Gonzalo Ibáñez Santamaría


En su discurso recién asumido como presidente de la República, Boric ensayó parecer el hombre de la paz, del diálogo, del respeto por los derechos humanos, etc. Pero, la verdad de sus propósitos queda en evidencia cuando se analizan con más detalle sus palabras. Por ejemplo, en una parte señaló: “Necesitamos reparar las heridas que quedaron del estallido social”. Cualquier entendería que con estas palabras se refería a los enormes daños que los violentistas de esos días causaron en el patrimonio nacional, público y privado, y a cómo reparar a quienes los sufrieron. Desde luego, hubo más de 300.000 personas que perdieron sus trabajos con motivos de esos desórdenes y millones perdieron su mejor medio de locomoción como era el metro de Santiago. Pero, para Boric estas personas no existen. Sólo los violentistas: “Tenemos la convicción de que, como chilenas y chilenos, debemos volver a encontrarnos y vamos a trabajar intensamente en aquello, lo hemos conversado con los familiares de los manifestantes que están presos y ellos saben que estamos trabajando en ello” (. . .) “y por eso hemos retirado las querellas por Ley de Seguridad Interior del Estado”. Quienes están detenidos y son ahora procesados lo están por los enormes daños que produjeron: ellos causaron las heridas que corresponde reparar y a ellos les corresponde la pena que la ley señala para sus conductas. Liberarlos constituye una burla para las víctimas de sus desmanes y lo más probable es que, liberados, se sientan seguros para volver a cometer nuevos delitos.

Falta así Boric a la verdad cuando afirma sus intenciones de paz, justicia y derechos humanos. Sus decisiones lo muestran en otro camino.

Otro episodio: al día siguiente, Boric concurrió a la Oración Ecuménica en la catedral de Santiago bajo la dirección del cardenal Celestino Aos. Después, Boric manifestó su incomodidad por la presencia del ex obispo de Santiago, Ricardo Ezzati: : "Me molestó ver al señor Ezzati y a gente que actuó como encubridora de graves delitos contra los niños que están aquí presentes", señaló Gabriel Boric. Y planteó que "esas cosas no las podemos seguir naturalizando".

Parece, sin duda, muy razonable su incomodidad. Aunque no está condenado a ninguna pena, lo más prudente hubiera sido que Ezzati se hubiera abstenido de concurrir. Pero ¿es sincero Boric al manifestar su preocupación por la integridad de los niños y que esas cosas no pueden volverse naturales? Me parece que no lo es, porque mientras rasga sus vestiduras por la presencia del cardenal Ezzati, no mueve ni un dedo para salvar la vida de aquellos niños que, estando aun en el vientre de sus madres, son asesinados impune y fríamente por medio del aborto. Y, si por ahora, las causales para cometer este crimen son limitadas, en la convención constitucional, con el apoyo explícito de Boric, ya se ha aprobado una disposición que legaliza a todo evento ese crimen hasta el mismo día del nacimiento.

Nuevamente Boric falta a la verdad. Esta vez cuando manifiesta su preocupación por la integridad de los niños ya nacidos, pero a la vez apoya con entusiasmo a quienes los matan estando aun en el vientre de sus madres.

Este es el presidente que acaba de asumir la máxima autoridad nacional. Contradictorio, al menos.

Fuente: https://www.facebook.com/gonzaloibanezsm

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