25 DE DICIEMBRE DE 2021 

 

 

 

 

 

Hermógenes Pérez de Arce


Miguel Krassnoff está preso hace veinte años y sus condenas suman alrededor de un milenio, sin haber cometido delito alguno. Pero la mayoría de los chilenos, que sólo conoce la realidad a través de consignas, ha sido convencida de que él es un verdadero monstruo, asesino y torturador incansable e incesante. ¿Por qué? Porque la propaganda dominante lo dice y reitera así desde hace treinta años y porque hay numerosas sentencias judiciales ajenas a la verdad y contrarias a las leyes que lo han condenado por los más reiterados delitos.  Ésa es la “verdad judicial” imperante en Chile, que en realidad es “mentira judicial”. Un solo juez, que nunca lo interrogó en relación a los numerosos casos por los cuales lo condenó, le ha impuesto el 90 % de su tiempo de presidio. Todas sus solicitudes de libertad condicional han sido rechazadas casi con humor burlesco, pues se descartan fundadas en que él no da señales de arrepentimiento de crímenes que no ha cometido. Y la última ha llevado ese humor negro al extremo, cuando se le ha notificado que puede volver a solicitar la libertad condicional ¡el 26 de enero de 2450!

Miguel Krassnoff hace tiempo ha enviado, tras varios escritos-denuncia anteriores, un extenso “Manifiesto” al Presidente de la República y al Comandante en Jefe del Ejército, ninguno de los cuales siquiera ha acusado recibo. Parece que no vale la pena responderle a un “condenado por unanimidad”. Pero últimamente dos youtubers impresionados, Johannes Kaiser y Pablo Fontirroig, han leído in extenso el Manifiesto en sus respectivos espacios. Hace dos noches estuve desde las 23.30 hasta las 01.30 atento a su lectura por Fontirroig, pese a que tengo el texto en mi computador y ya lo había leído antes, porque el relato expone una sucesión de hechos tan inverosímiles que uno realmente necesita que se los repitan para cerciorarse de cuán bajo ha caído la conciencia moral del país. Se refiere a hechos acontecidos en Chile y de los cuales la posteridad –ya que no la generación actual, que no lee casi nada y, cuando llega a hacerlo, un 80 % de ella no lo entiende-- se va a enterar con pasmo y no va a poder creer lo sucedido durante un cuarto de siglo y bajo las propias narices de una opinión pública dominada por las consignas falsas y la estupidez, si es que no por el alcohol y las drogas.

Hace un cuarto de siglo conversé dos días enteros con Miguel Krassnoff, brigadier del Ejército que se estaba acogiendo a retiro voluntario debido a una persecución judicial que no comprendía, pero de la cual su institución no lo defendía. Dado eso, pidió a Alfonso Márquez de la Plata arreglar una entrevista conmigo. Me refirió su impecable hoja de servicios y me explicó su decisión de acogerse a retiro porque estaba siendo citado en numerosos juicios por muertes de personas del MIR, en los cuales lo inculpaban como autoridad superior (“miembro de la cúpula”) de la extinta DINA, en circunstancias que sólo se había desempeñado en ella como teniente y cumpliendo la función de analista de información entre 1974 y 1976, sin tener mayor autoridad y sin haber nunca detenido a nadie, salvo cuando entregó a una ambulancia a Carmen Castillo, la pareja de Miguel Enríquez, jefe del MIR, herida ella durante el combate en procura de capturar al primero, cuyo escondite descubrió Krassnoff en 1974.

Una historiadora, Gisela Silva Encina, se interesó en su caso hace años y escribió la biografía del perseguido político, “Prisionero por Servir a Chile”. Me correspondió presentar su tercera edición, pues fue un best-seller, en el Club Providencia rodeado de comunistas que lanzaban piedras y destrozaban todos los vidrios del local, bastante resistentes, hay que decirlo. Pudimos abandonar el recinto ya de noche y en buses de carabineros con rejas metálicas, siempre bajo las piedras comunistas. En 1987, bajo la presidencia de Pinochet, se había rendido un homenaje izquierdista a Salvador Allende en el Teatro Cariola, sin incidentes. En 2010, bajo la presidencia de Piñera, no se podía homenajear a Pinochet sin ser víctima de la violencia. ¿Cuándo había más democracia? Es que nadie odia tanto a Krassnoff como el comunismo, que se encargó de ejecutar en Moscú a su padre y a su abuelo, cosacos partidarios de la libertad como él. 

