Por Raúl Pizarro Rivera
El Hombre Mediocre es una obra del escritor uruguayo José Ingenieros, publicada en 1913. En este ensayo, Ingenieros analiza la naturaleza humana, contrastando la figura del "hombre mediocre" con la del "hombre de ideas", ello con una visión realista de futuro.
Entre los mediocres, una de sus más identificables y comunes características es su imbecilidad. Ésta es definida como “una condición de debilidad intelectual, que históricamente se ha asociado a algún tipo de retraso mental moderado”. También puede referirse a acciones de una persona con poca inteligencia.
En Chile hoy ha surgido una interrogante mayúscula: ¿somos realmente tan imbéciles sus habitantes que nos creemos ingenuamente los cuentos de las autoridades? ¿O son éstas las que consideran a la ciudadanía una tropa de imbéciles?
De acuerdo a la abundante literatura sobre el tema, el fenómeno de creer que otros son imbéciles cuando en realidad no lo son, se explica por el sesgo de individuos con poca competencia que tienden a sobreestimar sus habilidades y juzgan a los demás como menos competentes de lo que realmente son.
En una reciente ceremonia de graduación de 900 carabineros, Gabriel Boric los instó a impedir que la corrupción permee a las instituciones del Estado y mencionó al Congreso, al Poder Judicial, a las Fuerzas Armadas y a las policías, pero omitió nombrar al Ejecutivo, el cual él mismo preside. La podredumbre en que se halla el país es consecuencia indiscutible de su gestión, al negarse a combatir frontalmente a la delincuencia y poner fin a la masiva y peligrosa inmigración ilegal.
Él mismo está involucrado en episodios muy oscuros, derechamente delictivos, como la protección que intentó dar a los autores de las defraudaciones hechas por las Fundaciones brujas; por su público interés en retrasar el juicio a su ex subsecretario del Interior; por su personal iniciativa de hacer un negocio ilícito con la que fuera residencia de Salvador Allende y por su estrecho vínculo con el millonario desfalco de la ex Fundación ProCultura de su gran compinche Alberto Larraín, quien públicamente reveló que “con esa plata se financió la campaña electoral de Gabriel”, en alusión, obviamente, a fondos fiscales. Boric declaró a la Justicia que “sólo ahora supe de estos casos”, convencido, por cierto, de que la ciudadanía le creería tamaña falsedad.
Si los jefes delinquen, sus subalternos se sienten con la libertad de hacerlo también. Un ejemplo es lo ocurrido con un joven inmigrante ilegal venezolano, un despiadado sicario que en cuatro oportunidades fue detenido y nunca se le hizo un registro dactilar, porque en todas sus aprehensiones dio nombres falsos. Hasta el conserje de un edificio que solía visitar sabía que la cédula que exhibía era hechiza, dada su borrosa y precaria impresión.
“Se trató de un error de alguien... y es lo que estamos investigando” fue la versión oficial, mientras el asesino huía del país a bordo de un uber. Ningún ‘imbécil’ se ha creído tan infantil explicación para encubrir un claro episodio de corrupción en el sistema judicial en su conjunto.
Con Boric en La Moneda se han materializado innumerables fiscalizaciones por casos tan fétidos como el del hospital San José y del descomunal número de licencias médicas falsas en FONASA, la joyita pública que iba a sustituir a la salud privada. Además, creó un Ministerio de Seguridad, el que dio origen al aumento de homicidios, asaltos masivos y asesinatos de adolescentes.
La explicación de su vocación delictiva está impresa, y grabada: “el lumpen nada pierde por ayudar a los revolucionarios” dijo siendo dirigente universitario, y ha sido fiel a su compromiso adquirido como candidato, de “no combatir a la violencia”. Esto se contrapone con sus repetitivos discursos de que su preocupación prioritaria es la seguridad ciudadana, aunque sigue vigente su orden a Carabineros de no usar sus armas.
Es su Gobierno el que ofreció todo tipo de auxilios a los inmigrantes ilegales -en su mayoría, delincuentes- y fue su ex ministra del Interior la que reconoció que “no tenemos idea dónde están los indocumentados”: la ciudadanía sí lo sabe.
En una conducta propia de su absoluta indiferencia por la ley, el Presidente y los suyos presionan para que los extranjeros residentes y con visa de residencia no sean multados acaso no concurran a las urnas en noviembre: sabe que no sufragarán por la misma izquierda que motivó sus huidas desde sus respectivos países.
Como nadie, Boric está consciente de que su administración va con puerta de salida: su desaprobación ciudadana llega al 67% y un 55% asegura que “por ningún motivo” votará por su candidata, una comunista de tomo y lomo.
Ha tratado, vanamente, de dar la sensación de que ahora es un real socialdemócrata y no un revolucionario bolchevique que prometió, y proyectó, un nuevo Chile, fraccionando su territorio, con todo expropiado y posicionando al Estado como propietario absoluto del país, incluso de sus habitantes.
Derrotado con dureza en su proyecto de instalar una dictadura marxista y por la decepción generalizada de sus otrora admiradores, aún intenta engatusar a la población, mostrándose como un demócrata liberal y no como un demócrata socialista -al estilo Cuba-, su real identidad ideológica. En su empeño por reencantar a los desencantados, organizó una Cumbre de un pequeño lote de izquierdistas de segundo orden y tan desprestigiados y corruptos como él. Cuatro de los cinco que atendieron su convocatoria pertenecen a una especie de insignificantes Jefes de Estado a quienes los pesos pesados del marxismo poco los pescan.
Un cuarteto de miedo -Boric, Sánchez, Lula y Petro- se exhibió en una vitrina de la anti probidad e hizo un anuncio increíble: la creación de un Observatorio para seguir las pistas del extremismo. Nunca, la izquierda dura imaginó que llegaría el día en que se vigilará a sí misma.
El anfitrión les contó a sus amigos que “el modelo de democracia plena es el peor enemigo de la democracia” (¡¡!!), particularmente asustado porque un 30% de chilenos confiesa su disposición a “sacrificar cuotas de libertad” a cambio de vivir en paz, con seguridad y ser protegidos.
Aprovechó dicha cita para violar una vez más las leyes, al no respetar su abstinencia en período electoral: reveló haberle dicho a la comunista Jara -frenada de golpe en las encuestas- que “su Gobierno tendrá que ser mucho mejor que éste”, en lo que se considera su primer reconocimiento oficial a lo malo que ha sido el suyo.
Desde que asumiera en marzo de 2022 hasta la fecha, la travesía de Boric por el poder ha sido una larga e interminable vivencia de escándalos, trampas, malos hábitos y acciones truculentas que, invariablemente, iban a terminar dominando a todos los estamentos del Estado, entre éstos la Justicia, cada vez menos digna de crédito.
Sólo un estúpido podría creerle que la “tradicional unidad de la izquierda” (¿?) va a mantener a estos antisociales en el poder.
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