Marianela Antonucci S.
Concejal de la I. Municipalidad de Valparaíso
Gonzalo Ibáñez S.M.,
Abogado


Hace unos días el alcalde Valparaíso, Jorge Sharp, publicó en estas páginas una columna titulada “Un nuevo comienzo”. Es lo que, según él, significaría la formación de una Corporación de largo nombre: Municipal para el Desarrollo del Sitio Patrimonio Mundial Área Histórica Ciudad Puerto Valparaíso. La creación de esta Corporación se hizo con el apoyo de todo el Concejo Municipal, pero no parece argumento válido para atribuirle, como hace Sharp en ese artículo, el don de dividir la historia de Valparaíso en un antes y un después. Antes, la miseria, el abandono, el descuido, la pobreza, la fatalidad y la decadencia: “Llevamos casi dos décadas de diagnósticos sobre diagnósticos, de discusiones y tertulias eternas sobre qué se debe hacer, donde el monopolio del discurso sólo lo ha tenido un pequeño grupo que no produjo ningún cambio perdurable”. Después, el optimismo, el brillante futuro, la alegría, la confianza: “Sin embargo, estamos frente al comienzo del fin de esta etapa (. . .). Como vemos -termina el alcalde- el patrimonio porteño tiene un nuevo comienzo”.

La creación de una Corporación como la mencionada, a pesar de su exótico nombre, es positiva. Pero, atribuirle la condición de divisoria de la historia de la ciudad es un desvarío. En el hecho, este alcalde con sus dichos demuestra cómo, en su personalidad, participa de ese viejo rasgo de creer que todos los problemas tienen una fácil solución: crear una comisión; en este caso, una corporación y que, con eso, podemos dar vuelta la página. Yendo más allá, lo dicho deja también a la vista cómo el alcalde vive en las nubes de su propia ideología donde todas las cosas se arreglan con una simple expresión de deseo sin que, para él, ningún esfuerzo serio sea necesario. Y, si las cosas no resultan como pensaba, siempre habrá algún “malvado” al cual echarle la culpa. A todo evento, él no tendrá nunca la culpa si el fracaso es el resultado final.

Es, por lo demás, lo que se está viviendo en Valparaíso. Este alcalde lleva ya cinco años en el cargo y durante su gestión la ciudad no ha hecho sino decaer aún más rápido y más profundamente que en los años anteriores, que ya fueron muy negativos. Y ello sucedió no porque no estuviera inventada esta Corporación, sino por la incapacidad del propio alcalde para enfrentar los problemas. Él, desde luego, durante esos años ¿qué fue sino uno de esos que participaban en los diálogos sin fin y sin sentido de los cuales tanto se queja? Y, ahora ¿Será cierto que se necesita una Corporación para enfrentar el comercio callejero e ilegal que inunda la ciudad y hace desaparecer el comercio establecido? ¿Se la necesitará para enfrentar a los grafiteros que han aplastado a la ciudad bajo sus groserías y su fealdad? ¿Se la necesita para enfrentar a la delincuencia cada día más atrevida y cruel? ¿No ha habido ya suficiente discusión acerca del Terminal 2 que debe construirse para sostener la condición portuaria de Valparaíso? ¿O acerca del destino del sitio de Barón, dos décadas abandonado a su suerte? ¿O de la necesaria remodelación y reconstrucción de barrios como El Almendral y el Barrio Puerto hoy casi deshabitados?

Es cierto que una Corporación puede servir de ayuda para enfrentar los problemas futuros. Pero, respecto de aquellos que ya forman una interminable fila para recibir la adecuada solución, por favor no discutamos más y procedamos a enfrentarlos definitivamente. Para estos efectos, lo que necesita la ciudad no es una comisión más, sino una autoridad capaz de asumir sus responsabilidades y así zanjar definitivamente las disputas y debates.

Por lo mismo, es inevitable también otra conclusión. Conociendo a este alcalde, es de temer que esta Corporación no sirva sino como fachada para retardar aún más la necesaria adopción de decisiones o para respaldarlo a él en decisiones que no hagan sino ahondar los problemas de la ciudad. Como las de entregar la ciudad al comercio callejero e ilegal; o de entregar el sector Barón a un proyecto que va a convertirlo en otro espacio para que ese comercio lo ocupe en su totalidad. O para oponerse a cualquier iniciativa que signifique un paso en la renovación inmobiliaria y urbana que Valparaíso requiere con una urgencia total. O, también, como escenario para continuar prolongando los debates y las discusiones hasta el infinito.

No nos engañemos: la creación de esa Corporación no sólo no divide las aguas en la historia de la ciudad sino, por lo que vamos viendo, es posible que termine siendo una muestra más de la personalidad profunda del alcalde de Valparaíso: Bla, Bla, Bla.

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