Cristián Labbé Galilea


Tiempos difíciles los que estamos viviendo, no sólo por la pandemia, el claustro y el aislamiento al que nos tienen sometidos: un virus perverso, una autoridad que quiere “estar en todas”, y nuestras familias que están aterradas; además, tenemos el tiempo que nunca tuvimos para “el ocio fecundo” y, si una duda nos asalta, rápidamente nos conectamos, vía Zoom u otra aplicación (gratuita obviamente), con algún amigo ilustrado.

Es tanta la información disponible que, así como hay cosas que no se discuten -lo que diga Mañalich es lo que vale-, hay otras que resultan difíciles de entender: en la “capital de la libertad”, el editor de uno de los principales diarios (el New York Times) renuncia por haber publicado una columna de un senador republicano apoyando el empleo de las FF.AA. contra los insurrectos, y; en esta “fértil provincia señalada…” se realiza un cambio de gabinete inexplicable.

Al menos en el país del norte se publicó algo a favor de los militares, lo que aquí es imposible porque, como escribió un columnista en el principal diario nuestro (Mercurio, pág. 2, 10 de junio), se ha hecho costumbre “endulzar la historia para borrar de un plumazo lo que ocurrió décadas atrás”.

Si lo anterior es difícil de entender, ni qué decir del cambio de gabinete en el que sale el ministro mejor evaluado (Sichel), y se integran “al comité político” dos ministros cuyas principales competencias son: en un caso (Monckeberg), ser el mejor amigo de los socialistas, y; en el otro (Alvarado), ser el negociador preferido por la Democracia Cristiana… Como me dijo un contertulio: “Increíble… yo no elegí este gobierno para que, producto de sus debilidades, inseguridades y temores, traicione sus promesas electorales”.

Además de ser inentendible, lo anterior es una demostración de la inconsecuencia del gobierno, situación especialmente grave si ello ocurre en tiempos donde priman la desconfianza y la paranoia política.

Como si lo señalado fuera poco, surgen dos nuevas inconsistencias: otro cambio de gabinete en el que, sin ninguna explicación, sale una ministro que no alcanza a durar 35 días… y; un instructivo para la entrega de las cajas de alimentos, obliga a la ministro vocera de gobierno a asumir todas las culpas.

En honor a la verdad aclaro que, en nuestras tele-tertulias, siempre los parroquianos -en buena- buscan el porqué de tantos “errores no forzados”, y reiteradamente concluyen que la causa principal es: “querer ser lo que no son” y “su poca consecuencia”, lo que hace que sus acciones trasunten sus complejos y sus sentimientos de culpabilidad… (¿De qué?... ¡nadie sabe!).

Por último, en estos días de claustro, cuando realmente todo parece “virtual e imaginario”, entre libros, teléfono, televisor y computador (por descontado el alcohol gel), queda claro que lo auténtico son nuestras cavilaciones y nuestras reflexiones, además de uno que otro aperitivo, tónico estimulante, invitándome a pensar que en el gobierno sobran “las sardinas con aires de caviar…”.

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