Imprimir

14 julio, 2021 

 

 

 

 

 

Francisco Orrego
Abogado


Al contrario de lo que muchos pueden pensar, el Congreso no perderá su relevancia en el devenir político-institucional del país, aunque algunos pretendan convertir a la Convención en un poder del Estado.


Con justa razón, los convencionales de centroderecha han debido salir al paso de varios convencionales de la izquierda radical, incluyendo a la propia mesa de la Convención Constitucional, para recordarles sus deberes convencionales y los alcances de la tarea encomendada, ante la tentación de estos últimos por desbordar los límites fijados en la propia Constitución, atribuyéndose funciones y tareas de las que carecen por completo.

Tan insólito como lo anterior ha sido ver llamados de parlamentarios y operadores políticos de centroderecha para advertir el marco constitucional al cual deben ceñirse los convencionales, olvidando por completo que fueron ellos mismos los que renunciaron y entregaron la Constitución de 1980, aprobaron proyectos de ley abiertamente inconstitucionales, populistas e irresponsables y renunciaron a los principios, valores y convicciones del sector. No debe sorprender, pues, que a la irrelevancia en que han caído los parlamentarios de la centroderecha, se sume ahora su inconsecuencia.

De ahí la importancia de lo que se juega en las elecciones parlamentarias de noviembre próximo. Más allá del resultado presidencial y, aun cuando se esté desarrollando, en paralelo, la Convención Constituyente, el poder político seguirá radicado en el Congreso. El influjo que ejercerán los convencionales sobre diputados y senadores para empujar sus iniciativas será de tal magnitud, que veremos a un Parlamento subyugado a las decisiones políticas de la Convención. No hace falta advertir la gravedad de tal situación.

Al contrario de lo que muchos pueden pensar, el Congreso no perderá su relevancia en el devenir político-institucional del país, aunque algunos pretendan convertir a la Convención en un poder del Estado. Tarde o temprano el futuro del trabajo constituyente deberá someterse nuevamente a discusión parlamentaria. Tal es el caso en que la Convención quisiera ampliar su mandato específico; modificar la regla de los 2/3, extender su plazo de funcionamiento, o aumentar su presupuesto, entre otras. De ser eso posible o necesario, es posible imaginarse qué pasaría si en el próximo Congreso la centroderecha no estuviera lo suficiente y adecuadamente representada.

Si la centroderecha no quiere desaparecer del mapa político y caer en la intrascendencia, deberá esforzarse en lograr un muy buen resultado electoral en las próximas elecciones parlamentarias. Tarea de por sí nada de fácil en los tiempos que corren. Lejos de preocuparse únicamente en el número de congresistas, como en el pasado reciente, deberá ponerse especial atención en los méritos, capacidades y experiencia de los candidatos, de preferencia en una lista unitaria del sector. Ya se vivió la experiencia de tener una bancada parlamentaria volátil, frágil y endeble. Un error que, según advertimos, se está pagando -¡y vaya qué caro!- hasta el día de hoy.

Los mecanismos de pesos y contrapesos institucionales serán más necesarios que nunca en los próximos años. Habiéndose perdido toda posibilidad de ejercer influencia en la Convención, el principal desafío de la centroderecha será lograr más de un tercio del Congreso; un tercio real y no nominal. Sólo con un nuevo Parlamento, donde primen y confluyan las fuerzas políticas democráticas y moderadas del país, se podrá asegurar que la Convención se apegue a su mandato constitucional y la nueva Constitución recoja y resguarde lo mejor de nuestra historia, tradiciones y valores constitucionales.

Fuente: https://ellibero.cl/opinion/francisco-orrego-un-nuevo-congreso-un-contrapeso-a-la-convencion/

.