Gonzalo Ibáñez Santamaría


Festejando su triunfo en la elección primaria celebrada el domingo pasado, Gabriel Boric ha repetido sin cesar que Chile, considerado la cuna del modelo “neoliberal” ahora, cuando él sea presidente de la República, se convertirá en su tumba.

Digamos las cosas por su nombre: ese modelo tan vilipendiado por Boric y sus secuaces constituyó la columna vertebral que trajo a Chile un crecimiento que no había conocido en su historia y que benefició a la inmensa mayoría de los chilenos, incluyendo a los más pobres cuyo número de cerca del 40% de la población bajó a un 8,6% en 2017. De ser uno de los países más atrasados del continente, Chile pasó a estar a su cabeza. Basta recorrer el país para admirar el enorme progreso que él ha tenido y cómo él se distribuyó masivamente. Y ello se debió a este modelo cuyo gran pilar fue la confianza en la libertad de los chilenos. Una libertad fundamentada en sólidos conocimientos y orientada al bien común.

Esa fue la gran herencia del gobierno militar: entre 1973 y 1990 organizó al país sobre la base de este modelo cuyo eje es la libertad y cuyos frutos comenzaron a verse lentamente al comienzo y a gran velocidad a continuación. Es cierto que nunca el desarrollo de un país es tarea totalmente cumplida. En Chile, queda mucho por hacer, pero mirando el vaso de este desarrollo, no podemos dejar de apreciar como él se ha llenado hasta un punto que antes no conocíamos. Es lo que los grupos socialistas y comunistas no han podido nunca aceptar y por eso su empeño ha consistido en desprestigiar este modelo hasta ponerlo en serio peligro. Tarea en la cual, por desgracia, han encontrado un franco apoyo o un silencio cómplice en partidos políticos formados en su momento para defenderlo y proyectarlo.

El socialismo y el comunismo exigen, al contrario del modelo, una subordinación completa a los dictámenes de un estado todopoderoso, es decir, a los dictámenes del grupo que domina ese estado. De libertad, en serio, ni hablar. Sí, por cierto, como recurso demagógico, pero nada más. La mentira, por eso, ha sido la constante de esos regímenes y hoy quieren escribir un nuevo capítulo en la larga historia de sus fracasos. Enterrar el modelo, como pregona Boric, supone antes que nada enterrar la libertad de los chilenos. En eso, están empeñados él y su grupo. Y, enterrando la libertad, van a enterrar con ella el progreso, el crecimiento del país y el bienestar que los chilenos han podido adquirir en estas últimas décadas. Pero, como contrapartida, va a haber resurrecciones: resurrección del subdesarrollo, de la miseria, de la inflación, del analfabetismo, de la desnutrición, de la mortalidad infantil, de las fatídicas poblaciones “callampas”.

Boric, el nuevo “Niño maravilla” de la política chilena: sepulturero y resucitador a la vez.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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