15 marzo, 2024
Cristián Warnken
Se ha insistido mucho en que este es un gobierno con dos almas. Más bien tiene tres.
Está claro cuál es el alma del PC: nadie puede negar su transparencia y claridad, se sabe muy bien a quiénes apoyan y qué buscan.
El “Socialismo Democrático” pareciera tener un alma, aunque en octubre de 2019 la traicionó más de tres veces, como Pedro: abdicación colosal e inentendible que permitió que la violencia callejera destruyera el centro de nuestras ciudades y en el país se instalara la anomia y la inseguridad.
¿Y el Frente Amplio? ¿Cuál es su alma? Cuando aparecieron en la escena política, parecía que su alma era bella, noble, joven. “Almas bellas” —como decía Hegel—. Pero el tiempo mostró que detrás de esa apariencia, se ocultaba un apetito de poder sin límites. Han montado una máquina eficaz para enfrentar las elecciones, y su experticia es hacerse con el poder. Nunca se prepararon de verdad para gobernar para el pueblo chileno (los resultados están a la vista), pero sí para tomar por asalto el poder. Y lo lograron.
¿Pero cuál es la sustancia de ese conglomerado que pronto será partido, cuáles son las convicciones de fondo?
Su capacidad para gobernar ha mostrado ser paupérrima. Duchos en inventar consignas y relatos (como el de los treinta años y los treinta pesos), en tuitear (su deporte favorito) y en desdecirse constantemente, ¿cuál es el aporte que han hecho al país en estos dos años que justifique las expectativas que despertaron cuando llegaron al poder?
No pudieron refundar el país (porque la ciudadanía no los dejó) y no saben administrarlo bien. Ello explica, en parte, la nostalgia súbita que le vino al pueblo chileno con los gobiernos de Sebastián Piñera. La comparación entre la gestión de este del terremoto y de la pandemia, al lado de la ineficacia para la reconstrucción de las viviendas arrasadas por el incendio de Viña del Mar, por dar un ejemplo, solo ha dejado en evidencia que en todo lo que tenga que ver con la realidad, estas “almas bellas” frenteamplistas reprueban.
Hasta aquí podríamos hablar simplemente de un muy mal gobierno, un mal gobierno además autocomplaciente, que como oposición fue implacable en su crítica a los padres (la Concertación) y al gobierno anterior, pero que ha mostrado un cutis muy fino a la hora de recibir críticas. Que le pide a la oposición llegar a acuerdos para llevar adelante sus reformas, a los mismos que les negó el pan y el agua cuando fueron gobierno.
Pero la pregunta por el alma que planteé al comienzo de esta columna es la más incómoda de contestar para aquellos que se jactaron alguna vez de tener superioridad moral sobre el resto. Que uno de los suyos esté pidiendo en estos días que los militares salgan a las calles para enfrentar la crisis de seguridad me parece que los deja completamente al desnudo, más que el rey del cuento de Andersen.
Remontémonos a octubre del 2019: un joven diputado (hoy Presidente de la República) bajó a la calle a increpar duramente a un soldado mandatado para proteger el orden público, mientras el país se incendiaba. Que los que acusaron a carabineros y militares de ser violadores de derechos humanos y “asesinos” propongan que estos ayuden ahora a recuperar la seguridad perdida muestra cuánto oportunismo hay en el alma frenteamplista y cómo en la cercanía de una elección (de alcaldes) ciertos principios que parecían intransables pueden olvidarse rápidamente por un objetivo electoral. La inconsistencia es brutal.
¿Los militares tienen que solucionarle un problema político a una izquierda que solo ha pensado en cómo debilitarlos o refundarlos? ¿Como niños malcriados creen acaso que aquellos a quienes despreciaron (militares, ex-Concertación, etcétera) deben resolverle sus entuertos para poder mantenerse en el poder? Todo tiene un límite: con este “modus operandi” (si le agregamos además lo de las fundaciones) corren el riesgo de que pronto alguien los llame “desalmados” (sin alma). ¡Y se nos pueden sentir! (El Mercurio)
Fuente: https://www.nuevopoder.cl/desalmados/
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