El libro se publicó en Rusia, cuyo gobierno ofreció discretamente a Krassnoff nacionalidad y residencia allá, para ponerlo a salvo de la persecución judicial comunista de acá, pero él declinó, agradeciendo el ofrecimiento. Tras veinte años de prisión injusta parece que se equivocó. 

Oyendo el “Manifiesto” una vez más recordé al personaje de Jean Valjean, el acusado inocente de “Los Miserables” de Víctor Hugo. Antes y después he pensado muchas veces también que si estuviera vivo Emile Zola se habría sentido motivado a publicar otro “Yo Acuso”, como en el caso del capitán Dreyfuss. Pero en la sociedad francesa había una conciencia moral capaz de reaccionar. Acá ella no existe. Acá sólo presiden el debate los insultos y las consignas.

¿Qué se ha hecho la conciencia moral de los chilenos? ¿La tienen? En mis primeras letras aprendí “no es mío ese huerto/ no es mío, lo sé/ pero yo de esa fruta/ quisiera comer/ y si lanzo una piedra/ tendrá que caer”. Se llamaba “La Tentación” y tras leerlo nos enseñaban que si a uno no lo sorprendían tirando la piedra para hacer caer la fruta ajena, tal como sorprendieron a Boric en el supermercado de Punta Arenas o pasando debajo de los torniquetes del Metro, de todas maneras había una “voz de la conciencia” que a uno lo acusaba y condenaba. Ahora en Chile esa voz ya nadie la oye. Se ha perdido la conciencia.

Yo tuve la oportunidad privilegiada de preguntarle al juez Alejandro Solís en 2015, en el programa “El Informante”, conducido por Juan Manuel Astorga, por qué en sus fallos contra Krassnoff él sostenía que éste mantenía presas hasta esa fecha a personas supuestamente “secuestradas”. Y como el brigadier (r) ya llevaba preso catorce años, le pregunté a Solís dónde podía mantenerlas en esa condición en su celda de dos por tres metros durante tanto tiempo. Y entonces éste confesó que eso era una “ficción jurídica”, es decir, de hecho confesó haber cometido y cometer continuadamente una monstruosidad jurídica, pues los jueces tienen la obligación de “probar” y no “fingir” la culpabilidad del acusado, para superar la presunción de inocencia, que es la base del derecho penal en todo el mundo. Si no la superan no pueden condenar.

Fue tan escandalosa y pública la confesión de Solís de que mentía en sus fallos, que el ministro de Defensa de Michelle Bachelet en esa época, José Antonio Gómez, se vio obligado a contratarlo en condiciones muy generosas como “asesor de DD. HH.” en su ministerio, se supone que para hacerle más llevadero su desprestigio.

Cuando he intentado denunciar otra situación como ésta en la Revista del Colegio de Abogados, éste me ha hecho objeto de censura previa, negándose a publicar mi artículo. Entonces lo reproduje en este blog el 27 de marzo de 2015 y acabo de ver que ya ha recibido 2.319 visitas.

A todo esto, el candidato Piñera en 2009 había prometido a los militares (r) preocuparse de que se pusiera pronto término a sus procesos y se les aplicara la prescripción, pero tras ganar la elección para la cual les solicitaba sus votos fue el gobernante que más querellas contra ellos presentó. Piñera, por cierto, no personifica en modo alguno “la conciencia nacional”, porque ha evidenciado carecer de ella y se limita siempre a “hacer lo que le conviene más”. Nadie pudo prever que alguna vez el alcalde de “La Pérgola de las Flores”, que tenía ese lema, iba a existir tan redivivo en La Moneda. La opinión pública, asimismo, sabe –y mira impávida-- que esto de condenar ilícitamente a militares se ha convertido en un gran negocio a expensas del fisco, pues en cada juicio sin pruebas eso no obsta a que se ordene pagar a los querellantes indemnizaciones de decenas o centenares de millones de pesos.

