Gonzalo Ibáñez Santamaría


Así corresponde denominar al virtual colapso de la candidatura de Sebastián Sichel. Es que Sichel encarna, como ningún otro, el continuismo en la senda de Piñera. ¿Cuál ha sido esta? La de tratar de construir en Chile un orden político que reproduzca básicamente el legado del gobierno militar, pero abominando de éste, de su origen y de su ideario. Tanto para Piñera como para Sichel, lo sucedido el día 11 de septiembre de 1973 no fue más que el quiebre del orden democrático provocado por la ambición de un grupo de uniformados con el general Augusto Pinochet a la cabeza. En definitiva, fue un día no para celebrarlo, sino para lamentarlo.

Absuelven así de toda falta al régimen marxista previo y no quieren reconocer nada bueno dentro de lo sucedido en los 17 años del gobierno militar. Sólo destacan sus aspectos negativos hasta el punto de que, interrogado Sichel acerca de quién le parecía el peor hombre dentro de la humanidad, no vaciló en responder que, para él, ese hombre era Pinochet.

Pero, paradojalmente, quieren vivir en el marco que ese gobierno construyó para el país. Fue, por lo demás, la política de los gobiernos de la Concertación, tal como lo ha denunciado la misma izquierda marxista: aplicar el modelo de la “dictadura” mientras de los labios para afuera se renegaba de ella. Pero si el régimen militar fue tan malo como lo describen Piñera, Sichel y los partidos de la Concertación, entonces hay que terminar con todo vestigio de él, comenzando por su legado y volver a lo que entonces se interrumpió: el régimen de Salvador Allende. Es lo que estamos viviendo en este momento y a él hemos llegado precisamente por esta inconsecuencia, de Piñera en primer lugar, pero también de los partidos políticos que lo han acompañado, como R.N. y la UDI, a pesar de la fidelidad que éstos habían declarado al régimen militar. También tuvieron su cuota de responsabilidad los partidos de la Concertación como el PPD y el PS que ahora ven como la ciudadanía les da la espalda.

Seguir en el discurso de Piñera, ahora asumido por Sichel, no puede sino terminar por rematar al país. Es lo que ha advertido un número creciente de chilenos y, por eso, el respaldo cada vez más importante a José Antonio Kast. Es un hecho entonces que Piñera tendrá que entregar la banda presidencial a Boric, que es la continuación de Allende, o a Kast que representa nuestras tradiciones, que no se pone anteojeras ideológicas para mirar nuestra historia y que busca continuar con lo bueno de ella sin abominar a priori de lo que en ella se ha obrado. De ninguna manera, por lo que se ve, se la va a entregar a alguien que quiera seguir por su camino. Es, por lo mismo, la derrota de Piñera, pero si triunfa Boric puede ser también la derrota de Chile. Dios nos ilumine para impedirlo. Aún estamos a tiempo.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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