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28 junio, 2025 

 

 

 

 

 

por Pilar Molina


Este gobierno no da cuentas porque no obtiene resultados, pero sí busca instalar un relato que empatice con las emociones y le permita salir mejor evaluado.


Los gobiernos debieran evaluarse por sus resultados. Cuánto creció el país bajo su administración; cuántas personas que buscaban empleo lo consiguieron; cuánto retrocedió la pobreza por la creación de riqueza; cómo aumentó el bienestar de la población sintiéndose más segura y protegida de la delincuencia; cuánto mejoraron la salud, la educación y el acceso a comprar viviendas; o de qué forma se enfrentaron las crisis y se anticiparon los problemas del presente y del futuro.

No es necesario detenerse en cada una de esas dimensiones para evaluar al actual gobierno, porque a vuelo de pájaro es claro que está al debe prácticamente en todo, sino en todo. Todavía no se recuperan los empleos pre pandemia, la creación de riqueza ha sido exigua con un crecimiento económico escaso, la seguridad es un hoyo negro que se ha tragado la quietud de los chilenos. Y en fin, las listas de espera están en su peak, tampoco asisten a las aulas los escolares que lo hacían antes de la pandemia. Y suma y sigue, la crisis de vivienda tiene un récord histórico.

Respecto a las crisis que le ha tocado enfrentar, ni hablar. Se escudan en la juventud y la inexperiencia para no ser capaces de gestionar los grandes incendios en el sur y en el caso de Valparaíso, es para llorar la incapacidad porque no se han reconstruido ni el 5% de las viviendas destruidas hace casi un año y medio. Ya nadie le pide gestión a un gobierno que tiene nula capacidad de administrar y menos, de solucionar los problemas. La salud está peor que cuando asumió. Casi destruyeron las Isapres y no hay alternativa en el colapsado sistema público. Al sistema de pensiones le metieron una bomba de tiempo con el famoso Fondo Autónomo de Protección Previsional que va a administrar 4 puntos de cotizaciones, incluido un préstamo de los cotizantes que no sabemos si el Estado devolverá alguna vez. 

El Ejecutivo pudo haber intentado hacer una reforma, aprovechando que la Contralora le corrió el velo a los abusos en el Estado. Aunque no fuese una reforma general, que por lo menos se hiciese cargo de los excesos con las licencias médicas, que es un tema que venimos arrastrando hace años y los gobiernos simulan no ver. Pero no, no ha aparecido ninguna idea para modificar el sistema perverso, como lo viene pidiendo el sector privado hace mucho.

Y ya llevamos un par de años oyendo de la crisis de natalidad que vivimos, pero eso no es de preocupación de este gobierno, al que lo ocupa más bien clavar las banderas simbólicas para la izquierda del aborto libre y la eutanasia. El mismo propósito sigue la propuesta de cerrar el penal de Punta Peuco y antes, indultar a quienes cometieron delitos en los días posteriores al 18 de octubre, aunque tuvieran prontuario, y otorgarle pensiones de gracia a esos mismos que fueron víctimas de quienes tenían el deber legal de reprimir los saqueos, incendio y ataques al orden público.

Quizá por la falta de resultados, el gobierno es el campeón de lo simbólico. Por eso, todo lo que logra aprobar lo tilda de “histórico”, como si fuera mucho el esfuerzo de subir el sueldo mínimo, que lo pagan los privados, o rebajar la jornada laboral a 40 horas, que también la pagan otros. La falta de “accountability” en el ejercicio del poder es posiblemente lo que los empuja a buscar crear un relato en lo emblemático o en las emociones. Otro ejemplo, mostrar al Presidente con un libro bajo el brazo, sentado en el suelo en librerías en el extranjero o citando poetas. Algunos creen que parte de este relato era ser padre en La Moneda, que se convertiría otra gesta heroica en más de 90 años. En ese afán, el nombre Violeta, asociado a otra imagen, la de la cantautora de apellido Parra, venía de cajón.

