Humanismo cristiano, Doctrina Social de la Iglesia y el partido demócrata cristiano.

 

 

 

 

 

 

 

por Gonzalo Ibáñez S.M.


Al presentar el libro “La palabra esencial” que recoge trabajos del ex presidente Patricio Aylwin, el rector de la Universidad Católica de Valparaíso, Claudio Elórtegui R., señaló que tanto el pensamiento como la acción de Aylwin y del partido autodenominado “demócrata cristiano” (PDC), del cual él fue un connotado dirigente, constituyen fiel expresión del Humanismo Cristiano y de la Doctrina Social de la Iglesia.  Frente a lo cual yo me permití aseverar, en El Mercurio de Valparaíso del día viernes 22 de este mes, que ello estaba muy lejos de la realidad. Este domingo recién pasado, en el mismo medio, Gianni Rivera, vicepresidente nacional del PDC, intenta una refutación de mi tesis.

Lamentablemente, fuera de algunas generalidades como una vaga referencia a la encíclica Rerum Novarum de León XIII, no aporta ningún argumento sólido a través del cual pueda demostrar que sí hubo relación entre ese pensamiento y esa acción con el Humanismo Cristiano y la Doctrina Social de la Iglesia. No quiero repetirme en mis argumentos y tampoco reducirme a enseñanzas de la Iglesia que ya tienen su tiempo como aquella de Pío XI contra la colaboración con el comunismo (Divini Redemptoris, N° 60 - 1937) o contra la aceptación de los dogmas socialistas (Quadragesimo anno N° 117 al 119 - 1931) y de las cuales el PDC ha hecho tabla rasa. La Reforma Agraria, que tanto defiende mi contradictor, no fue sino el intento de arrebatar al comunismo una de sus banderas. Y por medio del procedimiento muy poco católico de despojar de sus tierras a los antiguos propietarios y de engañar a los campesinos con su promesa de “La tierra para el que la trabaja”. Ningún campesino terminó siendo propietario de ninguna de las superficies de las que se había despojado a sus antiguos dueños.

Pero, el alejamiento más notorio y más grave se dio en otro campo. El mismo año 1968 en que Paulo VI publicaba su encíclica Humanae Vitae descartando de la cultura católica el uso de métodos artificiales contraceptivos, el gobierno de Eduardo Frei arreciaba con una campaña para su utilización masiva. Cincuenta años después podemos apreciar las consecuencias: Chile convertido en un país con un avanzado promedio de edad y con una creciente cantidad de ancianos que no disponen de quienes puedan cuidarlos, pero que pueden avizorar en el horizonte la “solución final” que la modernidad les prepara, la eutanasia: “acuérdate viejito que tienes derecho a una muerte digna”. Entretanto, una masiva inmigración que nos permita disponer de los jóvenes que no hemos sido capaces de engendrar.

El divorcio: ¿De qué Humanismo Cristiano y Doctrina Social de la Iglesia hablan quienes como el PDC han terminado entre nosotros con el carácter de por vida del matrimonio, incentivando así a la juventud a un uso indiscriminado de la sexualidad, a cerrarse a tener nuevos hijos y a embarcarse en aventuras pasajeras que terminan por desarmar la personalidad de quienes en ellas se involucran?

El aborto: la concurrencia de los votos PDC a aprobar, primero, algunas causales en que ese crimen se hizo legal y, ahora, la consecuencia lógica, esto es su práctica a entera libertad, muestran la antítesis total en que ese partido se encuentra respecto del Humanismo Cristiano y de la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Cómo puede pretender un partido ser considerado tributario de estos cuerpos doctrinales cuando su candidata a la presidencia de la república, en la última elección, proclamaba su adhesión al proyecto de aborto libre, por lo menos hasta las 14 semanas de embarazo, sin que el partido dijera nada, apoyándola, en cambio, hasta el final?

Es muy laudable que el PDC durante el gobierno militar haya defendido los derechos de personas injustamente condenadas o víctimas de abusos por los que incluso se les arrebató la vida. Pero no se le puede alabar por el silencio que ha guardado y guarda a propósito de su responsabilidad en todo el proceso por el cual se condujo al país a una situación tan dramática como la de 1973. A ella, como reconocieron los mismos Frei Montalva y Aylwin, sólo pudo poner remedio la intervención de las FF.AA. y de Orden, es decir el recurso a las armas, con todos los riesgos que inevitablemente le van asociados.

Evitar que se repita esa situación, implica trabajar para impedir que se reproduzcan las condiciones que nos condujeron a ese punto. ¿Está el PDC en esa tarea?

Mucho se vanagloria mi contradictor por el éxito del gobierno de Aylwin entre 1990 y 1994. Y con razón, porque las cifras de crecimiento del país y de disminución de la pobreza, entre otras,  fueron óptimas. Pero nada dice él que esas cifras se hicieron posibles, porque el gobierno anterior, que se encontró en 1973 con un país destruido y arruinado, lo entregó en 1990 reconstruido y organizado listo para dar un gran salto adelante. Fue precisamente la continuación de las líneas básicas de la política del régimen anterior lo que le permitió a Aylwin cantar victoria.  Como lo reconoció Alejandro Foxley, su ministro de Hacienda, ese régimen  “Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria y la del equipo de economistas que entró a ese gobierno el año 73, con Sergio de Castro a la cabeza. . .” (Revista Cosas, 5/5/2000 https://www.economiaysociedad.cl/foxley).

Fue precisamente la política fundada en el ejercicio responsable de la libertad, sustentada en un derecho de propiedad debidamente garantizado y, todo, supervigilado por un estado subsidiario -con la que se encontró Aylwin al acceder al poder- la que le garantizó su éxito. Es decir, la política de la cual Gianni Rivera hoy busca apartarse.

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