Gonzalo Ibáñez Santamaría


En reciente carta, el obispo Alejandro Goic, actualmente emérito de Rancagua, manifiesta su preocupación por la situación de conflicto en el que se debate nuestro país y advierte cómo ella refleja una pérdida del alma de Chile *. Termina su carta haciendo un llamado para que no ahorremos esfuerzos para recuperarla. Muy loable intención cuya realización, sin embargo, supone una cabal comprensión de lo que ha sido nuestra historia, lo cual no se percibe en esta carta. Desde luego, alaba lo que fue la transición desde 1990 en adelante como un modelo de unidad nacional que habría participado “de la austeridad y el ánimo emprendedor de la época de Alessandri; de la modernización y las reivindicaciones sociales de Frei Montalva; y del sincero anhelo de mayor justicia respetando la vía democrática que orientó a Salvador Allende”. Esa es, a lo más, una versión “piadosa” de nuestra historia, pero muy distante de la realidad, sobre todo respecto del período de Allende. Es una antojadiza versión que oculta cómo en esos años nuestro país fue campo de experimentación de ideologías que no vacilaron en destruir el estado de derecho, en azuzar los conflictos sociales y en ensalzar y practicar la violencia con tal de someternos a sus designios. Fue entonces que se perdió el alma de Chile, cuya recuperación exigió de nuestras FF.AA. y de Orden que asumieran el gobierno de la nación. Pero de eso, en la carta que comentamos, nada.

Por otra parte, si la transición por lo menos hasta 2010, fue exitosa se debió a razones muy distintas a las que este obispo propone. Del gobierno militar se pueden hacer, por cierto, muchas y muy bien fundadas críticas, pero no puede negarse, a la vez, que fue él quien sentó las bases del Chile que tanto pondera Goic. Fue ese gobierno el que devolvió a Chile el respeto por sus instituciones y abrió espacio para que cada uno pudiera emprender iniciativas en uso de una libertad ordenada por la ley a la promoción del bien común. Que Chile se haya puesto a la cabeza del continente, que haya logrado disminuir de manera drástica la pobreza y dotar a la inmensa mayoría de la población de bienes y servicios con los cuales nunca antes había ni siquiera podido soñar, se debe precisamente a la política impulsada por ese gobierno y, después, continuada por los gobiernos civiles que lo siguieron.

El obispo Goic, a pesar de haber sido un testigo presencial y un actor importante durante esos años, oculta esta realidad y oculta, a la vez, que han sido los ataques a ese impulso, comenzando por la demonización sistemática del gobierno donde este se originó, los que a la larga han minado la unidad nacional y nos han puesto ahora en una situación de confrontación social muy parecida a la que había antes de 1973.

Recuperar nuestra unidad nacional exige antes que nada reconocer la realidad de nuestra historia. Es lamentable, en este sentido que un obispo se sume ahora a la campaña sistemática de tergiversación de la que ella es constantemente objeto. Las consecuencias están a la vista.

*https://www.elmercurio.com/blogs/2020/07/31/80744/Recuperar-nuevamente-el-alma-de-Chile.aspx

Fuente: https://m.facebook.com/gonzaloibanezsm/

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