Jorge Andrés Pérez


La Constitución actual ya no es capaz de controlar el sistema político, porque tenemos una Constitución formalmente domesticada, que permite funcionalmente domar las voluntades institucionales en el Estado.


El Estado chileno está capturado por un sistema político que necesita una Constitución Política domesticada, para poder domar las instituciones del Estado. Este no es un Estado al servicio de la sociedad chilena, pero un Estado al servicio de intereses que usan el sistema político como un caballo de Troya para penetrar el Estado chileno, y así apoderarse de él.

El Estado domado no es social, porque está al servicio de los que controlan las instituciones del Estado. La Constitución domesticada no es democrática, porque está al servicio de los que controlan el sistema político. Tenemos un Estado aparentemente social, pero al servicio de facciones políticas. Con un gobierno aparentemente democrático, pero al servicio del sistema político.

El sistema político chileno seguramente preferiría tener un sistema de gobierno parlamentario sin Constitución escrita, donde el jefe de Estado es un títere del gobierno de turno. Tal vez disfrazado de un presidencialismo democrático, que les permita gobernar arbitrariamente el Estado, ganando elecciones con barreras de entrada informales que ellos controlan. Ganando así elecciones sin tener que enfrentar una competencia electoral real, y así poder perpetuarse en el poder. Incluso con el poder para transferir (o heredar) como propiedad privada estas cuotas de poder.

El objetivo de la Constitución domesticada es liberar al sistema político de la ley, para que pueda domar con legitimidad el aparato del Estado de acuerdo con sus intereses. Es decir, se le quita a la Constitución los límites (dientes y colmillos) para contener los abusos de poder del sistema político. A medida que una facción logra imponerse en el sistema político, con ciertos grados de hegemonía, más incómodos se hacen los límites legales de la Constitución Política del Estado.

El objetivo de estos pirquineros del poder es convertir al Estado en un títere disfuncional controlado por los intereses del sistema político, para así ellos poder negociar libremente sus cuotas de poder como su capital privado. Entonces, el sistema político de facto privatiza el Estado para que sirva sus intereses particulares.

En algún grado, el Estado chileno está capturado por pirquineros pagados por el Estado que micro explotan los recursos de los nichos institucionales en el Estado como si fueran su propiedad privada. De partida tienen la actitud de que se mandan solos, y de que les hacen un favor a los ciudadanos por hacer su trabajo. Seguramente la sociedad chilena incluso le paga un sueldo a empleados del Estado que atornillan al revés, ya sea por corrupción monetaria o ideológica. Esto es el producto de un sistema político que ha domado el Estado haciendo sus instituciones progresivamente más disfuncionales. Pero esto es gracias a que la actual Constitución ya no tiene los dientes y colmillos para disciplinar las ambiciones institucionales del sistema político.

Chile está en peligro de seguir en este proceso de degradación de la disciplina institucional del Estado, producto de la corrupción moral del sistema político. Yo sospecho que estamos a pasos de empezar a entregar al crimen organizado importantes cuotas de poder en el Estado. Es decir, de empezar a vivir en un mundo donde uno ya no sabe quién en el Estado está trabajando para el crimen organizado. Un desastre, ya que el Estado paga sueldos a autoridades que usan su posición para socavar las instituciones del Estado.

Yo sospecho que hay una masa crítica de personas muy respetables en el sistema político chileno que simplemente no quieren una Constitución que les dificulte su trabajo de usar el Estado como si fuera su empresa privada. El sistema político chileno seguramente tiene una buena cantidad de empresarios políticos que operan como pirquineros institucionales que buscan oro económico o político en el Estado.

La eficacia institucional de las constituciones chilenas seguramente dura poco, porque rápidamente el sistema político les mete mano para sacarles los dientes y colmillos, para así domesticar la Constitución, para poder domar voluntades en el Estado. La Constitución actual ya no es capaz de controlar el sistema político, porque tenemos una Constitución formalmente domesticada, que permite funcionalmente domar las voluntades institucionales en el Estado.

Esta nueva Constitución es una oportunidad de ganarles por un tiempo la mano al sistema político. Si se aprueba, se van a demorar un par de décadas en domesticarla. Pero ese par de décadas nos puede comprar tiempo para formar una nueva generación de chilenos que reconozca este peligro del sistema político Latinoamericano. Esta nueva Constitución es la mejor oportunidad que los chilenos tenemos de parar el proceso de descomposición del Estado chileno, que nos condena a una economía informal que distorsiona precios en el mercado con externalidades informales.

Hay algunos diputados y senadores que van a oponerse a esta nueva Constitución simplemente porque con ella no van a ganar elecciones en el futuro. Otros diputados y senadores se van a oponer porque si bien no van a perder la pega, ahora van a tener que trabajar muy duro, y por muchos años, para sacarle los dientes y colmillos a la nueva Constitución, para así domesticarla para poder domar las voluntades institucionales en el Estado.

En conclusión, el Estado domado no es un Estado social, sino un Estado arbitrario capturado por mafias disfuncionales en el sistema burocrático; y la Constitución domesticada no es una Constitución democrática, sino una Constitución discrecional controlada por facciones informales en el sistema político.

Fuente: https://viva-chile.cl/2023/11/el-estado-domado-de-la-constitucion-domesticada/

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