Por Enrique Subercaseaux


“El hombre que no ve el estado del mundo en que vivimos, tiene apenas algo que decir del mismo”.  Apuntes. Elías Canetti.


 Aun muchos no saben que causo la “primavera de Santiago”.  Aun no he leído, eso sí, que se achaque a un coctel hormonal potente de nuestra “primera línea”.

La evidencia florece por doquier. Basta, incluso, hacer memoria, o consultar nuestras hemerotecas locales.  Algo planeado, por muchos años, y con obvia intervención extranjera.

La evidencia es apabullante y las cicatrices en las ciudades están a la vista. Las heridas en el tejido social se han vuelto ha abrir, y quien sabe cuanto tardaran en cerrarse de nuevo.

Quizás sea el alma telúrica de Chile.  Sus habitantes precisan de “remezones” fuertes con una cierta periodicidad, para constatar que están conscientes y que están vivos.  Después del desastre aflora “lo mejor” de la sociedad chilena.  Pero aun no estamos allí. Y quienes acaparan la prensa abierta, los mismos que nos han llevado a este desastre, nos ofrecen sus perlas de sabiduría, con machacona insistencia.

No hablaremos de los políticos que se erigen por el oráculo de las encuestas. Confirman un enanismo que hacen evidente su baja entidad analítica: una foto efímera en un escenario altamente emotivo, esta llamada a presentar contradicciones que inutilizan el ejercicio.

Luego, los políticos que son generales después de la batalla.  Ninguneando el legado intelectual del pasado, como si eso no tuviese nada que ver con ellos. En muchos casos, han llegado a sus confortables cargos rasguñando los datos bibliográficos propios.  Desconocen la historia y prefieren no entender contextos o flujos sociales.

La historia no puede entenderse analizando solo hechos aislados. Existe siempre un contexto que la explica y la dota de una osatura que le permite erigirse como un hito de la existencia de un país o de una región.

Sin entender el pasado, es imposible construir un futuro.  Ese es el propósito del dialogo ciudadano: la construcción de un futuro común.  ¿Como se hace si se niega o tergiversa el pasado?

Escribir sobre una hoja en blanco: lo que se pretende hacer: impulsado por políticos locales desaprensivos e impulsado por las barras bravas del periodismo local.

Ofreciendo, como única referencia, un discurso abstracto, añejo y acuñado en dos países que se están cayendo a pedazos.  Sostenido solo por el oportunismo de los “compañeros de ruta” que o bien buscan un periodo de romanticismo tardío en sus vidas (típico sentir en Europa) o quieren arreglar las cosas utilizando un “diccionario” acuñado en universidades norteamericanas, donde el pensamiento progresista es como las hojas de otoño: bonitos colores, pero de vida efímera, una vez que caen del árbol y se pudren en el suelo.

LO que casi nunca se ha planteado es quien paga la cuenta.  En ese sentido, la rotativa de las elecciones no es una solución satisfactoria. Estas se amañan o bien se desconocen por la fuerza.  No hay responsabilidades políticas, solo las inventadas por la “oposición” para poner piedras en el tortuoso camino de la acción de la coalición gobernante.

Desconocer el pasado es el peor pecado. Quizás se entienda por la mala calidad de la educación en chile. O, mas bien, por la mala calidad de los educandos. Por la falta de curiosidad hacia el humanismo y la historia. Incluso haciéndose evidente con un pobre uso del lenguaje. Lo que vemos constantemente en el producto del Congreso: leyes poco claras, mal redactadas y llenas de resquicios legales.

No entender el presente, y pontificar, como el “oportunista fatuo” es aun peor. Ellos mismos han creado un sistema donde hay que estar “dentro” para poder hablar.  A muchos los conocemos por décadas de declaraciones. A pesar de lo pobre de su récord legislativo o de iniciativas sociales.

Así las cosas: difícil que se progrese.

¿Qué tiene que ofrecer un alcalde, que critica la Constitución que nos rige (modificada muchas veces a lo largo de su existencia), pero que permitió la destrucción delincuencial y terrorista de los principales establecimientos educacionales de su comuna, a cargo, precisamente de su municipio?

Estos son hechos, no meras opiniones.

Ausencia de comprensión. Ausencia de estrategia. Ausencia de visión.

Así, insisten en opinar en dirigir y en cerrarse en su visión de “clase”. La clase política, claro está.  Cerrando las puertas a los independientes y a la sociedad civil de derecha. La otra, de izquierda, goza de esplendida salud y esta cómodamente enquistada en el el aparato, cada vez más frondoso del Estado.

Si se recopilaran los escritos, afortunadamente cada vez mas caudalosos, de quienes advierten los peligros de esta loca y ciega carrera, podríamos comprobar que lo advertido se confirma con los hechos.

No con las encuestas. De las cuales ignoramos sus fuentes.  No con las opiniones, ya deslavadas y tenues, de quienes el discurso “empático” ha sido su única herramienta de vida.

Falta modestia, curiosidad por entender y aprehender cosas nuevas y un verdadero deseo de servir a la sociedad. No cimentar una “clase política” que resume los problemas, que, si los hay, que aquejan al Chile actual.

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