Aferrarse al mito de Allende puede haber llevado al Presidente a su “obsesión” con la figura del ex mandatario socialista, como estableció la comisión investigadora de la Cámara. Comenzó hasta usando sus anteojos característicos y fue de la idea de transformar una de las casas donde vivió en un museo. Dispuso de mil millones de pesos para ello, en medio del grave déficit fiscal, y para una construcción pareada que no aparenta valerlos. En vez de ayudar al mito, sin embargo, perjudicó su memoria con la compra fallida y fuera de la Constitución, vertiendo deshonra sobre sus herederos que debieron renunciar al Senado y al Ministerio de Defensa.   

Los 50 años del golpe era otra oportunidad épica y así buscó celebrarlos, moviendo la Cancillería para conmemoraciones varias en el exterior y a todo el aparataje del gobierno dentro de Chile. Recuperar más sitios de memoria, no menos de uno por región, ha sido un logro. Bienes Nacionales informa que ha gestionado 26 sitios de memoria de propiedad fiscal en distintas regiones del país para recuperar espacios asociados a la dictadura, entregándolos en concesión a organizaciones sociales de derechos humanos.

El ministro de Bienes Nacionales, Francisco Figueroa, asegura que el 50% de los sitios de memoria que hoy funcionan en Chile fueron gestionados durante los tres primeros años del gobierno. “Este gran salto es fruto tanto de voluntad política como de capacidad de gestión”. Claro, ahí está la gestión, en lo simbólico, no en la seguridad o los menores bajo la protección del Estado que son explotados sexualmente. Pueden haber 40 mil esperando protección, pero el foco está en la Unidad de Memoria Derechos Humanos del Ministerio de las Culturas, con apoyo del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), el Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) y el Ministerio de Obras Públicas (MOP), entre otras instituciones, que participan en esta cruzada de levantar sitios, memoriales, museos o placas, a diestra y siniestra, para seguir alimentando la memoria de los horrores de la dictadura, como una “garantía de no repetición”. 

Habrá que pagar más sueldos para mantener tanto sitio, pero para las grandes causas movilizadoras de su 30% siempre tiene plata el fisco. Obras Públicas acaba de lanzar una licitación por $2.833 millones para recuperar el sitio de memoria Londres 38, después de dos décadas de funcionamiento. 

La idea es seguir mirando al pasado mientras eso enganche con el sentimiento de justicia y rencor, aunque se abuse del vocablo reconciliación. La misma oferta de símbolos a la ciudadanía es la que busca el Presidente cuando al inicio comprometió que “Chile será la tumba del neoliberalismo”, “experimento” que dijeron seguían atentamente y vinieron a valorar a Chile sus amigos progresistas, como Mariana Mazzucato y Joseph Stieglitz, a pesar de la derrota de sus ideas en el plebiscito del 4 de septiembre de 2022.

Esgrimiendo la espada de los “principios”, Gabriel Boric sale a desafiar al mandatario más poderoso del mundo y nuestro segundo socio comercial e inversionista en Chile. Es que él no le tiene miedo a nadie, se ha auto erigido en un cruzado de la democracia y los DD.HH. que buscará liderar al progresismo chileno en el futuro y, si se le permite, también jugará un rol internacional. Por eso voló a Uruguay a plantar un árbol con Pepe Mujica en las vísperas de su muerte, para compartir la agonía de un ícono para la izquierda latinoamericana. Por eso quiere ir a la reunión del Brics, donde se encontrará con lo más granado de los desafiantes de EE.UU. Y varios de ellos, violadores sistemáticos de DD.HH.  ¿Interpelará por las violaciones a los derechos humanos a las autoridades de China, Rusia, Venezuela o Cuba? No es necesario, Boric seguirá insistiendo en lo simbólico.

Fuente: https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/simbolos-a-cambio-de-hechos/

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