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20 de junio de 2019

 

 

Vanessa Kaiser

Directora de la Cátedra Hannah Arendt - Universidad Autónoma

 

...lo esencial de un fascista es la promoción de un discurso que sirve a colectivos cuyos miembros se relacionan con quienes piensan distinto como si fueran enemigos, mientras enarbolan la violación de sus derechos fundamentales como una causa justa."


 Hay quienes dicen que el recientemente fundado Partido Republicano es fascista. Irónicamente afirman que el logo escogido es preferible a la esvástica, en una clara referencia al fascismo del fatídico nacionalsocialismo alemán. Esta identificación surge de la defensa que varios de los miembros del Partido Republicano hacen del régimen militar. Pero, ¿basta con eso para decir de alguien que es fascista o hay algunos aspectos que nos permitirían descubrir más claramente quién es y quién no es un fascista?

En su obra titulada “El concepto de lo político”, Karl Schmitt, eximio representante del fascismo y jurista del régimen nazi, afirma que, a diferencia de áreas de la vida como la economía o las relaciones personales, lo propio de la política es la distinción amigo-enemigo. En breve, si nos hacemos cargo de la perspectiva schmitteana, serán fascistas aquellos políticos que, en lugar de considerar al otro un adversario, oponente o competidor, lo identifiquen como el enemigo. De modo que, para los fascistas, el mapa político se resume en el siguiente principio: si eres de los nuestros, serás un amigo; si no, un enemigo. Esta es la distinción que, a juicio de Schmitt, constituye la quintaesencia de la política y de ninguna otra esfera, pues solo en política existen enemigos que “se relacionan especialmente con la posibilidad real de la muerte física y mantienen esa relación”. Planteado en otros términos, cuando usted se encuentre con personas dispuestas a promover el discurso del odio, el resentimiento y la violencia, al que subyace la aniquilación del enemigo, estará frente a un fascista.

Otro aspecto clave para distinguir a un fascista consiste en ver si en su práctica política logra transformar toda diferencia en un antagonismo. Al respecto, Schmitt nos dice que “lo político puede adquirir su fuerza de los más diversos ámbitos de la vida humana; de contraposiciones religiosas, económicas, morales y otras”. Para mayor claridad, tomemos de ejemplo la distinción hombre/mujer. Qué duda cabe de que las condiciones sociales no favorecen la realización de todas las aspiraciones humanas. Incluso podemos reconocer que algunas de esas condiciones se erigen como obstáculos cuya remoción es necesaria. Pero que de ello se siga una enemistad que para el caso del feminismo radical puede resumirse en la ya famosa frase “aborta al macho”, solo puede explicarse en el contexto de una práctica política fascista al modo que Schmitt entiende la política.

Volviendo sobre sus palabras: “Incluso una ‘clase', en el sentido marxista del término, cesa de ser algo puramente económico y se convierte en una magnitud política cuando llega a este punto decisivo, es decir: cuando toma en serio la ‘lucha' de clases y trata a la clase adversaria como a un real enemigo para combatirlo, ya sea como Estado contra Estado, ya sea en una guerra civil dentro de un Estado”. De modo que, en su forma propia de ser, el fascista logra transformar cualquier diferencia en una causa que promueve la enemistad entre los grupos.

El objetivo final es exacerbar la sensación de injusticia y la rabia que a ella se asocia. Es así como se tensiona la sociedad y se abren las alamedas para la vía violenta de la toma del poder o, en su eufemismo actual, se legitima la extracción de recursos que permite al Estado jugar un rol preponderante en la vida de los ciudadanos, y a los fascistas, ocupar cargos de relevancia en la esfera pública.

En suma, lo esencial de un fascista es la promoción de un discurso que sirve a colectivos cuyos miembros se relacionan con quienes piensan distinto como si fueran enemigos, mientras enarbolan la violación de sus derechos fundamentales como una causa justa. Ello explica que, volviendo a nuestro ejemplo del feminismo radical, se promueva la violación al derecho de la legítima defensa, el debido proceso y la libertad de expresión de los hombres. Vinculado a esta forma de enfrentar al enemigo y configurar colectivos, vemos que el otro aspecto esencial está dado por su capacidad de hacer de cualquier diferencia o herida del tejido social un motivo de odio que impulse el antagonismo amigo-enemigo con el fin de tensionar la sociedad al punto que se derrumben sus fundamentos. Es entonces cuando ha llegado el momento de capturar las estructuras de poder.

Habiendo revisado los rasgos esenciales del fascismo, podemos saber dónde están los fascistas y darnos cuenta de que muchos de los acusadores del Partido Republicano ven la paja en el ojo ajeno sin considerar la viga en el propio.

Fuente: http://www.elmercurio.com/blogs/2019/06/20/70248/Donde-estan-los-fascistas.aspx

 

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