Cristián Labbé Galilea


Seguro que en otras latitudes se originan protestas por los confinamientos, el cierre de fronteras, los programas de vacunación... etc., a las que se suman demandas sociales, políticas migratorias, igualitarismos forzados y muchos etcéteras… Pero ciertamente, lo que en ninguna parte ocurre es que, por esas y otras razones, se vandalicen ciudades, se derriben monumentos, se quemen iglesias, se socave la institucionalidad y se traicione la historia… toda esta indignidad ante la abulia ciudadana y la indolencia culposa de las autoridades y de los “señores políticos”. Tal cual… ¡Como si vieran llover!

Se sorprenderá mi ciudadano contertulio que esta pluma “cargue sus tintas” en esa dirección. La razón es una y simple, resulta inaceptable que en el país estén ocurriendo situaciones -delicadas y peligrosas- las que, por hartazgo o indiferencia, ya no sorprenden a nadie.

Pocos se habrán enterado que la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley, patrocinado por el comunista Hugo Gutiérrez, que excluye de todo beneficio carcelario a los militares privados de libertad. Lo más grave es que fue el propio Gobierno (a través del Ministro de Justicia H. Larraín) el que pidió a los diputados de ChileVamos que aprobaran el proyecto en contra de los uniformados. Si eso no es venganza de la izquierda y traición de la derecha… ¿Qué es?

Se sorprenderán también algunos de mis contertulios al enterarse que S. Sichel, candidato presidencial del sector, en un programa de televisión dijo sin ninguna sutileza que, de ser presidente…  “cerraría Punta Peuco”. ¿Sabrá este converso (¿?) izquierdista de lo que está hablando…? ¿O simplemente es otra de sus populistas y mediáticas actuaciones? Lo cierto es que su ambición de llegar al poder lo llevó a perder más apoyo del que creyó que iba a ganar.

Si alguien aún no se sorprende, le sería conveniente saber que, en estos días, entraron a Punta Peuco un oficial de Carabineros afectado por una ceguera total y un Coronel con sus dos piernas amputadas, o que los prisioneros militares, privados injustamente de libertad, son en gran medida ancianos octogenarios, postrados o semi postrados, cuya única responsabilidad es haber cumplido su deber cuando eran jóvenes soldados.

Son muchos los agravios y las injusticias que han debido soportar quienes, por haber sido protagonistas de una de las páginas más relevantes de nuestra historia contemporánea, hoy sufren estoicamente la indiferencia de unos y la traición de otros.

Con certeza esta pluma puede asegurar a sus leales contertulios que esos viejos y olvidados camaradas saben que “la dignidad es bastante más que una plaza”. Ellos, como todo soldado, asumen que la dignidad es un valor inherente al ser militar y que nadie se la puede arrebatar. El compromiso es claro: un soldado podrá perder su libertad, pero nunca su dignidad… Las páginas de la historia así lo registran … “Un soldado no se rinde y, si muere, muere de pie…”.

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