Gonzalo Ibáñez Santamaría


Yasna Provoste, senadora y abanderada de la D.C. para la próxima contienda por el sillón presidencial, se ha manifestado públicamente a favor del proyecto que legaliza la práctica del aborto libre dentro de las primeras 14 semanas de embarazo. Al hacerlo, ha puesto de relieve cuánto ha penetrado en ese partido la cultura de la muerte. Que una mujer, que enarbola en el nombre de su partido el título de cristiano, pueda aprobar un crimen de esa magnitud es simplemente asombroso y desolador. Además de lo que significa aprobar e incentivar un crimen, falta claramente al tercer mandamiento: “no jurar el nombre de Dios en vano”.

Ella es la representante oficial del partido y ha quedado en evidencia como éste la ha apoyado mayoritariamente. Sólo 4 diputados han manifestado su disconformidad con el proyecto; pero, desde luego, no podemos olvidar como todos aprobaron el anterior proyecto que autorizaba el aborto en tres causales. Fue la forma de abrir la puerta para que comenzaran a producirse las consecuencias, una de las cuales es este proyecto de hoy día. En todo caso, que la abanderada del partido, aunque sea sólo a título personal, pueda ser partidaria de semejante aberración y proclamarlo públicamente demuestra como la vida de estos niños no es tema de importancia para ese partido.

La vida de estos niños es, sin embargo, de la máxima importancia, sobre todo en los momentos por los que nuestro país atraviesa. Si se permite esta masacre, todas las otras formas de violencia son casi irrelevantes. ¿Cómo podremos quejarnos de que se incendien comercios, iglesias, se destruyan plazas y calles, se produzca el terrorismo en la Araucanía, si, a la vez, estamos permitiendo este crimen abominable? Es lo que definitivamente hemos de ponderar al momento de pronunciarnos acerca de este proyecto si de verdad queremos ser consecuentes con una condenación de la violencia “venga de donde venga”.

Ese partido que abusivamente emplea en su denominación el nombre de cristiano es, como decíamos, doblemente culpable porque invoca a Cristo para practicar el crimen. Este abuso del cristianismo, por una parte, y la total falta de reacción de la jerarquía de la Iglesia, por otra parte, es lo que explica principalmente el desprestigio que afecta a toda esa religión, con las graves consecuencias que se aprecian. El avance de las fuerzas anticristianas se traduce en la deshumanización de la vida en sociedad, una de cuyas muestras y consecuencias es esta práctica bárbara del crimen de los más inocentes e indefensos.

Que el nombre de cristiano pueda ir asociado a esta cultura de la muerte es, sin duda, un abuso incalificable. Es el principal motivo de preocupación que debe embargarnos. No podemos permitirlo e impedirlo debe constituir el primer objetivo de nuestra acción en pro del bien común del país.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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