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Por Raúl Pizarro Rivera


Las mal disimuladas fricciones intrapartidos, los desencuentros de la candidata con el presidente de su propia colectividad, las negativas de varios convocados, los ofrecimientos sin vergüenza de otros y hasta la forma poco ortodoxa y algo doméstica de la conformación del comando de la comunista Jeannette Jara, podrían asumirse, ya mismo, como la mejor prueba de que la izquierda y el extremismo marxista consideran definitivamente cancelada toda posibilidad de que ella llegue a ser Presidente de la República.

No están en dicho equipo, ni estuvieron en este Gobierno, gente seria y estudiosa, intelectuales y pensadores que en el pasado los hubo, y en abundancia, en la izquierda.

La candidata, ahora llevada a debates y urgida para que aclare sus contradicciones, ya no es la misma de la primaria, ni menos la jubilosa vencedora de ésta. En oportunidades, lo agrio de su formación comunista queda en evidencia, mostrándose hasta parca, y desapareció de su rostro su sonrisa perenne, aunque todavía no llega al tenebroso rictus tipo Brezhnev de la comisaría que le puso el PC en su comando, Bárbara Figueroa.

El diputado y ex precandidato en la primaria del Gobierno por el FRVS, Jaime Mulet dijo, refiriéndose al “programa” de ¡unidad de la izquierda!, que “aquí, lo que importa es la supervivencia de los partidos chicos y concretar una mayoría opositora en el Congreso para ¡hacer frente al próximo Gobierno!”.

Mucho antes de la Junta Nacional de las hilachas DC, sus parlamentarios amenazaron a su entonces presidente Alberto Undurraga en cuanto a que “si no nos sumamos al pacto de izquierda, “usted tendrá que cargar con la desaparición del partido”.

El diputado Eric Aedo y la senadora Yasna Provoste, nerviosos por la amenaza de perder sus millonarias dependencias del Estado, corrieron donde Jara para ofrecérseles: la candidata reaccionó, diciendo que “pase lo que pase con la DC, ambos estarán en mi equipo”.

El único cerebro gris de su comando es un economista que fue cercano a MEO, pro AFP’s y fanático del libre mercado, concepto tachado en todos los manuales marxistas.

Más que la elección presidencial, lo que se jugará el domingo 16 de noviembre será la mayoría absoluta en el Congreso, y la izquierda tiene clarísimo que ésa es su única posibilidad de no ser borrada. En absolutamente todos los sondeos, incluso en los de la propia pandilla gobernante, se mantiene inamovible la aguja que marca insuficiente adhesión a Jara. Llega a un 56% el número de quienes “no vota por un comunista”.

Para mal de Jara, en el propio PC hay un sector de sus “bases populares” que no sufragará en protesta porque el candidato no fue Daniel Jadue, el cual no cesa de predicar que “el pueblo es el que debe estar en el poder”, lo que, en rigor, es la primera letra del abecedario marxista.

La memoria colectiva de la población está jugando un rol clave en este escenario. No sólo los adultos mayores preservan sus experiencias con el marxismo, sino las generaciones más frescas tienen presentes muchas vivencias, conductas y declaraciones que las marcaron suficientes para darle un portazo a Jara.

Por su edad, no son muchos quienes recuerdan la promesa de Salvador Allende de “llevar quirúrgicamente a Chile hacia el socialismo” y su compromiso de “si el pueblo quiere armas, ¡armas tendrá el pueblo!”. En su torcida interpretación de la historia, la izquierda, y el comunismo en particular, definen a Allende como “un auténtico demócrata” que fue derrocado “justo el día antes de que anunciara una convocatoria a un plebiscito”, toda una falsedad que nadie se ha tomado el tiempo de aclarar.