En ese mismo programa televisivo Solís dijo ante las cámaras que Krassnoff había asesinado a la mirista Diana Arón y había salido del lugar del crimen con las manos ensangrentadas, murmurando “era extremista y judía además”. Yo entonces fui a Punta Peuco a consultarle al brigadier (r) sobre esta nueva revelación, en particular porque al consultar Wikipedia había visto que el abogado UDI Gabriel Zaliasnik corroboraba el horrorífico relato de Solís. Entonces el brigadier (r) me aseguró que no sólo no había tenido parte alguna en el combate donde había caído la mirista Arón, sino que en la respectiva fecha estaba fuera del país y así lo había acreditado. Supe que posteriormente hizo una recopilación de documentos probatorios de lo anterior y se los envió al embajador de Israel en Chile, pero éste se los devolvió sin examinarlos ni comentarlos y pidiéndole hostilmente no volver a enviarle nunca nada más. Ahora he vuelto a consultar Wikipedia sobre el caso y he comprobado que, por lo menos, no aparece ahí Zaliasnik corroborando el relato de Solís, que fue basado en dichos de extremistas de izquierda que habían sido informantes de la DINA, como Marcia Merino (“la flaca Alejandra”) y Osvaldo “el Guatón” Romo, quienes al parecer buscaban congraciarse con el juez de izquierda y librarse de la venganza del terrorismo. De todas maneras, entre los mil años impuestos a Krassnoff se encuentra sumada la condena a 15 por la muerte de Diana Arón ocurrida mientras él estaba fuera del país.

La conciencia de los chilenos se ha tornado tan laxa que a casi nadie le importa nada de lo anterior ni que exista un conjunto de jueces que miente deliberada y sostenidamente en sus sentencias ni que se condene en virtud de un delito creado después de acaecidos los hechos (“lesa humanidad”, para no tener que seguir mintiendo en las sentencias con lo del “secuestro permanente”), ni que se prive de libertad a un número creciente de militares, marinos, aviadores, carabineros y policías civiles en retiro de avanzada edad y contra todas las leyes y muchas veces contra la verdad de los hechos ya largamente prescritos, amnistiados y muchas veces también juzgados, negándoles todos los derechos carcelarios.

Algo aún peor es que, como los autores materiales de muertes de extremistas en los años 70 han fallecido, ahora los jueces, para poder seguir extrayendo más dinero del fisco, inculpan a personas que en nada participaron y a las cuales saben inocentes. Porque “el negocio es el negocio”. El caso más notorio y casi risible ha sido el procesamiento de quien era fiscal de los consejos de guerra de Calama cuando allá hubo fusilamientos ilegales, Oscar Figueroa. Como los hechores han fallecido, se “inventa” un nuevo “culpable” para poder cobrar las millonarias indemnizaciones, que son el verdadero móvil de todos estos juicios a casi medio siglo de los acontecimientos. Es un gran negociado ilícito, desarrollado a vista y paciencia de todos los chilenos, sin que nadie diga ni haga nada, como también sucede en el caso de los falsos exonerados. Lo único que no se sabe es cómo se reparten las platas.

Por eso cabe preguntarse, ¿tienen conciencia los chilenos? Pienso que, muy en el fondo, deben tenerla, pero priman para dejarla de lado el miedo a los comunistas y las consignas de éstos. La mayoría obedece a ellas y vota como consecuencia de ellas. Esto lo aprendí de joven en la Escuela de Derecho. No en clases, sino en el casino. Un alumno comunista me enseñó a hacer llamadas sin pagar en el teléfono del casino, doblando debidamente un billete de cinco pesos de entonces e introduciéndolo en vez de la moneda en la ranura. “Los yanquis nos están robando, entonces nosotros tenemos que robarles a ellos”, me enseñaba. Toda una lección de moral social, igual que la que da Boric cuando pasa bajo el torniquete del metro. Esa es nuestra moral social actual y la que va a inspirar el “manotazo” del nuevo régimen sobre los bienes y recursos de los particulares, en nombre de las “transformaciones”, previsiblemente similares en sus resultados a las que han convertido a la otrora bella Plaza Baquedano en el peladero actual.

Pero debe existir alguna conciencia moral inmanente, supongo, que más tarde que temprano podrá emerger como fuerza rectora en la comunidad, porque ésta no puede sobrevivir indefinidamente en la inmoralidad que denuncia el Manifiesto del brigadier(r) Krassnoff. En todo caso, seguramente en la historiografía nacional este documento va a figurar como testimonio principal del momento más oscuro de la conciencia moral de la chilenidad, como lo es el actual.

Fuente: http://blogdehermogenes.blogspot.com/

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