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3 septiembre, 2020 

 

 

 

 

 

Benjamín Ugalde
Doctor en Filosofía. Académico de la Universidad de Chile


Los líderes del sector han preferido aferrarse a la lógica del “pan para hoy, hambre para mañana” (o dicho de otra forma: “votos para hoy, a costa de las ideas que nos movilicen mañana”), siguiendo así un pragmatismo ideológico que se ha caracterizado por ser incapaz de velar en el largo plazo por la defensa de ciertas convicciones mínimas.


La semana pasada hemos recibido tres noticias que dejan en evidencia una virtual capitulación ideológica de la derecha chilena. Primero, Joaquín Lavín, uno de los líderes históricos indiscutidos del sector, declaró identificarse con la “socialdemocracia”, una ideología política que está asociada en todo el mundo a la centroizquierda y que impulsa un rol preponderante del Estado en todos los aspectos de la vida social. Y luego, Felipe Kast, en un tono similar al usado por Lavín, ha planteado que está decidido —al igual que el mismo alcalde de Las Condes— a votar por la opción “Apruebo” en el plebiscito constitucional. Según Kast, Chile requeriría de una nueva Constitución “democrática” (como si la actual Constitución firmada por el Presidente Lagos en 2005 no lo fuera), siguiendo así una antigua demanda propia de la extrema izquierda durante los 90 y los 2000, y que se volvió popular entre los representantes de la izquierda moderada cuando ésta perdió la administración del “modelo” en las elecciones presidenciales del año 2009.

Pero para ser exactos, el inicio de la capitulación ideológica de la derecha chilena comenzó el 15 de noviembre de 2019. Entonces, el líder del sector y Presidente de la República Sebastián Piñera utilizó esta debilidad de la élite de la izquierda por la Constitución para intentar aplacar y destrabar las protestas que tenían en vilo su gobierno. Sin embargo, nada de eso sucedió: no se recuperó la paz social y, por el contrario, la violencia callejera extrema duró hasta marzo del presente año, cuando sólo la pandemia de covid-19 pudo detenerla. Piñera, en conjunto con todos los partidos de la alianza de derecha, Chile Vamos, prefirió salvar circunstancialmente su gobierno echando mano de un subterfugio constitucional (introduciendo en la Constitución una reforma que ella misma no contemplaba para su propia derogación), en vez de haber tomado alguna decisión de impacto más acotado y más responsable con su sector y con el país, como, por ejemplo, haber adelantado las elecciones presidenciales. Precisamente a este respecto, hemos recibido la tercera noticia de la semana: en sus alocuciones sobre el plebiscito, el Presidente Piñera ha declarado, insistentemente, que está decidido por el cambio constitucional completo y no por la reforma, con lo que se ha puesto a sí mismo mucho más cerca de la opción “Apruebo”.

Observando cuidadosamente todo este escenario, resulta palmario que los líderes de la derecha chilena han iniciado un nuevo ciclo para el sector: el de la capitulación a sus propias ideas, prefiriendo aferrarse a la lógica del “pan para hoy, hambre para mañana” (o dicho de otra forma: “votos para hoy, a costa de las ideas que nos movilicen mañana”), siguiendo así un pragmatismo ideológico que se ha caracterizado por ser incapaz de velar en el largo plazo por la defensa de ciertas convicciones mínimas. Hoy, frente a un escenario adverso, Sebastián Piñera, Joaquín Lavín y Felipe Kast han preferido capitalizar “favorablemente” una coyuntura electoral a costa de las convicciones del sector —la vía reformista institucional y no la refundacional—, en lugar de liderar y “hacer la pérdida” defendiendo las ideas de largo plazo de sus votantes, los mismos que eligieron como presidente a Sebastián Piñera con uno de los escrutinios más altos de los últimos treinta años, sin contener un cambio constitucional en su programa de gobierno, y menos aún en las condiciones de “hoja en blanco” que ha impuesto la izquierda con el aval de la propia derecha.

Es a lo menos curioso, por consiguiente, que ciertos líderes de este sector repitan el mantra o fetiche del “relato”, aun cuando ellos mismos hacen virtualmente imposible cualquier relato en la derecha al horadarlo y abandonarlo ante la más mínima adversidad. Seguramente en su rígido pragmatismo ideológico nos dirían: “no están los tiempos para defensas de la libertad, de la responsabilidad individual, del emprendimiento, del mercado libre y justo, de la propiedad o de la seguridad”. Pero cabe sinceramente preguntarse ¿cuándo van a darse esos tiempos, si los propios líderes de la derecha no los hacen posibles y, con una mirada cortoplacista, prefieren saltar al abordaje de la ideas de la izquierda socialdemócrata (o derechamente del populismo, como Manuel José Ossandón y Mario Desbordes, también defensores del “Apruebo”) para llevar adelante su propio proyecto político?

Hoy, la debilidad ideológica crónica de la derecha chilena le está pasando la cuenta al sector, y sus líderes políticos no han hecho más que perpetuar esta deficiencia con sus acciones. Lo cierto es que en este momento se trata de un sector cuyos líderes actúan en base al más puro pragmatismo, sin convicción, sin sueños y sin relato, y que sólo reaccionan frente a la imposición de un camino que lo traza la izquierda —y no precisamente la más moderada—. Valentina Verbal es la intelectual y académica que ha hecho notar con mayor claridad esta paradójica situación de la derecha en nuestro país, primero en su libro La derecha perdida (Ediciones LyD, 2017) y luego en su ensayo “El hundimiento. La derecha chilena frente a la crisis de octubre” en el libro El octubre chileno (Ediciones Democracia y Libertad, 2020). Allí el lector podrá encontrar otros importantes elementos que explican la debacle ideológica del sector.

Finalmente, cabe legítimamente preguntarse si acaso esta lógica del “pan para hoy, hambre para mañana” de los líderes de la derecha chilena se extenderá también —de ganar el “Apruebo”— al eventual proceso constituyente mismo, y si tendremos, por consiguiente, a un Joaquín Lavín, o a un Felipe Kast, defendiendo las ideas de la izquierda socialdemócrata para hacerse de una buena posición con miras a las elecciones presidenciales del próximo año. Ello significaría que la derecha chilena no ha aprendido nada de las crisis de confianza interna de las coaliciones políticas, que han llevado, sobre todo en Europa y Estados Unidos, al surgimiento de líderes outsiders que capitalizan esa falta de conexión de los representantes políticos con sus bases. No habría, entonces, que sorprenderse si en Chile acontece algo similar en el futuro.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/benjamin-ugalde-la-capitulacion-ideologica-de-la-derecha-chilena/

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