En cambio, hoy sí son millones los que no han variado su postura de haber votado en contra del proyecto marxista constitucional hace sólo tres años, el que refundaba Chile, fraccionaba su territorio, terminaba con la propiedad privada, no perseguía a los delincuentes y el Estado pasaba a ser dueño de todo, incluso de la vida de los ciudadanos. Tan totalitaria y dictatorial propuesta fue encabezada por el comunista Marcos Barraza, hoy “asesor personal” de la candidata Jara.

La “mujer más querida de Chile” según la izquierda, Michelle Bachelet, fue quien dio chipe libre a la corrupción, al nombrar ministro del Interior a quien falseó boletas y entregó un “análisis” bajado de Internet a SQM para financiar la segunda candidatura presidencial de ella. Fue también Bachelet quien le mintió al país, al informarse “por la prensa” de una especulación inmobiliaria de su nuera, la cual, en Caburgua, le había narrado en detalles del intento de enriquecimiento ilícito con un crédito en el que su entonces suegra fue muy activa.

Anteriormente, Bachelet había sido la causante de 500 muertes de compatriotas, al anunciar a la población el 27/F/2010 que “no hay amenaza de tsunami”…

En octubre de 2019, el PC y el FA, reunidos con Maduro en Caracas, acordaron el Golpe de Estado que, bajo el mote de “estallido social”, intentó derrocar al Mandatario anterior: el entonces presidente del PC, Guillermo Teillier, lo instó a “renunciar en el acto”. La hoy senadora ex Lista del Pueblo, Fabiola Campillay, alentó a vándalos revolucionarios “a incendiar el centro de Santiago”.

A mediados de 2021, el titular del Senado, el PPD Jaime Quintana, le anunció a Sebastián Piñera que dejaba de estar a cargo del país y que a partir de ese momento lo administraría un Parlamentarismo de facto, ello gracias a la mayoría de la izquierda en el Congreso.

No es fácil hallar en la bibliografía del marxismo criollo a alguien más embustero que Gabriel Boric. Partió anunciando que su triunfo en diciembre de 2021 “mejorará la calidad de vida de las personas”; que el proyecto de nueva Constitución, el 2022, “afianza la democracia”; que “en mi Gobierno no habrá apitutados ni parientes”; que “combatiré la corrupción caiga quien caiga”; que “perseguiremos como perros a los delincuentes”; que “doy un plazo de 5 días para expulsar a los extranjeros indocumentados”; que “la economía chilena ya despegó” y que “la principal preocupación de nuestra administración es garantizar y resguardar la seguridad de mis compatriotas”…

Izkia Siches, a semanas de haber asumido en Interior, el 2022, le anunció a la Comisión de Interior de la Cámara de Diputados que “no habrá más inmigrantes expulsados durante este Gobierno”. Giorgio Jackson, a quien le correspondía el segundo período de un anunciado largo ciclo de extrema izquierda, nunca aclaró por qué se dejó robar documentación de su entonces ministerio, y ello luego de advertir que “nosotros tenemos un estatus moral de más alto nivel que los políticos actuales” (¿?).

Carolina Tohá, como ministra del Interior, se encargó de asegurar que fue “todo un éxito” su plan Calle sin Violencia, y luego se comprometió a que el nuevo Ministerio de Seguridad estaría conformado sólo por técnicos y expertos en el tema, “sin identidad ideológica”: lo integran 984 funcionarios, entre abogados, sicólogos e ingenieros, casi todos operadores políticos y 12 con ingresos superiores a los del ministro. En tanto el presidente del PC, Lautaro Carmona, continúa calificando de “democracia plena” a la Venezuela del dictador Nicolás Maduro.

¡Ah!, Jeanette Jara, pese a haberse criado en El Cortijo, la primera toma de terrenos en la Unidad Popular, perdió la elección a la alcaldía de Conchalí, en 2021, ante el independiente René de la Vega, quien hoy recuerda que en dicha campaña el discurso de campaña de ella fue exclusivamente de “odiosidad y de revancha social”, una postura sospechosamente incompatible con la que hoy trata de engañar a los chilenos.

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