Columna Semanal:
Comentábamos sobre lo que cada uno leía en verano. Los géneros literarios, los títulos y las recomendaciones, fueron variados. Todos habían leído “Veterano de tres guerras”, el último libro sobre Churchill tuvo varias menciones, al igual que “De animales a dioses”… La conversación apuntaba para largo cuando, de pronto, un asiduo feligrés interrumpió: “…por favor, en qué mundo viven ustedes, si ya no es necesario ir a una librería, basta con leer los diarios, estamos cohabitando al interior de un relato espeluznante, que no me atrevería a clasificar en ninguno de los géneros conocidos...”.
Nuestro letrado contertulio, mezclando casos de terror criminal como el de Emmelyn y el “brujo de Vichuquen”, el de Nabila Rifo, a quien le sacaron los ojos, el de Viviana Haeger, que apareció muerta en el entretecho de su casa, con casos de escándalos políticos como el de Soquimich, Penta, Caval, Girardi, Ominami… o con otros casos de abusos como el de Karadima, el de los hermanos Maristas… por fin aterrizó donde quería llegar: el caso Huracán y sus derivaciones.
Sin darnos tiempo para reaccionar, preguntó: “¿No les parece a ustedes que estamos viviendo sumidos en una realidad más propia de Kafka que de (Alberto) Blest Gana”? Esta situación es absurda, surrealista”. Luego, insistió en que, en todo esto, había un común denominador que debía ser interpretado cuidadosamente… “es la justicia la que está en entredicho… la gente está convencida de que en algunos casos hay “impunidad consciente” y en otros “persecución vengativa”, situación que debiera generar mucha intranquilidad y, sin embargo, reina la indiferencia ante este doble estándar”.
“Literalmente” estuvimos de acuerdo en que la situación no era “una simple comedia de equivocaciones”, sino algo más que eso: era “una enmarañada tragicomedia”, donde se mezclan los elementos trágicos y siniestros, con los grotescos y risibles, dando espacio también para el sarcasmo y la ironía.
El más radical de los presentes agregó: “Nuestra república está en crisis… no hay poder del estado que se salve… el ejecutivo, en la total inacción, el legislativo en el total desprestigio y ahora el poder judicial, ¡ni más ni menos que la justicia!, ¿que nos queda?”.
Después de una larga conversación concluimos que la crisis de confianza en el actuar de la justicia había llegado a límites increíbles: los terroristas sobreseídos; los delitos en la impunidad; los carabineros querellados; las filtraciones de la fiscalía a los acusados; las pruebas manipuladas por los peritos; el cierre abrupto y subrepticio del proceso… En resumen: nadie es culpable, nadie quemó los camiones, nadie hizo nada; en pocas palabras: nadie entiende nada… excepto que el actual sistema procesal y la misma justicia están en entredicho.
Uno de los parroquianos agregó: ”qué distinto es el caso de quienes son acusados en el antiguo sistema de justicia -a decir verdad solo los militares-. ¡Para ellos las penas del infierno!, para los militares no hay debido proceso, no hay igualdad ante la ley; en sus causas las pruebas pueden ser tan febles como “el olor de un perfume” (reconocido 40 años después). Tampoco corre la prescripción como en los casos de SQM, Ominami, y tantos otros”. Luego concluyo diciendo “en nuestro país no hay igualdad ante la ley, aquí hay dos justicias… una permisiva para los terroristas… y otra vengativa para los militares.”
Todo quedo en silencio cuando pregunto: ¿es eso justicia justa? o se trata de “la ley del embudo” ancha para un lado y muy estrecha par el otro… ¿qué dirá el “Observatorio Judicial” que se creó (2017) con la idea de velar por el sano funcionamiento del Poder Judicial y fortalecer el estado de derecho?
 
 
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