Por: Enrique Subercaseaux.
Director Fundación Voz Nacional


 “No se puede ser y haber sido. ¡Pero si! No se puede haber sido idiota y serlo todavía”.
León Bloy.

“No existe la casualidad, porque la casualidad es la providencia de los imbéciles, y la justicia quiere que los imbéciles no tengan providencia”.
Leon Bloy.


Mis amables lectores tendrán, lo ruego, que perdonar mi francés en la columna de hoy, pero una obligación de fondo me exige la evacuación de la misma.

Las redes sociales nos traen a diario el mas diverso material. Algo así como un resumidero, o una cloaca de aguas servidas. Si. Contienen verdad y mentira, pero todo es un material reciclado de una realidad que se torna, crecientemente fétida. Maloliente.

Desde luego, esta el video ya clásico (es un decir ya que lleva dos o tres días) del senador que, estando en webcam, rebusca en su fondillo, con torpe disimulo y expresión bovina, (y aquí no estoy seguro por lo que enumero posibilidades) materia fecal o rastros de una ventosidad aromática.

Haciendo público este video (porque su oficina de prensa es nutrida) busca confirmar lo que ya sabemos.  Nada bueno, y perfumado, sale de esos orificios. Por arriba vomita odio, y por abajo material reciclado por el organismo.  Restos de empanada (con mucha cebolla), locos en su salsa, cochayuyo o ideas mal digeridas (estas últimas siempre le indigestan al pobre senador).

Me recuerda años atrás a la vaca Jacinta, simpático habitante del campo de unos conocidos.  Era un animalito jovial e inteligente (condiciones excluyentes en nuestro atribulado parlamento, especialmente ahora que somos testigos a través de la webcam), la vaca se convirtió en mascota muy querida por los habitantes del lugar.  Incluso cintas multicolores engalanaban su cabeza en días señalados.

Pero la pobre sufría de cólicos. Estos se anunciaban con un revoltijo de sonidos intestinales, un par de mugidos compungidos, un levantar de la cola, y un potente chorro que le aliviaba la hinchazón.

Y en el suelo quedaba la torta. Que atraía las moscas, quienes devoraban pacientemente el manjar.  Si lo pensamos, similar a nuestro inmaduro proceso legislativo.  Algo así como en el colegio, años atrás, cuando había que pedir (el alumno todo urgido) permiso para ir al baño.

Es mejor que el video nos cause risa y estimule la imaginación.  El contrario es que cause rabia o pena, porque quedamos en riesgo de apoplejía.

¿Tiene derecho un pequeño grupo humano (por muy elegido por voto popular que haya sido) de arruinarnos la vida de tal manera?  Nadie en su sano juicio puede decir que Chile va por un buen camino.  Pero no es solo Chile: si hasta en Estados Unidos la cosa se ha puesto violenta y, por la rendija, le entraron las brisitas bolivarianas.

Las mismas de nuestro senador y su dedo hurgador, que un día con todo candor se declaró soldado de Maduro.

Soldado de una republiqueta.

Que despropósito para Chile. Que manera de malgastar nuestros impuestos.

Es el poder por el poder el que, a ojos de ellos, justifica cualquier cosa.  De una violencia incontenida que ahora se expresa por una infinitud de razones. De allí el interés de fragmentar y moler la sociedad. Al final todos tendremos etiquetas individuales, y nos digitaran a base de microchips o coerción a través de la inteligencia artificial.

La batalla infinita de la verdad contra la mentira.

Percibimos el problema, pero aun los contornos están difusos. Y nos confirma que el exceso de dinero, en especial el recolectado a través de impuestos, rara vez cumple su propósito benigno de construir una mejor sociedad.  Es como la maldición del Nibelungo, una vez que le roban el oro y que da inicio a la Tetralogía Wagneriana.

La avidez, la avaricia y la corrupción en su máximo esplendor. El vicio, otrora privado, se hace público, para material de consumo de la sociedad. Algo así como masticar hojas de coca contra el mal de altura.  Solo que aquí los que de verdad están mareados son los señores políticos con su avidez por emociones extremas.  Al haber probado todo extorsionan a la población. Y así, seguimos cuesta abajo y sin frenos.

La vaca Jacinta murió un buen día cuando los intestinos cedieron sin freno.

El senador (con minúscula de verdad) ha dejado en evidencia la conexión directa entre boca y ano.

Y yo quiero dejar aquí por escrito mi testimonio: ¡No tienen derecho a cagarse en Chile de esta manera!

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