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Juan Pablo Zúñiga H.


En cierto canal de televisión, hace tal vez 20 años atrás, había un programa llamado Patiperros, que mostraba la vida de chilenos que, por los más diversos motivos, residían en el extranjero. Mostraban cómo vivían otros compatriotas fuera de Chile, en lugares recónditos, luego de haber pasado más de alguna peripecia. Somos más de medio millón los chilenos que vivimos fuera de casa y no pocos los que tenemos uno ojo en el país en que vivimos y el otro en Chile, la vida en el lugar de residencia y parte del corazón en casa.

¿Cómo se ve el plebiscito y particularmente el rechazo desde el extranjero? A decir verdad, a partir de aquellos días de octubre, la preocupación por el acontecer nacional y el cómo -en la medida de lo posible- hacerse parte de lo que sucede en el país de forma activa, comenzó a tomar forma en diversos círculos de chilenos residentes en el extranjero. Evidentemente que dicho involucramiento se da tanto para los que estamos por la defensa de la nación cuanto para quienes van por la desconstrucción.

En los años ‘90 siempre se miraba con sospecha al chileno residente en el extranjero. “Son todos exiliados”, “son hijos de exiliados”, “son todos comunistas”, son frases que más de alguna vez escuchamos, o dijimos. Lo cierto es que entre 1970 y 1975 hubo una gran diáspora de chilenos; efectivamente, muchos de ellos exiliados. Algunos reconstruyeron sus vidas para nunca más volver, mientras que otros retornaron. Algunos se involucraron en la vida política para continuarla en el Chile post 1988, mientras que otros no perdieron el tiempo y se involucraron en círculos asociados a ciertos sectores políticos europeos cercanos a la social democracia y también a sectores intelectuales impregnados con ideales neo marxista aún en gestación, organizaciones no gubernamentales, entre otros, creando una suerte de puesto de avanzada y cuna para lo que se llamaría “progresismo”, que comenzó a entrar a Chile después del 2000 con el retorno de muchos de ellos.

Evidentemente, crearon un bloque de chilenos en el extranjero que, reverberando una y otra vez el gobierno militar y sumado a sus experiencias con estos nuevos círculos intelectualoides, desarrollaron una visión y postura perfectamente alineada con la insurrección del 2019 y los sucesos posteriores a esta: con la CC, con el gobierno de Boric y, por supuesto, con el apruebo. Además, cuentan con una estructura consolidada, con redes en medios de comunicación internacionales y, sin duda, con vínculos con organizaciones no gubernamentales que les dan -paradojalmente- poderes capaces de influenciar gobiernos, principalmente en Latinoamérica. Es cuestión de mirar las decenas que organizaciones que a poco andar de la insurrección ya operaban en Chile con nexos con ONG europeas e inclusive con sindicatos portuarios europeos listos para boicotear navíos con carga nacional, ejerciendo presión organizada desde afuera.

También hay chilenos residentes en el extranjero que aman a Chile. Los hay quienes se definen como “no de izquierdas”, amarillos, algunos de la “derecha light”, libertarios y también habemos conservadores republicanos. También hay de izquierdas moderadas que, junto con todos los anteriores, van por el rechazo. La diferencia de este bloque con el examinado anteriormente es que su organización y articulación es reciente, lo que genera el natural inconveniente de la dificultad de consolidar redes poderosas capaces de motivar, formar y movilizar a compatriotas comprometidos por Chile. Ha sido una tarea difícil, pero no imposible y con tímidos pero interesantes frutos. Es que estando lejos, se ve exacerbada la situación crítica por la que atraviesa Chile y se genera el deseo de poder entrar en acción de cualquier manera posible. Resulta particularmente duro mirar desde lejos cómo nuestro hogar se desmorona, cómo nuestras familias y nuestro pueblo sufren, y, lo que es más aterrador, el sentimiento de que el día que regresemos a casa, nos encontremos con que el Chile en que nacimos ya no existe más, ni en su forma, ni en su fondo. El temor paraliza, pero también moviliza e impulsa a tomar acciones concretas. Y es en ello que muchos estamos empeñados.

Por otra parte, tenemos una población de extranjeros que viven en Chile que, querámoslo o no, tienen una opinión al respecto. Los hay aquellos que fueron traídos y atraídos a nuestro país por el mero clientelismo político para ser usados como futuros votantes. Por otra parte, tenemos muchos que llegaron a contribuir al país y hacer de Chile su hogar. Al hogar se le cuida, se le respeta y se trabaja por él. En ese sentido, son varias las declaraciones de profesionales cubanos y venezolanos que, abiertamente, apoyan al rechazo pues ellos ya cargan con el dolor de haber visto sus naciones destruidas por el totalitarismo de ultraizquierda y ciertamente no desean ni repetirse el plato ni que otros experimenten la hiel amarga de la castración de la libertad.

Por estos días se tomó la decisión de remover completamente el monumento del General Baquedano, ofreciendo así la rendición incondicional ¿Qué dirían nuestros padres fundadores al ver nuestra nación rendida a los pies del enemigo? ¿Qué dirían Prat, Aldea y el propio General Baquedano al ver que nuestra bandera se arrió frente al enemigo? Tal vez nunca lo sepamos. Hay quienes dicen que cada país tiene los gobernantes que se merece. Puede ser, pero hoy me atrevo a discrepar. Hemos cometido errores, pero Chile no merece ser aniquilado pues aún hay justos en medio de nosotros. Desde el más simple ciudadano hasta expresidentes, hay una creciente mayoría que no está dispuesta a ver como nuestra nación es despedazada por fanáticos delirantes de ultraizquierda. Por lo tanto, aún tenemos un sentido de responsabilidad y de respeto a nuestra patria -que es nuestra casa, nuestro hogar-, lo que se manifiesta en el rechazo, tanto dentro de nuestras fronteras como fuera de ellas y por ello vale la pena entregar una parte de nuestro tiempo y nuestro esfuerzo para servirle a nuestra República y a su destino.

Fuente: https://viva-chile.cl/2022/06/el-rechazo-y-el-extranjero/

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