Gonzalo Ibáñez Santamaría


En reciente declaración, Fuad Chahín presidente de la Democracia Cristiana, afirmó que “la D.C. no está ni nunca va a estar por derrocar a un gobierno democrático”*. De hecho, sin embargo, ese partido estuvo activamente involucrado en la presión a nuestras Fuerzas Armadas y de Orden para que terminaran con el régimen Salvador Allende en 1973. Y, después, defendió con ardor el paso que estas habían dado. Basta recordar, al efecto, las declaraciones de Patricio Aylwin a medios extranjeros y la carta de Eduardo Frei Montalva al político italiano Mariano Rumor, presidente en ese momento de la Internacional demócrata cristiana.

¿Significa eso que ellos consideraban que el régimen de Allende no era democrático? Sería bueno que la D.C. de ahora lo dijera y lo explicara. Aylwin y Frei Montalva cambiaron después de opinión, no sólo en el sentido de alejarse del régimen militar, sino en el sentido de que aun el mismo pronunciamiento militar habría carecido de la legitimidad que ellos le habían reconocido y proclamado al comienzo. El extremo de este cambio lo produjo Aylwin cuando, recién llegado a la presidencia de la República, patrocinó la erección de un monumento a Allende frente a La Moneda, como si éste hubiera sido una víctima inocente de la arbitrariedad militar. Es que ya entonces el país había superado la emergencia en que lo había puesto la intentona marxista y, por lo tanto, la D.C. podía regresar a sus postulados y veleidades originales. Recordemos, a este propósito, que la acción militar en su momento salvó a Frei Montalva y a toda la democracia cristiana de pasar a la historia como los Kerensky chilenos, apodo que con toda justicia se habían ganado porque durante el gobierno de ellos (1964-1970) no habían hecho sino abrirle las puertas al marxismo. Cuando el peligro pasó, se podía volver a lo mismo.

Este es un ejemplo de lo que siempre ha sido eso que se autodenomina democracia cristiana: un partido incapaz de definirse con seriedad y que, por eso, juega de un lado para otro sólo provocando confusión y debilitamiento del país. Es, en definitiva, la flor de la hipocresía en la política chilena.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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