22 DE MAYO DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


El 62 % (96 de 155) de los convencionales que van a redactar la nueva Constitución son comunistas o de izquierda. El triunfo de ésta en municipios emblemáticos como Santiago, Valparaíso y Viña del Mar confirma que el electorado se ha volcado hacia la extrema izquierda. Los partidos de derecha, con excepción del Partido Republicano, han sido infiltrados en tal grado por la izquierda que los cuatro candidatos presidenciales de Chile Vamos (Lavín, Desbordes, Sichel y Briones) fueron votantes del Apruebo, la opción favorecida por la izquierda, para cambiar la Constitución. El Partido Republicano, que sí es de derecha, pero no se declara legatario de Pinochet, no tuvo mayor éxito electoral y el Partido Fuerza Nacional, que sí se declara representante de ese legado, todavía no ha reunido suficientes firmas para siquiera constituirse, pese a que la gente puede adscribir a él fácilmente en el sitio web del Servel.

En concreto, las posibilidades de que Chile se transforme en un país socialista, gobernado por un presidente de extrema izquierda y con una Constitución socialista, son altas. Si ese escenario se da, podemos predecir nuestro futuro, porque ya lo vivimos antes, bajo otro régimen socialista-comunista, el de Salvador Allende, que duró mil días. 

Durante su primer tercio de ese plazo gozó de gran popularidad, porque imprimió mucho dinero, repartió reservas y recursos productivos. Ello derivó en que durante su segundo tercio se produjera la mayor inflación de la historia del país y a que en el curso del tercero se presentara la escasez, derivada de fijar precios, imprimir dinero descontroladamente e incautar campos, fábricas y comercios, que pasaron a trabajar a pérdida y a producir cada vez menos. 

Entonces la mayoría de la población, desesperada ante la penuria y la escasez, recurrió a sus representantes en la Cámara de Diputados que, por 81 votos contra 47, llamaron a los militares a poner término a la intolerable situación, que ya duraba mil días. Cosa que los requeridos hicieron y, después de resolver los graves problemas que había, devolvieron en 1990 a los civiles el mejor país de América Latina, con una democracia protegida y estable y una Araucanía pacífica, próspera y partidaria del gobierno, a diferencia de la actual; país que se llena de inmigrantes de otras naciones que quieren compartir el bienestar general de acá.

Pero poco a poco la izquierda, mundial y localmente, manejó a la opinión pública. La nuestra, compuesta mayoritariamente de millenials que casi no saben historia, fueron convencidos acerca de un  presunto "malestar" nacional y, así, el país "ha vuelto a fojas uno" y hoy se apresta a iniciar otro ciclo de socialismo, régimen que, según Margaret Thatcher, "dura hasta que se le termina el dinero de los demás". 

Como ahora Chile es mucho más rico que en 1973, existe la posibilidad de que al socialismo le tome "terminar con el dinero de los demás" más de los mil días de 1973. Pero indefectiblemente va a llegar un momento en que, como en todas partes ha sucedido, la mayoría va a pedir el término de ese régimen y el retorno a una sociedad libre. Salvo, por cierto, que el gobierno de izquierda tenga un respaldo militar de tal grado que le permita eternizarse en el poder, caso en el cual puede durar setenta años, como en los países de detrás de la Cortina de Hierro, o 60 años y contando, como en Cuba o 30 años y contando como en Venezuela, cuyo líder Nicolás Maduro ha celebrado con tanto entusiasmo el triunfo acá del sistema que ha llevado a cinco millones de venezolanos a irse de su patria.

Ése es el estado actual de Chile y deriva del axioma de George Santayana que dice: "los países que no aprenden de su historia, están condenados a repetirla."

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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