepresidente de la Convención Constitucional. A propósito de ésta, todos los candidatos “independientes” que la integraron, provinieron de Fundaciones y ONG’s fraudulentas, esto es, de “organizaciones civiles”.

A partir de ese “octubrista” episodio de Rojas Vade, la gestión gubernamental se ha deslizado siempre por carriles de la desvergüenza, la incorrección y por una incontrolable adicción a la mentira. El propio Mandatario, a raíz del negociado de la Fundación Democracia Viva, tras condenarlo “porque no pongo las manos al fuego por nadie”, trató de atenuarlo, al asegurar que “es producto de la inexperiencia de sus socios”, ¡en su mayoría simultáneamente funcionarios del SERVIU de Antofagasta!

Fundaciones, ONG’s y corporaciones truchas estructuran la base social de este Gobierno. En todas las instancias requeridas, no alude a la ciudadanía en su conjunto ni al concepto general de gente, sino a las “organizaciones civiles”, creadas por esta administración con el único fin de recaudar fondos pertenecientes a todos los chilenos y utilizarlos en el financiamiento de su propia política, de sus partidos y en beneficio personal de sus ‘ejecutivos’. Es el caso, pero no único, de Democracia Viva.

Desde que asumiera en marzo de 2021 a la fecha, el Gobierno ha sacado desde la caja fiscal US$479 millones –ojo, ¡de dólares!- para dárselos a más de 2 mil “organizaciones civiles” de turbia y tenebrosa concepción.

Para el Presidente, para sus ministros –en especial, para la Vallejo- y para sus dirigentes, aquéllas son las que constituyen su plataforma social, ya que el Gobierno no la tiene en la gente. Los índices de reprobación en las encuestas son el mejor testimonio. Menos podrá recibir la adhesión ciudadana si ésta sabe que los fondos públicos que urgen ir en ayuda de la población, y de los damnificados en particular, se hallan en manos de estas inescrupulosas e ideologizadas Fundaciones financiadas por orden de La Moneda. Además de poner mucho ojo en los nombres engañosos de ellas, es indispensable detenerse en los millonarios montos que reciben: Democracia Viva, $426.000.000; el Gobernador de Los Lagos, Patricio Vallespín, transfirió $4.000.000 a tres Fundaciones, una presidida por él mismo; Asociación Campamento de Ideas, $797.593.752; Fundación ProCultura, $500.000.000; Fundación Urbanismo Social, $577.000.000; y Fundación Cultural TomArte, $400.000.000 y Educación Arte y Cultura, Movimiento Fibra, $430.000.000.

En el marco de este descomunal despilfarro solidariamente político, el ministro de Hacienda, Mario Marcel, debería esconderse de pura vergüenza por seguir exigiendo y presionando para que los profesionales y los empresarios paguen más impuestos, siendo que La Moneda, con su venia y a raudales, regala millones de dólares a sus selectivos camaradas.

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